Jerome Powell, el hombre que tiene en vilo a los mercados financieros globales
Debutó esta semana con un derrumbe histórico en Wall street. llega con el desafío de empezar a salir del “estado de excepción” de la política monetaria post crisis de 2008.
En los Estados Unidos se considera que, después del presidente, el funcionario más poderoso del país es el jefe de la Reserva Federal. Desde el lunes pasado, ese puesto pertenece a Jerome Powell, un insider del mundo de las finanzas que acaba de reemplazar a la heterodoxa Janet Yellen. Pese a que se espera que Powell dé cierta continuidad a las políticas monetarias de su antecesora, los mercados le dieron la bienvenida esta semana con un histórico derrumbe en Wall Street. Es que el sector financiero advierte que él podría acelerar la salida del “estado de excepción” que rige en la Fed desde la crisis de 2008.
Powell, de 65 años, no tiene background de economista sino de banquero de inversiones. Es el primer presidente de la Fed en tres décadas sin un doctorado en Economía. Estudió Ciencias Políticas en Princeton y Derecho en Georgetown, pero dedicó su vida a los mercados de valores, donde
no es economista sino banquero de inversiones. Tiene una fortuna de us$ 55 millones
amasó una fortuna personal estimada en 55 millones de dólares. Es el jefe de la Fed más rico de las últimas siete décadas.
Tra s su pa so por T he Carlyle Group y otros gigantes de los servicios financieros privados, Powell desembarcó primero en el Departamento del Tesoro y luego en la Fed, donde Barack Obama lo designó como miembro del directorio en 2012. Desde entonces, votó a favor de todas las decisiones tomadas por la gestión de Yellen, quien acaba de ser desplazada por Donald Trump pese a la tradición de dos mandatos para los jefes de la Fed.
No obstante, las opiniones que se conocen de Powell sugieren que, durante los próximos cuatro años, la política monetaria estadounidense podría tornarse más precavida, lo que implicaría una suba más acelerada de las tasas de interés para terminar de despegar de la “zona cero” establecida luego de la gran crisis.
“Debe admitirse que el crecimiento en los últimos años, asociado con bajas tasas de interés, no habría sido lo que fue sin que el mercado bursátil creciera a tasas manifiestamente anormales y sin aumentos en los préstamos que superaron por mucho el crecimiento de los ingresos”, advirtió esta semana Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro y ex presidente de Harvard, en una columna para The Washington Post.
Lo que subraya Summers es de manual: aunque haya sido una fórmula exitosa en el último tiempo, los valores de los activos financieros y los niveles de endeudamiento no pueden crecer para siempre más rápido que la economía real. El desafío para Powell es alcanzar un difícil equilibrio. Aumentar las tasas para garantizar estabilidad financiera conlleva el riesgo de enfriar demasiado la economía; y pisarlas para seguir estimulando monetariamente el crecimiento, y alcanzar los objetivos inflacionarios, supone el peligro de una nueva burbuja financiera, cuyas primeras víctimas serían las miles de familias estadounidenses endeudadas luego de 2008.
Las bajas tasas de interés –en comparación con estándares históricos– explican en buena medida el tranquilo pasar actual de las principales economías del mundo. Pero, como señaló recientemente Paul Krugman, premio Nobel de Economía, la contracara de eso es que, si las cosas se pusieran difíciles, bajar las tasas ya no sería una herramienta disponible en el menú de medidas anticíclicas. “Por ahora, los inversores siguen en modo qué-me-importa”, había evaluado Krugman a principios de enero. Al parecer, la despreocupación se terminó esta semana, y ahora todos miran a Jerome Powell.