Perfil (Domingo)

Lady Hour y Dark Bird

- POR QUINTíN

Hay dos películas que compiten por el Oscar y que, en principio, no podrían ser más distintas. Una es la muy británica Darkest Hour, estrenada en la Argentina como Las horas más oscuras y la otra es la muy americana Lady Bird, que todavía no se estrenó. La primera transcurre en 1940 y cuenta la llegada de Winston Churchill al cargo de Primer Ministro en el momento en que Hitler parecía a punto de dominar Europa y de invadir Inglaterra. La segunda transcurre en 2002 y es la historia de una adolescent­e que quiere estudiar en Nueva York pero no tiene dinero ni grandes méritos escolares. Solo un ensayo histórico podría ocuparse más de lo público que Darkest Hour; solo un mail entre amigas podría ser más privado que Lady Bird. Darkest Hour, oscura, recargada, grandilocu­ente, llena de maquillaje y ambientada bajo tierra está dirigida a un público maduro. Lady Bird es descontrac­turada, luminosa, informal y parece dirigida a gente mucho más joven.

Sin embargo, ambas son películas planas y sentimenta­les. No hay mucho que decir frente a ellas porque sus guiones tienen contestada­s todas las preguntas de antemano. Los personajes, ya sean Winston Churchill o Christine McPherson, el rey Jorge VI o la monja que dirige el colegio, son resortes de una trama apoyada en la identifica­ción y la simpatía. Es imposible no querer que ese cascarrabi­as borrachín, que nunca usó el transporte público pero sabe cuál es el camino justo para el Imperio, derrote a los que quieren pactar con los nazis. Tampoco es posible no querer que Christine, la chica que se llama a sí misma Lady Bird, pueda encaminar su vida vocacional, familiar y sentimenta­l. Darkest Hour y Lady Bird son películas trabajadas, agradables e inteligent­es en lo suyo. Es posible que la ligereza de Lady Bird, apoyada en la gracia de la protagonis­ta y la frescura de los secundario­s, le otorgue un encanto que es más difícil de lograr en la historia de Churchill a la que no le faltan, sin embargo, un par de chistes ingeniosos. Supongo que la preferenci­a por una u otra también depende del perfil de cada espectador. Son películas prêt-à-porter que se venden en tiendas distintas.

Darkest Hour y Lady Bird son películas menores, discretas, tan cautelosam­ente progresist­as como conser vadoras (el patriotism­o en una, el catolicism­o en la otra están cuidadosam­ente administra­dos), pero ambas tienen un engranaje que, por razones obvias, funciona mejor en Lady Bird, pero al que Darkest Hour no es ajeno: sus protagonis­tas no son tan ricos como su entorno y son más bien rebeldes (un poco, al menos): tanto Christine como Winston pelean contra la corriente para cambiar el futuro. Personal o universal, poco importa. Nada nos complace más que ver cómo los sueños progresan y las encrucijad­as conducen a los mejores caminos. Los viejos mecanismos del teatro se hacen más fluidos y más amables en el cine. Joe Wright, el director de Darkest Hour, nació en Londres en 1972 y tiene una carrera basada en adaptacion­es literarias (Austen, Tolstoi, McEwan). Greta Gerwig, la directora de Lady Bird, nació en Sacramento en 1983 y se destacó como actriz. Este es su primer largo y puede ser la segunda directora en ganar un Oscar. Tiene un gran futuro. El cine, en cambio, no estoy seguro de que lo tenga. De todos modos, hay cosas peores.

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GRETA GERWIG

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