Jóvenes salvajes
En los últimos días se abrió una polémica en la que una minoría manifestó su aprobación a la conducta de unos jóvenes que en La Boca apuñalaron a un turista norteamericano a quien ni siquiera conocían solo por la satisfacción de tratar de cometer un asesinato, y una amplia mayoría que respaldó y elogió la conducta ejemplar de un policía que, sin estar de servicio, trató de evitarlo con los medios que tenía a su alcance.
El episodio me recordó la historia reflejada en la película de John Frankenheimer Los jóvenes salvajes, en la que tres menores son acusados del asesinato a puñaladas de un puertorriqueño ciego en Nueva York y un fiscal (Burt Lancaster) se encarga de la investigación del caso y pide la pena máxima para los jóvenes criminales. Los adolescentes imputados por ese crimen formaban parte de una pandilla llamada los Thunderbirds, que rivalizaban con una pandilla de puertorriqueños identificada como los Horsemen. El fiscal admite que en el pasado fue novio de la madre de uno de los jóvenes acusados pero aun así lo habilitan para resolver el caso. Entonces se reúne con los familiares de los tres implicados y de cada uno de los miembros de esas pandillas, y se sorprende de su capacidad de matar cuando es atacado él mismo por una pandilla y cuando otros jóvenes delincuentes agreden a su mujer en un ascensor. La trama enfoca diversos aspectos en los que surge la delincuencia juvenil, como la pobreza, el ambiente sórdido de crianza, la fallas en la educación y la incapacidad de los padres para controlar y orientar a sus hijos. Cuando concluye el juicio, con tres sentencias diferentes para cada acusado, la madre de la víctima le pregunta al fiscal si se hizo justicia. El fiscal le responde que desgraciadamente muchas personas tienen algo de responsabilidad por la muerte de su hijo. El guión de esta película fue inspirado en un caso real.
La violencia de aquellas patotas, que no solamente ejercían entre ellas sino también contra inocentes, fue reflejada también en 1961 por el musical West Side Story ( Amor sin barreras), solo que allí los delincuentes sabían bailar. La reacción del púbico ante estas historias luego de que salía del cine era similar a la del debate que generó este caso reciente: todos lamentaban la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades de algunos, pero esas circunstancias no justificaban que los jóvenes salieran a la calle a apuñalar a cualquiera que se cruzaba en su camino. Prevalecía la idea de que un asesinato cometido por cualquier persona de cualquier edad debería ser castigado por las fuerzas policiales, por las leyes o por la Justicia.