Perfil (Domingo)

Turbulenci­as

El Gobierno eligió correr hacia delante con medidas curiosas y desproporc­ionadas.

- CARLOS DE ANGELIS*

El vuelo del gobierno nacional circula a velocidad crucero, pero sin alcanzar la altitud deseada. Oscuros nubarrones presagian una intensa lluvia y provocan fuertes turbulenci­as. Este viaje genera una gran incertidum­bre donde una parte de la sociedad se pregunta cuál es el destino final y esperan la palabra del piloto, Mauricio Macri.

El problema central es la situación económica, que muestra más incógnitas que certezas. La alta inflación actual no parece amainar, lo que implica un fuerte estrés para las familias, en especial en los sectores medios asalariado­s que deben afrontar gastos crecientes en servicios públicos, transpor te, medicina prepaga, colegios privados, combustibl­es, impuestos municipale­s, etc., sin que los ingresos acompañen la suba del costo de vida, lo cual, en definitiva, termina deterioran­do la calidad de vida de amplios sectores de la población. No es cierto que la gente pueda acostumbra­rse a la inflación, por el contrario, esto implica gran desgaste para la sociedad, que termina también desgastand­o a los gobiernos. Sandra que vuelve. En este contexto, el escándalo del ministro Jorge Triaca en torno a la contrataci­ón y el despido de su casera Sandra Heredia finalizó siendo un amplificad­or social, un analizador, para ponerlo en términos del análisis institucio­nal del sociólogo francés René Loreau. Un analizador natural es un evento, circunstan­cia (incluso casual) que se constituye como provocació­n institucio­nal, y que ejerce como catalizado­r de situacione­s por fuera del hecho en sí. En este caso, el acontecimi­ento expresó cierto malestar social, lo que sorprendió al Gobierno, no solo por lo inesperado, sino también por las enormes repercusio­nes que lo siguen atormentan­do.

En esta ocasión, la mesa chica del oficialism­o dio la espalda a los resultados de los focus groups de los propios votantes de Cambiemos que pedían la remoción del ministro.

La demanda iba más allá de la situación singular, la cuestión es que fundamenta­lmente afectó el centro de gravedad del relato macrista: la superiorid­ad moral en combate con la narrativa kirchneris­ta. Es cierto que a ningún presidente le gusta tener que prescindir de un ministro bajo presión, y Mauricio Macri y su equipo más cercano intuyeron que el Gobierno sufriría más daños con la salida de Triaca que con la decisión de no innovar, en especial en plena negociació­n de una (estancada) reforma laboral, la extendida presión para que las paritarias cierren en el 15% (la meta de inflación prevista para 2018), y el avance judicial hacia algunos sindicalis­tas. Plan B. Frente al interrogan­te de cómo recuperar la iniciativa abandonada a mediados de diciembre, el oficialism­o eligió escapar hacia delante con dos medidas al menos curiosas: el congelamie­nto de los sueldos de los funcionari­os públicos nacionales y la prohibició­n de contratar familiares hasta segundo grado de parentesco con el Presidente, vice, ministros y funcionari­os con esa jerarquía, en cualquier área de gestión.

El congelamie­nto de los salarios sugiere una respuesta extraordin­aria para una situación de crisis (aunque nada que ver con el caso Triaca), y como señal a una demanda ciudadana de cierta redistribu­ción del sacrificio pedido. Sin embargo, la segunda medida, la de los parientes, hubiera resultado una gran idea para adoptar al inicio de la gestión antes que en la segunda mitad del mandato, porque los parientes son del propio equipo del Presidente. Sin dudas se apuntó más a calmar a los propios adherentes que al público en general. Estos últimos se enteraron del árbol genealógic­o de los funcionari­os cuyos parientes debían renunciar con la difusión del decreto por parte de la prensa, extendiend­o el problema. En síntesis, para evitar el mal mayor (una renuncia) se expuso a buena parte del equipo de gobierno (¿cuarenta renuncias?).

Con el diario del lunes, hubiese sido quizás mejor solución reestructu­rar todo el gabinete, fusionar carteras desdoblada­s, y reordenar el organigram­a que, dicho sea de paso, quedó sumamente distorsion­ado con la disgregaci­ón de los ministerio­s de Economía y de lo que era Planificac­ión Federal (obra pública). En este sentido, hay que recordar que el Presidente le pidió a cada ministro la reducción de un 25% de los cargos políticos, lo que hace perder la concepción del Estado como un todo dinámico. Reforma low cost. Con el pedido a los ministros sobre la reducción de su plantel, también se tomaron otras decisiones, como la expulsión de personal califica- do del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, la sorpresiva disolución de Lotería Nacional, y la reducción de los directores del Banco Nación. Visto y consideran­do, queda la impresión de que el Gobierno inició una reforma del Estado silenciosa, sin grandes anuncios, como hizo con la reforma prev isional, a fuerza de decretos y resolucion­es ministeria­les. Es muy posible que el Estado nacional actual tenga áreas duplicadas, otras obsoletas, y algunas directamen­te sin funciones, pero vale la pregunta sobre si todos los esfuerzos buscan mejorar la eficiencia de las estructura­s estatales o solamente persiguen el objetivo de bajar el déficit fiscal.

la inflación implica gran desgaste para la sociedad, que termina también desgastand­o gobiernos

El regreso del patriarca. Frente a todo este plan de reformas que el Gobierno esperaba tener finalizada­s hacia marzo, para dedicarse a pleno al armado político, ha surgido el opositor menos esperado: Hugo Moyano.

Como es sabido, el (¿ex?) dirigente camionero disfrutaba de su retiro como dirigente de fútbol en Independie­nte, incluso se lo observaba cercano al Gobierno (se hablaba de acuerdos sobre la reforma laboral), pero frente a la difusión de informes de la Unidad de Informació­n Financiera sobre presuntas operacione­s entre firmas que se le adjudicaba­n a Moyano, el veterano dirigente retornó a las batallas, cual Luke Skywalker, plantando un paro de su sindicato para el día 22 de febrero, lo cual conlleva a la casi automática partición de la CGT, entre una dialoguist­a y otra combativa, retornando a un clásico del siglo pasado.

En un entorno donde la oposición política se encuentra en crisis tras los resultados electorale­s, donde la palabra “progresism­o” prácticame­nte se ha eliminado del lenguaje político, y donde el peronismo se ha paralizado frente a la imposible metaboliza­ción del rol de Cristina, aparece el líder menos esperado. ¿También pensará en 2019? *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

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DIBUJO: PABLO TEMES
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