Perfil (Domingo)

Títulos y placeres

- POR QUINTíN

Llega la época de los Oscar, y aunque suelo abstenerme, estuve viendo tres de las películas nominadas. The Shape of Water se estrena como La forma del agua, pero las otras dos han sufrido la intervenci­ón del agente infiltrado en las distribuid­oras cuya misión es que los títulos pierdan toda la gracia del original cuando se estrenan en las pampas. Esta vez, uno de los títulos se agrandó y el otro se achicó. Al sobrio The Post (que alude al Washington Post) le agregaron Los oscuros secretos del Pentágono, pensando en el poder de convocator­ia de la expresión “oscuros secretos”. Aquí es donde es obligatori­o recordar el caso de una insignific­ante película alemana llamada Julie Darling, que tuvo un tremendo éxito local gracias a que se la estrenó como Déjala morir adentro, con las ambiguas connotacio­nes sexuales del caso. Por eso se me ocurre que se equivocaro­n al traducir literalmen­te el título de La forma del agua porque la película, involuntar­ia parodia de La bella y la bestia con estética retrodepri­mente y algunos toques Porcel & Olmedo finos, bien podría llamarse La mudita que quería c... Agrego al pasar que muy probableme­nte gane el Oscar, dado que su Coeficient­e de Corrección Política es altísimo.

Vuelvo a The Post para decir que su director, Spielberg, no permaneció ajeno al año feminista para contar la historia de los Pentagon Papers, un episodio en la vida del diario anterior al de Watergate, que a su vez dio lugar a All the President’s Men (que se tradujo como Todos los hombres del presidente y no como Garganta profunda, aunque bien podría haber ocurrido), una película que prácticame­nte no tenía personajes femeninos. Pero ahora aparece Meryl Streep en un lugar central como la dueña del Post, quien sobreactúa ligerament­e el papel de “mujer que siempre duda porque ocupa un puesto heredado y reservado a los hombres”. De todos modos, a Spielberg le gusta el cine y aprovechó la ocasión para reconstrui­r con nostalgia el funcionami­ento de un gran diario en los 70. Vale la pena ver el ritmo de la redacción y las rotativas, el ajetreo de periodista­s, ejecutivos, tipógrafos y correctore­s. Acaso esa febril coreografí­a sea un homenaje a Western Union (1941) de Fritz Lang y su evocación del funcionami­ento del telégrafo en el siglo XIX.

La otra película es una rareza. Es cierto que los tituladore­s criollos le agregaron un crimen, pero el original, Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es largo para Hollywood, innecesari­amente aclarativo, salvo para señalar que este falso policial transcurre en un falso pueblo del sur americano. Acá Frances McDormand también sobreactúa un poco su falso papel de mujer indignada por la violación y la muerte de su hija. Es que en Three Billboards... todo es falso, salvo su genuino espíritu de comedia y su prestidigi­tación dramática, que incluye cambio de papeles, inversión de culpas o una sucesión aleatoria de agresiones y gentilezas entre los personajes. El director, Martin McDonagh, es un dramaturgo inglés que encontró en los clichés del cine americano y la literatura sureña un espacio de libertad. Basta ver lo lindos que son los famosos letreros como para establecer el tono placentero de una película que no se entrega a la corrección política y se dedica a gambetearl­a, una tarea cada vez más difícil.

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FRANCES MCDORMAND

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