Brasil y Venezuela.
El amplio despliegue de soldados, autorizados a utilizar “poder letal” de ser necesario, genera dudas sobre quién controlará abusos.
Preocupación por presencia militar en Río y ejercicios de paramilitares de Maduro.
Los fantasmas de la dictadura están reavivándose en Brasil a raíz del decreto del presidente Michel Temer de entregar a los militares el control de la seguridad de Río de Janeiro.
No se puede comparar el operativo de Río con el golpe que en 1964 dejó al gigante latinoamericano bajo control militar durante veintiún años, pero los ecos de esa época negra son tan fuertes que el gobierno se ha visto forzado a disipar cualquier recelo.
“Voy a darle las probabilidades para la hipótesis de un golpe militar: cero”, zanjó Temer al ser consultado en una entrevista el viernes.
“No hay ningún riesgo para la democracia cuando las decisiones se toman partiendo de la Constitución. Al contrario, estamos reforzando la democracia”, dijo el ministro de Defensa, Raul Jungmann.
Sin embargo, la idea de “golpe” ya ronda en muchos brasileños luego del “impeachment” que sacó del poder a Dilma Rousseff en 2016 y que entronizó como jefe del Estado a Temer, su vice. jo que quiere “garantías para poder actuar sin el riesgo de que surja una nueva Comisión
de la Verdad”, creada por Rousseff para esclarecer los crímenes de la dictadura. Inédito. En la recta final de su gobierno, sorprendió que Temer buscara levantar su impopularidad histórica usando la delicada figura militar.
Según una encuesta divulgada por su gobierno, el 83% de los habitantes de Río de Janeiro aprobó que un general comande el combate contra el narcotráfico en las favelas.
Los cariocas, de hecho, están acostumbrados desde hace años a ver soldados camuflados apoyando a la policía en su batalla contra las poderosas bandas de traficantes.
Unos 8.500 militares fueron enviados en julio a Río para ayudar en los operativos en las favelas. Y en los Juegos Olímpicos de 2016, las tropas patrullaron con sus fusiles de asalto los barrios turísticos de Copacabana e Ipanema, en la zona sur de la ciudad.
Pero esta intervención es diferente. Ahora las fuerzas armadas no solo ayudarán, dado que los militares manejarán las operaciones y reemplazarán a los liderazgos civiles en toda el área de seguridad.
Eso nunca había ocurrido en Brasil desde que la democracia regresó, en 1985.