La soledad, la noche y el destino que se cruza cruel
El autor y director Martín Flores Cárdenas fue primero conocido en el teatro independiente, como lo testimonian sus primeros estrenos desde el año 2003, como Exitus y más tarde Mujer armada, hombre dormido. Ya en 2016 le abrieron las puertas los ámbitos oficiales: Paz en el teatro Nacional Cervantes y su propia versión de Otelo en el Regio. Con Entonces la noche se inicia en los escenarios comerciales y con un elenco que entrecruza intérpretes con los que ya había trabajado con nuevos nombres, quizá más conocidos para la mayoría del público. Este texto entabla casi un diálogo con uno de sus grandes éxitos: Entonces bailemos (2013). No es casual que ambos espectáculos empiecen con la misma palabra y estén ubicados en un ámbito muy similar, donde aparece casi como fantasma el mundo de los westerns. La estructura de sus obras es fragmentaria, son monólogos dichos por distintos personajes que muy pocas veces se relacionan y casi nunca dialogan entre sí. Esta vez son cuatro protagonistas, dos hombres y dos mujeres, de distinta condición social, pero se podría subrayar que ninguno pertenece a una clase muy alta. Un policía y una prostituta tienen profesiones bien definidas, mientras que los otros son más unos buscadores que personajes definidos por sus trabajos. La noche, esa hora tan particular del día, los une y a veces también el alcohol, siempre como escape de la realidad.
A través de los monólogos, el director Flores Cárdenas consigue que cada intérprete tenga su propio momento, casi en soledad, expuesto casi siempre en el centro del escenario. No puede olvidarse la participación de dos excelentes músicos y sobre todo la participación actoral del compositor de esas melodías: Fernando Tur. La exigencia del puestista para con su elenco fue muy grande ya que el despojamiento al que está expuesto es total, pero consiguió que cada uno sorprenda por el alto nivel que alcanza. Cecilia Roth presenta un notable in crescendo en esta mujer que refleja a la perfección las huellas de la bebida. Su composición es impecable y destacado. También Dolores Fonzi consigue conmover en cada uno de sus relatos alcanzando su mejor momento cuando describe a los perros de aquella noche. Tanto Guillermo Arengo como Ezequiel Díaz son actores más acostumbrados a este tipo de teatralidad, no por eso disminuye el mérito de sostener a estos protagonistas con tantos recursos interpretativos. Entonces la noche implica un desafío: ver cómo actuarán los espectadores frente a este material tan poco frecuente para este circuito.