“estoy esperando, porque lo único que me importa es estar con mis hijas”
El caso de ana Alianelli y Dennis Burns fue uno de los más resonantes en cuanto a sustracción de menores. Anlianelli, argentina, vivía en Estados Unidos con su entonces pareja cuando, tras separarse y perder la tenencia de sus hijas, viajó con ellas al país, con un permiso temporal de una jueza norteamericana, y se quedó con ellas aquí.
Luego de cinco años y varias denuncias, apelaciones y procesos judiciales, finalmente la Justicia argentina ordenó la restitución de las chicas con su padre, a quien no veían desde hacía cinco años, y con quien además tenían una barrera idiomática, ya que ellas habían crecido en el país y su padre hablaba inglés. En 2015, Burns se llevó a las chicas a Aspen, Colorado, donde viven, y Ana también se mudó allá. La salida de Argentina fue traumática, y apenas llegaron a Estados Unidos Aliannelli denunció que no sabía dónde estaban. Hoy, años más tarde, luego de varias instancias judiciales, lograron un acuerdo y las chicas viven una semana con cada padre, aunque el proceso judicial sigue.
La semana que viene, además, tiene que ir a declarar por una causa por la venta de un anillo de compromiso. “Es- to todavía no terminó, ese es el tema. El me dijo que no iba a parar hasta sacarme a las chicas. Y por más que tenga un pasaporte americano, nunca voy a ser igual a ellos. No corro con las mismas ventajas”, cuenta. Y agrega que cuando llegó, hace dos años, su ex no cumplió con la parte del acuer- do que establecía que le daría “un lugar donde vivir, que mis hijas iban a estar conmigo, y cierta cantidad de plata”.
Desde entonces, Alianelli se mudó 15 veces, y tuvo que pedir ayuda a su familia y amigos para sostener su vida allá. “Hice lo que pude. Al principio no podía levantarme de la cama. Pedí créditos y créditos. Estoy endeudada por el resto de mi vida. Pero hoy por suerte la situación está cambiando, estoy esperando, porque hace prácticamente tres años que tengo una vida freezada”, dice.
Ahora, está apelando para que se cumpla el acuerdo y para que le den la custodia, porque sostiene que sus hijas “le tienen mucho miedo (al padre). No lo conocen y tienen miedo de que me pase algo a mí”, agrega. Hoy Sofía, la más chica, tiene 8 años y Victoria cumplió 11. “Recién este año estoy con más esperanzas. Pero hasta fin de año pensé que no las iba a ver más. A mí lo único que me importa es poder estar con ellas”.