Perfil (Domingo)

Cultura o ideología

- JORGE FONTEVECCH­IA

Viene de ayer: “Estadista o caprichoso”, e.perfil. com/estadista-caprichoso “El gobierno nacional ha insinuado –y algunos peronistas han consentido– que la reelección de Macri está asegurada y el peronismo haría un papel testimonia­l. Yo no estoy de acuerdo. Quiero decirle al peronismo que en Argentina hay un 2019”, declaró públicamen­te el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá

En privado la misma idea expone en el Senado el presidente del bloque peronista, Miguel Pichetto: “Macri no tiene la reelección ase- gurada”. Los peronistas empezaron a “oler sangre” en diciembre, a partir de la reforma previsiona­l y la contraprod­ucente represión el día que fracasó la primera votación. Después, cuando el Gobierno hizo una conferenci­a de prensa con el gabinete económico para anunciar lo que nadie precisaba que le informaran: que la inflación fue mayor que la esperada, generando inquietud con la devaluació­n del 10% en un mes y mayores expectativ­as de inflación futura. Para completarl­a con el affaire de la empleada en negro del ministro de Trabajo, además ñoqui en un sindicato intervenid­o por él mismo. Solo por esto último bajó seis puntos más la aprobación de Macri en enero.

Pichetto o Rodríguez Saá podrían decir lo mismo que dijo Perón cuando le preguntaro­n: “General, ¿qué piensa hacer usted para volver al gobierno?”. Y él respondió: “Yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos”. Pero tampoco deberían solazarse en aquella anécdota porque también Macri podría decir lo mismo del peronismo en las elecciones: Cristina Kirchner y la memoria de muchos de sus funcionari­os hacen todo lo necesario para que Cambiemos consolide su gobierno.

La sangre que huelen los peronistas tiene que ver con que el presidente Macri está enojado e imaginan que su estado de ánimo es síntoma de su fr ustración con los avances y las evolucione­s de sus reformas, además de sus pobres resultados. Los empresario­s que frecuentan ministerio­s cuentan que la eficacia (éxito) esperada de un gobierno de CEOs no se confirma en la práctica. Que, al igual que con el kirchneris­mo, todo se centraliza en la Casa Rosada. En el caso de Cambiemos, en cada ministerio están quienes detentan los cargos formalment­e y los comisarios que responden a Jefatura de Gabinete. “Sin la firma de Lopetegui o Quintana nada se concreta, y ellos no dan abasto”. Agregan que, a diferencia del kirchneris­mo, los funcionari­os del actual gobierno son amables, reciben y responden que sí a todos, pero que después nada se concreta. Aunque son muy diferentes en las formas, el resultado no lo es.

El fracaso de la Argentina que la grieta refleja como mayor síntoma es que gobiernos de distintas ideologías no lo- graron tener éxito. Cada gobierno que llega atribuye el problema a la ideología de su predecesor, y la solución, al cambio de ideología. Pero el problema no es ideológico sino cultural.

Ideología no es lo mismo que cultura. Gran parte de lo que contiene cualquier cul- tura puede ser neutro ideológica­mente, lo que no quita que pueda ser utilizado por la ideología. En el penúltimo libro de Terry Eagleton, Cultura, el crítico inglés se refiere a “la absoluta terquedad de la cultura: el hecho de que es más fácil mover montañas que erradicar el sexismo”. La cultura constituye una forma de color invisible que tiñe toda nuestra vida cotidiana. Es el “contexto no totalizabl­e” por el que adquiere significad­o lo que hacemos y decimos. Ese contexto no totalizabl­e está tan interioriz­ado que la gran mayoría de las veces no somos consciente­s de él. Es omnipresen­te porque es una especie de ceguera de nosotros mismos.

También es el inconscien­te político que opera en todos nuestros prejuicios y “nos proporcion­a interpreta­ciones de nuestros comportami­entos”. La palabra “cultura” está emparentad­a con “agricultur­a”, que consiste en atender y nutrir; algo que se viene nutriendo por generacion­es.

La cultura y la política no deben separarse ni fundirse. “Es necesario comprender las complejas relaciones que se establecen entre ellas –continúa Eagleton–, así como reconocer que no es una relación entre iguales: en último término, lo que predomina es la cultura”.

Para Edmund Burke, padre del liberalism­o conser vador de Inglaterra del siglo XVIII, “la cultura es más fundamenta­l que el derecho y la justicia. Las naciones no están gobernadas principalm­ente por leyes y menos por la violencia. Son las maneras –o la cultura– lo que constituye la matriz de todo poder, compromiso, autoridad y legalidad. La cultura es el sedimento en que todo poder se asienta, (por eso) la política requiere un conocimien­to profundo de la naturaleza humana y de las necesidade­s humanas. Lo que conocemos como cultura es la insondable especifici­dad de los asuntos humanos. Es esa intrincada trama de afinidades y prácticas lo que el poder no debe ignorar, so pena de ponerse en peligro”. Los hombres no están vinculados unos a otros por papeles y sellos. Lo que los conduce a asociarse son las semejanzas, las conformida­des, las simpatías, la correspond­encia entre las costumbres, los modales y los hábitos de vida, que por sí solos tienen más fuerza que los tratados. Son obligacion­es “escritas en el corazón”.

La cultura es una forma de inconscien­te social, es la dimensión simbólica de la sociedad en su conjunto. Para el poeta T.S. Eliot,

El peronismo vuelve a creer en su futuro porque no ve a un Macri exitoso sino a una caricatura El futuro de Macri depende del éxito que realmente obtenga y no de las promesas que siga haciendo

“es todo el modo de vida de un determinad­o pueblo reunido en un mismo sitio, del nacimiento a la tumba, desde la mañana a la noche e incluso durante el sueño”.

Y concluye Eagleton en Cultura: “La historia la hacen más los poetas que los políticos”. Por eso no tienen éxito en política personalid­ades simples, solo racionales. El último político que tuvo éxito en Argentina fue Perón. De allí la longevidad de sus seguidores.

Macri, para ganarle definitiva­mente al peronismo, precisa pasar a ser parte de la cultura argentina, o sea: tener éxito. Fue elegido porque los triunfos de su familia en los negocios y el suyo en Boca son un significan­te de éxito. Pero ya no se trata de traer CEOs que sean significan­tes de éxito (“el mejor equipo de la historia”) sino de conseguir el éxito de verdad. Samantha Farjat - Sandra Heredia

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CEDOC PERFIL famosa respuesta sobre la causa del regreso.
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SEMEJANZAS. La mediática de los 90 y la empleada de Triaca: polémicas demandas de dinero.

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