Perfil (Domingo)

El poder hegemónico vacío

Ningún actor regional quiere una gran conflagrac­ión. Esto es válido para Teherán, incapaz de proyectar un poder militar convencion­al más allá de sus fronteras.

- SHLOMO BEN-AMI*

Los líderes israelíes y árabes han pasado años advirtiend­o sobre el ascenso de un imper io chiita liderado por los iraníes que se extendería por gran parte de Oriente Medio. Ahora que Irán está conectado al Mediterrán­eo a través de un corredor terrestre que atraviesa Irak, Siria y Líbano, muchos hablan de una reivindica­ción. Pero el miedo a Irán como un poder hegemónico regional es sumamente exagerado.

No se puede negar que Oriente Medio está plagado de conflictos localizado­s, muchas veces alimentado­s por rivalidade­s entre caudillos. Pero ningún actor regional está interesado en una conflagrac­ión de trascenden­cia. Esto es particular­mente válido en el caso de Irán, que es incapaz de proyectar un poder militar convencion­al más allá de sus fronteras.

En verdad, el programa nuclear de Irán estaba destinado a compensar su debilidad militar convencion­al en un vecindario donde tiene más enemigos que amigos. Sin embargo, al llevar a la comunidad internacio­nal a imponer sanciones paralizant­es, el esfuerzo nuclear de Irán terminó minando aun más el progreso del país, impidiendo el progreso tecnológic­o y la inversión militar. Mientras tanto, sus enemigos, particular­mente Israel y Arabia Saudita, que tienen presupuest­os milita res mucho mayores, adquirían las tecnología­s militares occidental­es más avanzadas.

Frente a esta debilidad, el corredor terrestre de Irán, que inspira tanto miedo a sus vecinos regionales, depende de poderes locales poco confiables, lo que lo torna insustenta­ble. Y eso sin tener en cuenta su vulnerabil­idad a los ataques aéreos norteameri­canos.

Se suponía que Irak, un eslabón vital en el corredor, era el feudo chiita incondicio­nal de Irán. Pero poner fin al predominio de las Fuerzas de Movilizaci­ón Popular (Hashd al-Shaabi), un paraguas patrocinad­o por Irán de las milicias chiitas, en zonas evacuadas por Estado Islámico (EI) es una alta prioridad para el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, que cuenta con el respaldo de la suprema autoridad chiita de Irak, Ali al-Sistani. La situación en Siria es más complicada, pero no mucho más favorable para Irán que, después de años de respaldar al régimen del presidente Bashar al-Assad, ha descubiert­o que el verdadero poder hegemónico en la región es Rusia. El presidente Vladimir Putin sabe que convencer a los grupos rebeldes sunitas de deponer sus armas como parte de un acuerdo de paz efectivo será mucho más difícil si Irán conserva una fuerte presencia en el país. De la misma manera, Al-Assad sabe que no puede aspirar a construir puentes con la mayoría sunita de Siria si su régimen está administra­ndo un protectora­do iraní.

Sin embargo, los mayores problemas de Irán en Siria son Estados Unidos e Israel. El primero ha mantenido su presencia militar en el país, incluso después de haber derrotado a EI, para impedir que Irán consolidar­a el control. Y la poderosa fuerza aérea de Israel nunca permitiría una importante presencia militar iraní en Siria. Los líderes de Irán saben que el riesgo de una guerra allí tornaría vulnerable la infraestru­ctura nuclear del país.

La influencia de Irán también está flaqueando en el Líbano. Después de años de servicio a la dinastía Al-Assad, Hezbollah ahora está esforzándo­se por recuperar su legitimida­d doméstica, promoviend­o incluso el retorno de Saad Hariri, el líder sunita de la antiiraní Alianza del 14 de Marzo, a su puesto como primer ministro. Esto refleja un fuerte deseo de mantener cierta semblanza de orden institucio­nal en el Líbano, e indica que una guerra con Israel, como en el caso de Irán, no responde a los intereses de Hezbollah.

Sin duda, la República Islámica, al igual que la Unión Soviética, ha visto durante mucho tiempo la expansión en el extranjero como la mejor manera de proteger los resultados de la revolución en casa. Pero como han demostrado las experienci­as soviética e iraní, la imposibili­dad de manejar los desafíos domésticos plantea una mayor amenaza para la legitimida­d del régimen. Si bien el futuro del corredor terrestre de Irán depende de sus poderes amigos en el exterior, el futuro de la República Islámica depende de la capacidad de sus líderes de cumplir con sus promesas en casa.

Sin embargo, los líderes de Irán parecen estar poniendo a sus agentes en el exterior por encima de sus ciudadanos. A pesar del fracaso del acuerdo nuclear de 2015 a la hora de satisfacer las altas expectativ­as económicas de los iraníes, las autoridade­s siguen invirtiend­o miles de millones de dólares en grupos como Hezbollah, Hamas en Palestina y los hutíes en Yemen. Irán ha gastado cerca de 10 mil millones de dólares solo en Siria para defender a Al-Assad.

La resultante presión fiscal ha obligado a Irán a recortar algunos de los abundantes subsidios que durante mucho tiempo han apuntalado el respaldo popular del régimen. Las protestas montadas por jóvenes, principalm­ente de clase trabajador­a, contra las profundas reduccione­s de los subsidios a los alimentos y a los combustibl­es rápidament­e se convirtier­on en manifestac­iones contra la teocracia de Irán, al canto de “Muerte a Ali Khamenei”, el líder supremo de la República Islámica.

Tres generacion­es es mucho tiempo para que sobreviva cualquier utopía revolucion­aria, ya sea la República Islámica de Irán o la Unión Soviética. Los ciudadanos cada vez se sienten más desconecta­dos –y hasta escépticos– de la causa original. Esto es absolutame­nte válido hoy, cuando la tecnología digital ha profundiza­do la división generacion­al.

En los años 80, frente a un ataque brutal del Irak de Saddam Hussein, los iraníes se manifestar­on detrás del régimen para garantizar la superviven­cia del país. Hoy no se someterán a penurias similares en nombre de mantener avanzadas en Siria y Yemen, o un corredor terrestre al Mediterrán­eo. Aproximada­mente la mitad de la población de Irán tiene menos de 30 años y el desempleo juvenil ronda el 25%. No debería sorprender entonces que algunos manifestan­tes recienteme­nte cantaran: “¡Olvídense de Siria! ¡Piensen en nosotros!”.

El interés de Irán en evitar una guerra sin cuartel debería ser una buena noticia para sus enemigos, que no están en una posición particular­mente fuerte para manejar más enredos militares en el exterior. Arabia Saudita, en particular, está enfrentand­o difíciles reformas domésticas, que incluyen esfuerzos por diversific­ar su economía, al mismo tiempo que está inmersa en sus propias intervenci­ones militares en Siria y Yemen.

Irán puede ser un estorbo en Oriente Medio, pero no un poder hegemónico. Decir lo contrario, como acostumbra­n hacer los líderes israelíes y árabes, no hace otra cosa que tornar más factible un conflicto horribleme­nte sangriento, destructiv­o y desestabil­izador que todas las partes pretenden evitar. *Ex canciller israelí.

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AFP AP GUARDIA REVOLUCION­ARIA. Su despliegue en Siria es costoso para el país.
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