Bajo la superficie de las cosas
República luminosa Autor: Andrés Barba Género: novela
Otras obras del autor: Ahora tocad música de baile, Versiones de Teresa, Las manos pequeñas Editorial: Anagrama, $ 295
¿Cómo contar una historia que cuestione el mito de la felicidad y la pureza infantiles, en la que los niños son naturalmente buenos e inocentes, sin dejar de narrar al mismo tiempo la irracionalidad del mundo de los adultos? República luminosa, premio Herralde de Novela 2017, es un complejo y delicado artificio narrativo del escritor Andrés Barba (Madrid, 1975) que intenta responder aquel interrogante. El narrador de esta suerte de fábula moral utiliza los recursos literarios de la crónica para reconstruir los hechos que conmocionaron a los habitantes de San Cristóbal, un pueblo tropical cercado por el río y una selva ominosa. Allí, en el verano de 1995, un grupo de niños asaltó un supermercado, provocó dos asesinatos y la escalada de violencia fue en aumento. Este acontecimiento modificó el orden apacible de la comunidad y puso en evidencia el oscuro funcionamiento de la Justicia, la inoperancia de la clase política y el rol del periodismo a través de sus diversos opinólogos. Nadie sabía de dónde venían los niños, en qué lugar se ocultaban, qué idioma hablaban ni quiénes eran sus líderes. Y la falta de certezas generó un terreno fértil para que los responsables de velar por la armonía social formularan las teorías más disparatadas acerca de lo que debía hacerse con los delincuentes infantiles. Como suele ocurrir en casi todos los pueblos, lo sórdido está a un paso de lo pintoresco, y San Cristóbal no era la excepción.
Cuando me preguntan por los 32 niños que perdieron la vida en San Cristóbal –dice el narrador en la primera página de la novela– mi versión de los hechos es que no crean tan ingenuamente en la Justicia. Este es uno de los aspectos importantes en la trama novelesca ya que si no podemos confiar en la inocencia infantil, el narrador de esta historia, un funcionario de Asuntos Agrarios, nos advierte que tampoco debemos creer en la forma en que una sociedad ejerce justicia cuando se ve amenazada por la irrupción de lo extraño. Esta situación extraordinaria lleva a los referentes de la sociedad a razonar con una lógica distinta y, en general, equivocada. Sociólogos, lingüistas, políticos y expertos en derecho penal dan su interpretación sobre los infantes, su dialecto desconocido, su posible modo de vida salvaje y el castigo ejemplar que debería aplicarse. El narrador se vale de testimonios, notas de investigación e informes periodísticos para armar el rompecabezas de aquel acontecimiento clave. No obstante, la ambigüedad en la perspectiva con que se presentan los hechos es subsidiaria de las reacciones contradictorias que asume la sociedad: el escándalo, el deseo de revancha y la misericordia. El mundo infantil había empezado a incomodar a todos. Y la moderación no parece ser un bien de cambio.
Hacia el final del relato, cuando comienza a develarse el misterioso modo de vida de los niños salvajes, la narración expone una teoría del juego. Los niños no son ni buenos ni malos, a veces actúan por instinto, otras veces juegan por vocación y así van descubriendo el mundo. Y al mismo tiempo que los adultos se dedicaron un año a descubrir y juzgar el universo infantil, los niños habían estado jugando a inventar su mundo privado, sin líderes ni re-
Cuando comienza a develarse el misterioso modo de vida de los niños salvajes, la narración expone una teoría del juego. Los niños no son ni buenos ni malos