Deshielo olímpico en corea: Kim pide una cumbre histórica
El dictador de Corea del norte invitó al presidente surcoreano Moon a viajar a Pyongyang. si se concreta, sería la primera reunión en más de una década.
El partido crucial se jugaba en los despachos, no sobre el hielo de Pyeongchang. En la Casa Azul, la presidencia de Corea del Sur, el jefe de Estado Moon Jae-in recibía a la joven Kim Yo-jong, quien le trasladaba una invitación de su hermano, el dictador de Corea del Norte, a visitar “lo más pronto posible” Pyongyang, para la tercera cumbre intercoreana de la historia y la primera en más de diez años. Horas más tarde, el equipo unificado de hockey femenino caía 8 a 0 frente al combinado suizo, pero los dos líderes aplaudían y vivaban a sus jugadoras, sentados juntos en la platea. Incluso bajaron a la cancha a saludarlas, en un nuevo gesto de distensión olímpica impensado meses atrás.
La reunión bilateral de ayer fue calificada como “muy cordial” por Corea del Sur. Moon manifestó su deseo de concretar la cumbre propuesta, pero llamó a generar antes “las condiciones necesarias” para posibilitar su viaje a Pyongyang. Los dos países siguen técnicamente en guerra, tras firmar un armisticio en 1953 que nunca se concretó en un acuerdo de paz.
Kim, directora del Departamento de Propaganda y Agitación del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, entregó a Moon una carta manuscrita de su hermano Kim Jong-un, en la que manifestaba su anhelo de “mejorar las relaciones” entre los dos países. De concretarse el encuentro en Pyongyang, será la tercera vez que los jefes de Estado de las dos Coreas mantienen una cumbre, tras las últimas celebradas en 2000 y 2007, durante la llamada era de “la política del sol”, que marcó la fase de mayor sintonía diplomática. Por ese entonces, gobernaba el padre del actual líder, Kim Jong-il, fallecido en 2011.
¿Acercamiento real o cortina de humo? Los Juegos Olímpicos parecen haber abier to un nuevo escenario en la península coreana. Ramón Pacheco Pardo, profesor del King’s College de Londres, cree que la distensión es real. “Moon Jae-in ganó las elecciones con un claro mensaje de acercamiento a Corea del Norte, mensaje que ha mantenido desde entonces. Por su parte, Kim Jong-un se ha asegurado su seguridad y
la de su país gracias al desarrollo de su programa nuclear. Ahora, pudo aceptar la oferta de acercamiento de Moon, que le permitirá continuar con las reformas económicas que Pyongyang lleva implantando desde 2002”, afirmó a PERFIL.
La amplia cobertura que los medios estatales norcoreanos dieron el viernes a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, en los que las dos Coreas marcharon juntas bajo una misma bandera, parecieron confirmar ese diag- nóstico, al intentar transmitir entusiasmo a la población con motivo de este “deshielo diplomático”. Más que un partido. Tras 27 años de la conformación de un equipo deportivo unificado de tenis sobre mesa, las jugadoras de hockey sobre hielo de Corea del Sur y del Norte salieron ayer por la noche a la cancha, a defender la misma camiseta –blanca, con un dibujo azul de la península coreana–. Pese a que su espe- rado debut concluyó con una abultada derrota contra Suiza, la apuesta logró su cometido: los líderes de las dos Coreas se fotografiaron juntos, ante un grupo de “animadoras” norcoreanas que alentaban sin cesar y una hinchada dividida. Mientras algunos apostaban a que la diplomacia del hockey fuera el primer paso para la reunificación, otros descartaban tajantemente esa posibilidad. “En diez años estaremos unidas las dos Coreas”, afirmó a la prensa Lee Tae Hwan, empleado de la municipalidad de Seúl. “No quiere que eso pase. Corea del Sur progresa económicamente y la unificación frenaría esos avances”, opinó, por su parte, Lisa Joung, una joven de veinte años.
Los líderes norcoreanos regresarán hoy a su país, tras un fin de semana en el que abundaron los gestos diplomáticos, pero no se concretaron acuerdos de mediano ni largo plazo. Una vez que finalicen los Juegos Olímpicos de Invierno, cuya clausura será el 25 de febrero, Kim Jong-un y Moon Jae-in tendrán ante sí una nueva disyuntiva: mantener viva la llama del diálogo o extinguirla. El mundo los estará mirando.