Perfil (Domingo)

El místico visionario

- LAURA ISOLA

Si siguiéramo­s esta prédica, la inventada por Federico Manuel Peralta Ramos, cuánto mejor nos iría: Hacer siempre lo que uno tiene ganas, creer en el gran despelote universal, no mandar, no endiosar nada, regalar dinero y dejar a Dios tranquilo. Son los postulados de la religión Gánica, la que tuvo a las ganas como las diosas para adorar, un panteón laico de fidelidad absoluta. En ese sentido, Federico, el “Gordo”, fue el devoto más conspicuo. Y quizá, gran parte de su obra, ese desarrollo conceptual, la perfecta combinació­n que la vanguardia requería entre arte y vida, venga de esa apropiació­n de lo elevado de la religión que adaptó a su práctica estética. Como pocos fue tan ascético en su exuberanci­a y llevó su existencia conforme a las reglas (estrictas) de hacer lo que se le cante. De su imaginació­n desbordada salieron las piezas como La última cena, la que pagó en el Hotel Alvear con la plata de la beca Guggenheim para sus amigos, el disco que grabó en 1970 y vendió en farmacias y disquerías, entre otras. “Tengo algo adentro que se llama coso” y “Soy un pedazo de atmósfera” eran los temas que repetía como plegarias de significad­o incierto. Cortó por la mitad unos cuadros, ya que no entraban en la galería que iba a exponerlos, quiso comprar el toro Gran Campeón para exhibirlo como obra de arte, fue actor de películas y de televisión con Tato Bores donde hacía sus recitados y comía tallarines. “Serás lo que te tocó ser y dejate de joder” era su forma acabada de creer en el destino, mientras hacía lo que se le daba la gana.

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