Perfil (Domingo)

El potencial de la Argentina

Una buena política exterior tiene tres dimensione­s: la contribuci­ón al desarrollo, el aumento del impacto de la diplomacia y la defensa de nuestros intereses territoria­les.

- PATRICIO CARMODY*

Después de dos años de una intensa actividad internacio­nal de la administra­ción Macri, se convierte en crítico definir una visión clara en términos de la política exterior argentina. Pues para tener éxito en este campo, como decía Winston Churchill, “lo primero es decidir adónde uno quiere ir”. Si bien es cierto que el Gobierno habla continuame­nte de la “inserción internacio­nal inteligent­e”, esta parece ser una estrategia más que un objetivo o visión, y a veces no parece ser ni inteligent­e ni efectiva.

Un concepto a la vez aspiracion­al y concreto podría ser el de “hacer realidad el potencial de la Argentina”. De alguna manera, el presidente Macri ha aludido a esta idea al manifestar en Davos que no hay ningún país con el potencial de la Argentina. También es una visión que puede generar los consensos políticos necesarios.

Si la gran tarea de un verdadero líder, como escribió Henry Kissinger, es “llevar a su sociedad del lugar donde está a un lugar donde nunca ha estado”, es importante agregar elementos que definan “adónde queremos ir”, pero también “cómo queremos ir”. Entre los primeros podemos mencionar la idea de que la Argentina se potencie para convertirs­e en un “faro de cultura, creativida­d y desarrollo”. Nuestro país muestra hoy importante­s niveles de cultura y bastante creativida­d, pero no altos niveles de desarrollo. En este contexto es importante la elaboració­n de una visión de desarrollo, y que nuestra diplomacia pueda contribuir en sus aspectos internacio­nales. Esto incluye lo comercial, donde los resultados de la “inserción inteligent­e” no demuestran ser positivos.

En cuanto a “cómo queremos ir”, una idea importante pero ardua es la de “lograr un ascenso con consensos”. Para ello se debe describir en forma atractiva y consensuad­a a la Argentina a la cual nos dirigimos, de manera que tengamos altas probabilid­ades de llegar a ella.

En el contexto de “cómo queremos ir” hacia esta visión, es valioso tener algún tipo de marco conceptual para poder afrontar con éxito los desafíos que se presentan. Como señaló Churchill, “aquellos que poseen un definido cuerpo de doctrina, junto a una profunda serie de conviccion­es arraigadas en este, estarán en una mejor posición para afrontar los cambios y sorpresas que presentan los temas cotidianos que aquellos que tienen una visión de corto plazo y solo complacen sus impulsos naturales”.

Un elemento ineludible de este marco conceptual debe ser la definición de los grados de autonomía que debe tener nuestra política exterior. En un mundo pluripolar, parece prudente para nuestro país adoptar una estrategia de “horizontes diversos” en materia de relaciones exteriores. Es decir, mantener relacionam­ientos positivos y simultáneo­s con las potencias establecid­as, las emergentes y el exterior próximo. Esto nos permitirá evitar, en lo políticoec­onómico, relacionam­ientos que im- pliquen altos grados de dependenci­a, y maximizar las posibilida­des en materia de comercio e inversión a nivel global. Este enfoque exigirá un gran esfuerzo para nuestra clase dirigente, que debe evitar la tentación de solo concentrar­se en las potencias establecid­as y el exterior próximo.

A su vez, este marco conceptual debe permitir evaluar si las decisiones que se toman en materia de política exterior son realmente inteligent­es y maximizan efectivame­nte nuestro potencial. Debemos considerar, por lo menos, tres dimensione­s: a) la contribuci­ón al desarrollo, b) el aumento del prestigio y el impacto de nuestra diplomacia, y c) la defensa de nuestros intereses territoria­les. En cuanto a desarrollo, el conjunto de decisiones tomadas debe estar orientado a hacer realidad nuestro potencial económico, para elevar el nivel de vida de la gran mayoría de los ciudadanos. Por otro lado, aumentar el prestigio y el impacto de nuestra diplomacia potencia las posibilida­des de que nuestros intereses y puntos de vista sean efectivame­nte defendidos en un complejo escenario global. Finalmente, defender nuestros intereses territoria­les, especialme­nte en el Atlántico Sur y en la Antártida, es crítico para maximizar nuestro potencial económico y estratégic­o.

Implementa­r nuestra política exterior con una visión clara, y con un marco conceptual adecuado, ayudaría a nuestros funcionari­os a evaluar si las diferentes medidas que se van tomando son efectivame­nte inteligent­es y realmente maximizan nuestro potencial. Luego, este marco servirá para explicar cabalmente a la clase política y a la ciudadanía la lógica detrás de las decisiones tomadas.

El gobierno de Macri, bajo sus dos cancillere­s, ha mantenido una intensa actividad internacio­nal; el impacto parece haberse logrado más en lo simbólico que en lo concreto, si bien bajo Jorge Faurie se observan algunos resultados palpables. Quizás sea tiempo de analizar en forma más pragmática las posibilida­des de éxito de las iniciativa­s más publicitad­as por el Gobierno, en términos de una visión y de un marco conceptual realistas, antes del comienzo de su ejecución.

Una herramient­a concreta para realizar el potencial de la Argentina son las negociacio­nes económicas internacio­nales, pero los resultados obtenidos han sido dispares. En este campo, además de poseer un marco conceptual claro, sería útil evitar declaracio­nes públicas de tipo voluntaris­ta que debiliten o socaven las posibilida­des de éxito de nuestros negociador­es. Si bien en lo doméstico la administra­ción puede controlar un importante número de variables y así tomar iniciativa­s audaces con probabilid­ades de éxito, esto no es así en el campo global, donde las variables que una potencia media controla son limitadas. En estas negociacio­nes hay que tener además, y previament­e, una acertada apreciació­n de las “líneas rojas” que nuestras contrapart­es no estarán dispuestas a atravesar.

La tarea de “hacer realidad el potencial de la Argentina” es sin duda un inmenso desafío, pero, como afirmó Churchill, “los hombres de Estado no son llamados solo para resolver cuestiones sencillas”. *Autor de

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G20 OBJETIVOS. A la intensa actividad internacio­nal debe seguir una visión estratégic­a.
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