Por qué la evidencia no logra cambiar lo que pensamos
No vemos la realidad, sino lo que nuestras creencias filtran de ella, advierte el neurólogo. Por eso, cuando contradicen nuestra visión, nos resulta tan difícil descartarla.
Lo que vemos del mundo no es una copia exacta de la realidad, sino lo que se filtra a través de nuestras creencias. Todo es según el cristal con que se mira, dice el poema de Ramón de Campoamor que se transformó en célebre refrán. Múltiples investigaciones científicas demuestran que lo que vemos no es el resultado lógico de la evidencia, sino que está basado en nuestra propia historia, prejuicios y suposiciones. Tanto que, aunque enfrentemos datos objetivos que contradigan esta visión previa, nos resulta muy difícil cambiarla. Se trata de un conflicto cognitivo que experimentamos al ver amenazada nuestra forma de concebir las situaciones. De esta manera, lo que se pone en juego no es la verdad, sino la propia identidad. Nuestra mente, incluso, es capaz de hacer malabares para mantener la coherencia entre los pensamientos. Datos y creencias. ¿Por qué las creencias tienen tanto poder por encima de los datos y las evidencias? Uno de los fenómenos que se han propuesto para explicarlo es llamado “disonancia cognitiva”. Este concepto, desarrollado por el psicólogo social León Festinger en los años 50, refiere a la tensión incómoda que resulta de sostener simultáneamente dos actitudes u opiniones conflictivas o contradictorias entre sí. Es lo que sentimos cuando nos enfrentamos con evidencias que amenazan nuestro autoconcepto. Incluso ante datos o hechos que nos objetan tendemos a reforzar nuestras opiniones preestablecidas y a estar aún más convencidos de nuestra verdad.
Muchos experimentos demuestran cómo las personas cambian los hechos para adaptar las creencias preconcebidas con el objetivo de disminuir la incomodidad de la di-