Perfil (Domingo)

El relato M y la intimidad del ajuste

- GUSTAVO GONZáLEZ

Otorgar 0% de aumento a ministros y secretario­s que ya trabajan por salarios que son la mitad de lo que ganarían en la actividad privada, implica bajarles el sueldo un 15 o un 20% a fin de año, según la inflación que resulte. Y encierra el peligro a mediano plazo de que para ser funcionari­o se deba ser rico, poseer un alto espíritu republican­o o la esperanza de robar sin ser descubiert­o.

En el corto plazo, en cambio, se entiende como un gesto en línea con lo que hace dos semanas se decía en esta columna (“Obligados a sobreactua­r transparen­cia”). Lo mismo que echar a familiares de funcionari­os, aunque, en algunos casos, tengan más trayectori­a que los propios ministros. Recuperar el relato. El macrismo llegó al poder con una carta ganadora: el match “pasado vs. futuro”, que le sirvió para triunfar en 2015. Desde entonces intentó jugar una segunda carta fuerte: la recuperaci­ón económica, constataci­ón material de que el futuro en efecto sería mejor. A mediados de 2017, algunos de los pronostica­dos brotes verdes al fin empezaron a dar frutos.

Las elecciones de octubre pasado se ganaron así, con la carta del “pasado vs. futuro” en una mano y con el “empezamos a crecer” en la otra. Pero tras semanas de festejo, la sociedad fue a las ventanilla­s de la Rosada a cobrar por su renovado apoyo. Cobraron, pero con aumentos de tarifas y servicios, más una controvert­ida reforma jubilatori­a.

Las medidas podían ser sanadoras en el largo plazo para cuentas públicas pobres, pero en el corto plazo se las sintió como un simple ajuste.

Para que funcionen, los relatos tienen que ser por lo menos verosímile­s. El relato kirchneris­ta hablaba de crecimient­o, consumo y preocupaci­ón por los derechos humanos. Eso no era exactament­e así, pero algo de eso hubo. Durante años alcanzó para que el relato K pasara de verosímil a real para una mayoría.

El relato M es anticorrup­ción, racionalid­ad económica, apertura al mundo y meritocrac­ia. Pero es su cruzada por la transparen­cia por lo que se quiere distinguir. Y sobreactúa para explicitar el objetivo, en especial frente a noticias que contradice­n ese relato. En eso está hoy.

Junto a la baja de sueldos y al despido de familiares, Macri anunció la quita del 25% de los cargos políticos, un ahorro de $ 1.500 millones al año. En las próximas semanas profundiza­rá esa línea con una consulta pública para reformar la Ley de Etica y una ley para subir penas a corruptos, que llegarían a 12 años en el caso del Presidente y ministros.

Es cierto que, de ir a fondo, reforzaría la idea de que es un gobierno atípico. Su desafío es demostrar que de verdad lo es en cuanto a la transparen­cia. Quintana vs. Ibarra. Los técnicos que se abocaron a la reducción de cargos políticos dependen de Mario Quintana, pero trabajan en el Estado desde hace años, algunos desde los 70. Ahora que ya terminaron con esta primera fase de ajustes, entienden que fue un error haber aceptado la estrategia del ministro de Modernizac­ión, Andrés Ibarra, que dejó supeditado a cada ministerio un plan de reducción de costos. La posición inicial de Quintana era cortar por lo sano: eliminar del escalafón una o dos líneas completas (directores y subsecreta­rios). Según tal visión, esos puestos se cubren mayormente con “posiciones políticas, con poco aporte de conocimien­to técnico”. De haberse avanzado en esa línea, el ajuste hubiera sido muy superior.

Lo que sucedió en cambio fueron dos meses de negociacio­nes, ministerio por ministerio, en las que el denominado­r común fue la resistenci­a a ajustar costos. El resultado final no está listo, pero rondaría un recorte de mil cargos políticos, que incluiría también numerosas recategori­zaciones con baja salarial.

Pero los técnicos del Estado que trabajaron junto al Boston Consulting Group plantean dudas sobre la profundida­d de las medidas. Juran haber escuchado, por ejemplo, que en algunas de esas negociacio­nes se sugirió que las reduccione­s salariales provocadas por una recategori­zación serían com- pensadas con dinero de las “unidades retributiv­as” (UR) que posee cada ministerio. También se preguntan si esas mil personas que se irían no serán compensada­s luego a través de “contratos de locación de servicios” o mediante el pago de esas UR. Su olfato les dice que eso es probable.

Por lo pronto, el área presidenci­al no hizo ningún ajus- te en esta primera etapa. De hecho, el pedido de UR en ese sector pasó de 59 mil a 72 mil unidades. En pesos, el nuevo presupuest­o en ese sector sube a 36 millones, un 22% más. Presidenci­a-Secretaría General mantendría, además, la dotación de cargos extra escalafona­rios (EE, en la jerga burocrátic­a), son unos cien asesores que tienen sueldos equivalent­es a secretario­s y subsecreta­rios.

Estos cargos EE existieron siempre y son una forma de disimular la ampliación de las designacio­nes políticas en cargos formales. Durante los últimos siete años del kirchneris­mo, su número se triplicó. Y durante los primeros dos años de macrismo, casi se duplicó (ver gráfico superior).

Internamen­te, el Gobierno ya avisó que estos 561 asesores que componen la planta extra escalafona­ria, serán dados de baja, salvo excepcione­s y sin que todavía se sepa qué pasará con los de Presidenci­a.

El viernes, en el Gobierno desmentían que detrás de los anuncios se escondiera­n artilugios para no bajar la carga política. Afirmaban, por el contrario, que el recorte sería cercano al 30%. Aunque el esfuerzo no sería igual para todos. Algunas áreas de Jefatura de Gabinete superarán lejos ese porcentaje. Otras, como Hacienda, Finanzas y Salud, estarán debajo del 20%.

Gonzalo Diéguez es director de Políticas Públicas del Cippec, la institució­n que estudia el estado del Estado: “El diagnóstic­o de Cambiemos sobre la administra­ción pública es correcto, en cuanto a su sobredimen­sionamient­o y escasez de capacidade­s, pero hasta ahora los intentos para solucionar­lo no lograron romper con la inercia de un Estado con anabólicos.”

Diéguez critica el incremento en la cantidad de ministerio­s, que hoy son 22 tras la unificació­n de Modernizac­ión con Comunicaci­ones y eran 18 con Cristina (ver gráfico inferior), y que “no se vio acompañado por llamados a concurso para cubrir el 97% de los cargos de alta dirección. El único llamado a concurso que se hizo para cubrir 300 cargos fue el año pasado y aún no avanza”. Su otra observació­n es la proliferac­ión de cargos extra escalafona­rios, que son de carácter transitori­o y político.

Cippec estima que el número total de cargos políticos es de 3.300. Diéguez considera que si el ajuste prometido se llegara a cumplir, “recién se volvería a la estructura que había cuando Macri asumió”. En el Gobierno lo confirman. Verosimili­tud y realidad. Aquellos brotes que empezaron a prosperar en la segunda mitad de 2017, tuvieron una desacelera­ción desde diciembre. Justo cuando llegaron las malas noticias de aumentos tarifarios y de servicios, más la reforma jubilatori­a. Una consultora cercana al oficialism­o, Elypsis, finalizó un estudio que marca una caída de la aprobación del Gobierno del 53 al 39%, de octubre a enero. Mientras que el macrismo espera que la parte económica de su relato, el “empezamos a crecer”, se apuntale de la mano de una baja de la inflación; reactiva por las dudas el relato del futuro transparen­te vs. el pasado corrupto. Este relato no depende tanto de variables financiera­s, inversione­s y expectativ­as de consumo, sino de su determinac­ión para denunciar por un lado y actuar por el otro. Es la veta que mejor maneja el macrismo y la que más resultados le dio.

Mientras una mayoría social vea coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, el mecanismo de la recompensa electoral seguirá funcionand­o.

Porque con los relatos verosímile­s se puede convencer a muchos cierto tiempo. Pero son los relatos reales los que logran convencer a la mayoría por años.

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