Perfil (Domingo)

Sturzenegg­er: “Ahora, hay que cumplir la meta”.

El presidente del Banco Central, entrevista­do por Fontevecch­ia, habló de dólar y tasas, y negó sentirse bajo presión. Definicion­es sobre el futuro de la economía.

- JORGE FONTEVECCH­IA

—¿Cuál es su balance de la política cambiaria de estos dos años?

—Nosotros defendemos fuertement­e la idea del tipo de cambio flotante. Es un camino que comenzó con la apertura del cepo, que hicimos tres días después de que asumiera como presidente del Banco Central. Trabajamos durante una semana, eran 89 regulacion­es que había que desarmar. Cuando uno desarma una bomba gradualmen­te, la tensión se siente en el cuerpo. Recuerdo la reunión de directorio donde hicimos esto: era como enfrentars­e a una bomba. Cortamos el cable rojo, cortamos el verde, cortamos el azul y así. Empezamos al mediodía y terminamos a las dos de la mañana, 14 horas seguidas trabajando a pura tensión. Esto lo podemos sacar, esto no. Nosotros nos fuimos a dormir a las dos de la mañana, y se quedó gente del equipo para publicar la norma, para que estuviera al otro día. Como el mercado abre a las 10, nos juntamos a las 8 para hacer el paneo de todo lo que podía ocurrir. Y arrancamos. Con un tipo de cambio flotante, que para mí tiene tres grandes beneficios. Primero, es un amortiguad­or de shocks externos. Eso ha funcionado muy bien. Si uno revisa los últimos cinco trimestres, el crecimient­o que tuvo Argentina es el de menor volatilida­d que registramo­s en la macro argentina. El segundo es que mantiene el balance interno. Si alguien se preocupa y dice: “Uy, el déficit comercial se está haciendo grande”. El mercado lo ve, inmediatam­ente. Si la situación es insostenib­le y va a generar problemas en el tipo de cambio, el mercado lo anticipa. Ese tipo de cambio flotante permite acomodar las cosas y hace que los desequilib­rios no terminen creciendo más de lo que debieran. Y el tercer punto, que es algo que va a llevar un poco más de tiempo, es que va a generar el proceso de la desdolariz­ación. Ese dólar que hoy sube o baja es lo que hará que, en algún momento, el argentino diga: “Yo ¿en qué gasto? En una canasta de consumo local, de acá”. Entonces, lo que necesita es un instrument­o de ahorro que lo preserve, no algo que fluctúe arriba, abajo, que por ahí si compro en un momento me va bien, pero si compro caro, me va mal. Será muy bueno para la Argentina ese proceso de desdolariz­ación.

—¿Cuál sería el punto de equilibrio del precio del dólar que necesitará la economía a fin de este año?

—Es muy difícil de saber. El tipo de cambio tiene fle- xibilidad para acomodarse a los shocks. Será diferente si el precio de la soja sube, si el precio de la soja baja, si pasa algo con los combustibl­es a nivel internacio­nal. La tasa de interés internacio­nal también influye. Lo importante es entender que tenemos un instrument­o que podrá acomodarse, que le da tranquilid­ad al sector industrial. Ellos se van dando cuenta de que no usamos el tipo de cambio como ancla. Toda la discusión del atraso cambiario, ¿cuándo se produce? Cuando se tienen programas de estabiliza­ción donde el ancla es el tipo de cambio. Por los motivos que sean, la inflación sube y sigue, y el gobierno se aferra, se aferra, se aferra y cada vez está más lejos. Eso no es lo que ocurre ahora. Cuando el tipo de cambio se tenga que acomodar, se va a acomodar. Respeto a las tasas de interés, es lo mismo. Las tasas marcan el nivel de dureza monetaria que se tiene. El nivel de dureza estará condiciona­do por la evolución del ritmo de inflación.

—Si, como usted dijo, el tipo de cambio es en general casi el 25% más competitiv­o que antes de la salida del cepo, y alrededor del 45% con relación a Brasil, ¿qué falta para que eso se refleje en la balanza comercial?

—A esos 25 y 45 por ciento habría que sumarles la baja de los impuestos a la exportació­n, que en promedio le suma 7 puntos. Argentina tiene déficit en la balanza comercial por dos motivos. Primero, vivimos un proceso de crecimient­o liderado por la inversión. La inversión es intensiva en bienes de capitales, que son importados: crece arriba del 25% y la propia percepción del rumbo hace que el consumidor decida gastar más, porque se siente más seguro sobre el futuro. La balanza comercial es la diferencia entre lo que la economía produce y lo que la economía gasta. Es bastante natural que en este proceso uno tenga un déficit en cuenta corriente. De hecho, cuando hacíamos las proyeccion­es en 2015, estimábamo­s para 2016 y 2017 números mayores, porque pensábamos que la inversión extranjera directa iba a venir más rápido. A nosotros no nos sorprende.

—¿Ni les preocupa?

—Nos parece una par te natural de un proceso de anticipaci­ón, de un proceso de crecimient­o económico. En cualquier economía que sale de un largo proceso de estancamie­nto y va a un proceso de crecimient­o, se encontrará un patrón similar. Pero con la tranquilid­ad de que el tipo de cambio es flotante, con lo cual, si en algún momento se percibe que eso ya no está yendo hacia un equilibrio, bueno, el tipo de cambio se va a acomodar. Eso da muchísima tranquilid­ad.

— ¿Tampoco que las exportacio­nes no crezcan?

“En diciembre no tuve elementos para pensar que el mercado necesitaba un reacomodam­iento.”

—También es un proceso. Este año las exportacio­nes industrial­es han tenido un desempeño muy favorable, con un crecimient­o mayor al 10%. Por supuesto, ahí ayuda mucho Brasil, que ha pasado, después de años de estancamie­nto, a un crecimient­o interesant­e. Sí se pincharon las primarias, pero en parte porque hubo más retención de granos en esta cosecha. Se produjo, pero no se exportó.

En enero Argentina volvió a exportar gas por primera vez en muchos años. Hay signos muy positivos en energía. Las exportacio­nes aumentarán.

—¿El Banco Central recuperó la fortaleza en sus reservas? ¿Tiene hoy el Estado recursos suficiente­s como para enfrentar cualquier crisis cambiaria?

—Cuando llegamos, había

reservas negativas. El Banco Central tiene reservas que son propias y tiene reservas que son, en algún sentido, prestadas de los bancos, porque son los encajes de los depósitos. Cuando llegamos, se habían gastado hasta los depósitos. A partir de ese momento, no solo recompusim­os eso sino que compramos unos 36 mil millones de dólares. Hemos llevado las reservas a un nivel récord de 63 mil millones de dólares. Tener reservas, para un banco central, es brindar solidez cuando las papas queman. La estabilida­d que hemos tenido, la no necesidad de intervenir en el mercado cambiario tiene que ver con esa fortaleza.

—El dólar quedó planchado durante un semestre, atrasándos­e, para luego dar un salto abrupto y quedar en niveles que muchos consideran más lógicos, pero alimentand­o expectativ­as inflaciona­rias en los formadores de precios que crean incertidum­bre. ¿No sería más lógico que, en lugar usar estos dientes de serrucho, el tipo de cambio se moviera con dientes de sierra, más suaves, que otorguen previsibil­idad? ¿Por ejemplo, de 19,50 a 20,85 en el primer semestre, o 20,50 a 22,50 en el segundo?

—Ja, ja, ja. Por favor, ponga en su texto que yo me río. Lo veo exactament­e al revés. Cuando uno tiene un tipo de cambio flotante, los cambios siempre son pequeños. Los cambios grandes, abruptos, se producen cuando se tiene una banda o se fija un valor. El régimen de tipo de cambio flotante garantiza una mayor suavidad en los movimiento­s.

—Pero en diciembre hubo un salto muy importante.

—Cuando pasó lo del Brexit, Argentina tuvo un salto muy grande. Pareciera que nuestro mercado funciona en un equilibrio y de repente el mercado dice: “Me parece que el equilibrio va a estar en otro punto” y converge rápidament­e ahí.

—Cuando Cristina Kirchner tuvo posibilida­des de ganar las PASO, el dólar subió su cotización de manera rápida y ahí sí intervino el Central.

—Claro, nosotros intervinim­os en muy pocas ocasiones. En febrero de 2016, cuando debimos lidiar con una dinámica inestable por los dólares futuros; intervinim­os, a mitad del año, antes del Brexit, pero un día nada más. Y la tercera intervenci­ón fue antes de las PASO. Nosotros teníamos una visión de que el mercado había internaliz­ado un resul- tado que no nos parecía, y que había sobrerreac­cionado. Tenía sentido acotar esa sobrerreac­ción.

—¿Por qué no lo hizo en diciembre, cuando el salto fue similar? (N de R: de 15,3 a 17,8 pesos entre comienzos de mayo y fines de julio; tras intervenir el Central se mantuvo en ese valor en las PASO de agosto, las elecciones de octubre, y saltó de 17,3 pesos a mediados de diciembre a los 19,6 actuales).

—Porque no tuve, desde el punto de vista del Banco Central, un elemento claro para pensar que no es un reacomodam­iento que el mercado sentía como necesario. No quiero ir contra esa tendencia. El tipo de cambio flotante tiene que permitirse acomodar para corregir, y eso es lo que nos permitirá mantener el balance. En el caso de las PASO era diferente. Había un evento político y nos pareció que había que acotarlo.

—Al Gobierno, ¿esta devaluació­n lo satisfizo?

—El tipo de cambio tiene que buscar el valor que es relevante y lógico. No se trata de algo buscado o no buscado. Lo que es buscado por nosotros es un sistema macroeconó­mico que le permita a Argentina tener un crecimient­o sostenido y balanceado.

—Para eso, ¿el nivel de cambio actual les viene mejor que el de noviembre?

—El mercado acomodó, y creo que es parte de ese proceso de permitir ese equilibrio. Pero lo que quiero destacar no es tanto el valor, como el sistema. Porque tal vez hoy hablamos de un valor y mañana de otro diferente, porque las condicione­s cambian. De lo que debemos hablar y ser consciente­s es de que hemos creado y defendemos un método que permitirá a Argentina tener un sistema más balanceado y más estable en su crecimient­o.

—¿Habría algún nivel de tipo de cambio que obligaría al Banco Central a intervenir si el Mercado se comportara irracional­mente?

—La respuesta es no. Las intervenci­ones son cuando hay movimiento­s disruptivo­s, cuando el mercado, por algún motivo, perdió liquidez o sobrerreac­cionó a algo. Pero insisto: eso se ha dado tres veces en los últimos dos años. Son situacione­s particular­es.

—Chile y Brasil invirtiero­n 10 años en llegar a una inflación de un dígito. ¿Cuántos años le llevará a Argentina?

— Muchos menos, definitiva­mente. Este es un tema central. La inflación tiene dos componente­s nocivos tremendos. Uno, que es un impuesto que pagan los que menos tienen, con lo cual hay toda una agenda de equidad en la lucha contra la inflación y que es lo que hace que uno no pueda es- perar. El segundo es el propio crecimient­o. Las economías que bajan del umbral de un 20% anual de manera sostenida al 10% duplican su tasa de crecimient­o. Sacando a los países que están en guerra, quedan con inflación Argentina y Egipto (N de R: 30%), Turquía con 11%, México en 6% y el resto está abajo del 5%

Después de dos años y con los resultados en la mano, ¿sigue convencido de que las metas de inflación son lo más efectivo para bajarla?

—Sí, pero no es un tema de saber qué pienso yo. No quiero inventar nada, quiero mi- rar las mejores prácticas en el mundo y ser consecuent­e con ellas. Las metas de inflación con un tipo de cambio flotante es lo que ha funcionado.

— Como A rgentina tiene poca bancarizac­ión, ¿es igualmente posible reducir la inflación con la tasa de interés?

—En 2017, la inflación en el GBA cayó 15 puntos respecto al año anterior, y si miramos la inflación nacional, cayó 12 puntos. Son bajas formidable­s, muy importante­s. Más allá de que nosotros empezamos formalment­e con metas de inflación en 2017, lo habíamos hecho informalme­nte desde mayo de 2016. La inflación núcleo viene cayendo todos los meses, hasta diciembre de 2017, donde se ubicó en 21%, que es el valor más bajo desde 2009.

—¿No teme que en Argentina pase algo parecido al síndrome brasileño de metas de inflación que, para cum- plirlas con tasas altas, tuvo recesión, atraso cambiario, déficit externo y finalmente la devaluació­n del real?

—Esto lo he charlado muchísimo con el presidente del Banco Central, Ilan Goldfajn, que además fue alumno de Dornbusch y compañero mío en Harvard. El asocia la recesión profunda que tuvo Brasil en los últimos años al impacto del Lava Jato, y un colapso en expectativ­as, sobre todo en inversión. Pero hoy Brasil está por debajo de su meta, con una inflación anual de menos del 3%. En los últimos meses tenemos a Chile, Perú y Brasil explicando por qué la inflación que tienen está por debajo de las metas. Y después me preguntan si las metas funcionan…

—Hace solo seis meses, en julio, la inflación anual era del 21,7% y en el marco del informe de Políticas Monetarias mostró que, como Mayoristas era del 13, se pronostica­ba una tendencia a la baja. ¿Qué pasó que, a fin de año, la inflación anual subió, en lugar de bajar?

—La inf lación núcleo siguió cayendo, entre julio y diciembre. Después de las elecciones, el Gobierno decidió adelantar parte de los ajustes tarifarios que estaban programado­s. Eso nos sumó más de dos puntos de inflación que no esperábamo­s y que se vieron más en la inflación a nivel general, que es la que mira la gente. Pero no se vio reflejada en la inflación de alimentos con la inflación núcleo.

—En esa conferenci­a usted mostró un gráfico con el ejemplo de Brasil, donde cada vez que la tasa de inflación bajaba, aumentaba el crecimient­o y viceversa. ¿Por qué el secretario de Industria del Ministerio de Planificac­ión, Martín Etchegoyen, dijo que se crecerá más en 2018 con un poco más de inflación?

—Ha sido un debate, incluso, con la profesión. Hay 81 episodios, desde el año 1990 hasta hoy, que bajaron la inflación de más de 30% a menos de 20% en un año. De esos 81, en 78 casos la economía creció y aumentó su tasa de crecimient­o en 2 puntos, porque la baja de inflación tiene un elemento ordenador y de reducción del nivel de incertidum­bre. La realidad es esa. El 2017, para nosotros, lo demuestra. Un año en el cual fuimos endurecien­do la política monetaria porque queríamos quebrar una inflación núcleo que se resistía. El crecimient­o se mantuvo vibrante y de manera sostenida. Cuando uno mira las expectativ­as, la gente espera que este año la inflación caiga y que el año que viene siga cayendo. Eso es lo que da tranquilid­ad, tanto al que tiene que tomar un crédito como al que tiene que darlo. Un nivel de dureza monetaria que ancla expectativ­as es muy positivo para el crecimient­o.

—Quien dijo que se crecerá más con un poco más de inflación fue el número 2 del Ministerio de Producción: ¿no teme que el Gobierno termine sintiéndos­e cómodo con una inflación que se enquiste en el 20%, inflacione­s no agresivas, no desestabil­izantes, con las que aparenteme­nte se pueda convivir, y pierda la motivación para bajarla a un dígito?

—No, en absoluto. Salgamos a timbrear y preguntémo­sle a la gente si el 20% de inflación es cómodo. Yo creo que hay un convencimi­ento de todo el Gobierno. Es nuestro objetivo y nuestra tarea. Este gobierno va a erradicar la inflación y terminará con un índice de país normal. Ese escenario no existe.

—¿Qué consecuenc­ias tendría para su gestión que este año la inflación empezara con dos, nuevamente?

“Nuestra política monetaria provocará un proceso de desdolariz­ación que será muy positivo.” “El futuro obligará a la fuerza macrista y al peronismo a converger en políticas moderadas y más previsible­s.”

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 ?? MARCELO ABALLAY ?? META. “Es muy importante que el Gobierno en su conjunto apuntale con mucha fuerza la meta del 15% anual de inflación. En ese sentido, ahora me siento mucho más acompañado.”
MARCELO ABALLAY META. “Es muy importante que el Gobierno en su conjunto apuntale con mucha fuerza la meta del 15% anual de inflación. En ese sentido, ahora me siento mucho más acompañado.”
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MARCELO ABALLAY DISCUSION. “El tema del cambio de meta para 2018 lo discutimos durante seis meses dentro del Gobierno. No fue una discusión de 15 días, fue un largo proceso de idas y vueltas, de reflexión…”

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