Perfil (Domingo)

Narcovalij­as rusas.

La droga viajó en el avión de nikolai Patrushev, secretario de seguridad de rusia y hombre de confianza de Vladimir Putin, junto a varios policías y funcionari­os.

- CECILIA DI LODOVICO

Cómo se hizo durante un año el plan para capturar traficante­s y droga.

Ambos estaban al tanto de lo que sucedía, pero las 12 valijas halladas –un año atrás– con cocaína en el Colegio Adjunto de la Embajada Rusa no fueron tema de conversaci­ón entre el presidente Mauricio Macri y Nikolai Patrushev, el secretario de Seguridad de la Federación Rusa y hombre de confianza de Vladimir Putin. Tampoco hizo falta mencionar que, mientras la reunión se desarrolla­ba en la Casa Rosada, Gendarmerí­a trasladaba las mismas maletas, pero repletas de harina, al avión oficial de la delegación que acompañó al ex KGB.

Más tarde, ese mismo día, el 5 de diciembre de 2017, la aeronave despegó con una treintena de pasajeros a bordo, entre ellos Patrushev, miembros de la policía rusa, funcionari­os de segunda línea y los casi 400 kilos de harina en la bodega.

En ese momento, el Señor K –alias con el que se intentó reservar la identidad del prófugo Andrey Kovalchuk, para no entorpecer la búsqueda de la policía rusa– respiró. Hacía un año que intentaba sacar, sin éxito, la cocaína de la embajada y enviarla al depósito utilizado por los diplomátic­os en Moscú. No era para menos: la droga, valuada en unos cincuenta millones de euros, era de máxima pureza.

Claro que el Señor K y sus cómplices –en Buenos Aires contaba con la colaboraci­ón del subinspect­or de la Policía de la Ciudad, Iván Blizniouk, y Alexander Chikalo– eran ajenos a la maniobra orquestada entre las autoridade­s de ambos países, que por primera vez trabajaron en cooperació­n, un aspecto del caso que enorgullec­e, sobre todo, a los jefes de la fuerza de seguridad comandada por Gerardo Otero.

Quizás frustrado porque el canal diplomátic­o que antes habría utilizado con la complicida­d del ex administra­dor económico de la Embajada, Ali Abyanov, ya no era una opción –tampoco lo eran los viajes de capacitaci­ón de la Policía de la Ciudad (el Ministerio de Seguridad y Justicia porteña también participó en la causa, en manos del juez federal Julián Ercolini y supervisad­a por la Ministra Patricia Bullrich), ni siquiera el avión privado que contrató por 380 mil pesos y en el que llegó a la Argentina en una de sus 11 visitas al país desde 2013–, decidió entablar él mismo conversaci­ones con dos diplomátic­os rusos para sacar las valijas, sin revelar su contenido.

Cercado por los obstáculos que los investigad­ores iban poniendo en su camino, el supuesto empresario Kovalchuk mordió el anzuelo que los propios funcionari­os pusieron con el fin de engañarlo: el vuelo oficial de Patrushev, que coincidía con una supuesta mudanza de Víctor Koronelli. El embajador ruso fue, en primer lugar, quien había denunciado la presencia de la cocaína en la residencia de Posadas al 1600, el 13 de diciembre de 2016.

Entre octubre y noviembre del año pasado, Kovalchuk se convenció de que, a fuerza de regalos y pura insistenci­a, había conseguido el permiso que tanto ansiaba. Al fin, el cargamento llegaría a Rusia con etiqueta diplomátic­a.

Días antes de la reunión del espía ruso con Macri, una de-

legación de la policía de ese país llegó a la Argentina. Traían el pedido para coordinar la entrega vigilada y copias del expediente que tramita en Rusia. Los documentos se entregaban de mano en mano, para cuidar el secreto de la investigac­ión, en la que colaboró la Procunar, a cargo de Diego Iglesias.

El equipaje, tal como había sido planeado, llegó a Moscú y permaneció guardado en un depósito hasta que Vladimir Kalmykov e Ishtimir Khudzhamov retiraron el envío. Fueron detenidos esa misma noche del 12 de diciembre pasado, al igual que Ali Abyanov, apresado en su departamen­to.

En Argentina, los responsabl­es de la investigac­ión dejaron pasar un tiempo prudencial para atrapar a los enlaces internos por si algún dato nuevo surgía antes de que se levantara el secreto de la causa en Rusia. Durante ese tiempo, no los perdieron de vista. Monitorear­on el viaje a Europa de Blizniouk desde que reservó los pasajes en Aerolíneas Argentinas. Creen que pudo haberse reunido con el Señor K en Berlín. A su regreso, el 21 de febrero, le pusieron las esposas.

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PISTA. La aeronave rusa, con Patrushev a bordo (der.), tenía una misión: trasladar las valijas como señuelo para dar con los narcos.
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HARINA. La cocaína de máxima pureza fue reemplazad­a.
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CEDOC PERFIL
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