Debates intratables
Malversados Ezequiel Spector Sudamericana Investigación
Cada uno tiene su opinión, y todas son igualmente válidas”. Probablemente, todos hayamos oído alguna vez esta expresión. Es, por ejemplo, muy usada por algunos padres y madres cuando quieren dar por terminada una discusión entre sus hijos menores: declaran un empate, una solución intermedia, para que ninguna parte sienta que perdió.
A veces, quienes se quedan sin argumentos y tienen que desviar el tema para no darle la razón al interlocutor apelan a una estrategia parecida. Es un recurso que sirve para finalizar o suspender un debate sin hacer concesiones, sugiriendo que todas las opiniones expresadas son igualmente válidas e insinuando que el oponente es intolerante, soberbio o inflexible si se rehúsa a concordar con esta declaración. Esta artimaña puede tener diferentes formas de presentación. Algu-
Es en la confrontación entre ideas diferentes donde surge el conocimiento
nas variantes comunes son “tenés que respetar mi opinión”, “tengo derecho a pensar como quiero”, “aceptá que hay gente que puede opinar distinto” o “no podés obligarme a pensar como vos”. Lo que subyace en todas estas modalidades es el mensaje de que no merece la pena seguir debatiendo, dado que todas las opiniones valen igual; y de que si el oponente no lo reconoce es, como mínimo, una persona poco receptiva a visiones diferentes a la suya.
¿Es cierto que todas las opiniones tienen la misma validez? En un sentido, sí. Pero en otro, no. Esto depende de cómo definamos la palabra “validez”. La trampa argumentativa en cuestión explota esta complejidad. Queda revelada, por lo tanto, una vez que analizamos el significado de ese término. Si “opinión válida” significa que está bien respaldada por evidencia, entonces no es cierto que todas las opiniones sean válidas. Algunas opiniones son disparatadas, otras son razonables y otras están tan bien respaldadas por evidencia y argumentos que probablemente sean acertadas. Cualquier persona que se embarque