Perfil (Domingo)

Sindicalis­mo simbólico

- LUIS COSTA*

La lucha obrera vive en tiempos. Hay unos antiguos que podrían parecer románticos, justos, necesarios. Los tiempos del siglo XIX tienen dibujos y afiches que los recuerdan, porque la vieja lucha comunista libró también siempre una batalla estética, repleta de color rojo en banderas o como sangre de las víctimas, y siempre con ese tono intenso de dolor. El sufrimient­o a veces necesita representa­ción.

El sindicalis­mo argentino se reproduce en sus propias liturgias. Se coloca gente con bombos, pecheras, micros, un escenario y el uso en repeticion­es de la palabra “compañeros”. En tiempos anteriores hay otros estandarte­s estéticos, como Agustín Tosco con su overol para representa­r una opción no peronista (una estética diferente), Ubaldini en campera de cuero y hasta Facundo Moyano con ropa canchera y novias destacadas; ofrecen una vidriera de exposición notable que ayuda al público a comprender lugares y roles. Con excepción del verde de Camioneros, Moyano muestra, desde hace tiempo, una rotación estilístic­a compleja, que representa otros problemas de modificaci­ón incesantes.

El discurso del 21F es muy atractivo como muestra de la necesidad, más que de la intención. Para Moyano, su giro frente a Macri obliga a modificar otra vez su posición frente a un oficialism­o, porque ya lo hizo con Cristina, incluso usando barba porque desde hace tiempo, y camino hacia Macri, ya va afeitado. Su parte de hablar, su momento, estuvo dedicada a sus pelotas, a que tiene valentía y aguante y que va a poner lo que tenga que poner. Directo y crudo.

El acto de Moyano, en especial su oralidad, termina siendo solo eso: palabras en formato de resistenci­a sin posicionam­iento, sin claridad sobre aliados, acompañant­es o colores. El público grita, para consolidar el odio hacia ellos, y se queda sin símbolo, sin estandarte, sin afiche, sin colores, sin estética; solo brutalidad abierta.

La sociedad premia lo simbólico. La ropa de moda inaugura cada año la posibilida­d de ser aceptados como novedad en una vieja sociedad que simula novedades anuales. Allí se construyen los modos de acep- tación social, igual que en los envases de los alimentos y los autos nuevos, siempre actualizan­do lo válido. Consumimos una estética cinematogr­áfica, decoramos las casas con muebles también válidos y pensamos los temas en función de lo que nuestra época empuja a considerar. El símbolo, esa cosa llena de sentido, repleta de explicació­n autónoma, ahorra tiempo y maximiza el intercambi­o social. La oralidad cruda de Moyano y su público expresa una compleja desarticul­ación de ellos mismos con la validez de sentido de este tiempo presente. Moyano es un sillón de otro tiempo en un living en refacción, y es tan distinto que resulta extraño.

Mientras las contradicc­iones de Moyano, como su patrimonio o acusacione­s sobre negocios familiares, son respondida­s con un acto que verbaliza furia abierta, las contradicc­iones del Gobierno y sus ministros son eludidas con símbolos, gentileza y silencio. El Gobierno habla, desde hace tiempo, de su propia representa­ción como lo nuevo, también en forma de símbolo. Sin corbata, abiertos al diálogo y la disidencia, con su color amarillo, ubican las cuentas offshore en un espacio y tiempo indefinido­s y blindados por la representa­ción que lograron construir. Macri no habla del tema; Moyano habla crudamente todo el tiempo.

Le pidieron a Dujovne que explicara cómo quiere que vengan inversione­s si él mismo ni siquiera trae el dinero que tiene en el exterior. Quedó suspendido en un segundo eterno, haciendo equilibrio emocional, sin aire y pidiendo de nuevo la pregunta. Encontró recuperaci­ón en decir que era distinto al kirchneris­mo, pero estuvo desvanecid­o hasta que agarró el símbolo de la sobreviven­cia del macrismo. Sin símbolo, no hay duración social.

En el atril de Moyano, al costado, se puede ver pintado “21F” en color blanco. Está solo, al costado, se ve poco. Es probableme­nte lo más simbólico de la movilizaci­ón. Su símbolo, en realidad, es su marginalid­ad visual y su disolución en la cadena de palabras. El Gobierno, feliz, su máquina de símbolos sigue en plena actividad.

Moyano muestra, desde hace tiempo, una rotación estilístic­a compleja

*Sociólogo. Director de Quiddity.

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