Los laberintos del mal
No es fácil percibir la complejidad contradictoria de la v ida. Fui alumno del jesuita Hernán Malo González, doctor por la Universidad de Innsbruck, especializado en Etica. Inició su curso, propio de una facultad escolástica suareciana, con una introducción acerca de la ética hippie usando la ópera rock Hair, y textos inquietantes como Saint Genet comediante y mártir, de Sartre sobre Jean Genet autor, en cuya biografía y obra literaria se sumergió para navegar en los laberintos del bien y del mal. Genet había cometido todos los delitos imaginables y escribió haciendo su apología. Más allá de sus obras de teatro en las que cuestionó todos los valores, publicó la novela autobiográfica, que sumada a su largo prontuario, lo puso a las puertas de la cadena perpetua. Jean Cocteau se unió a Picasso y a otros intelectuales en una campaña pidiendo su indulto, para la que publicaron la obra completa de Genet, cuyo prólogo encargaron a Sartre, que escribió un texto más voluminoso que la obra completa de Genet.
Genet estuvo preso desde su adolescencia. Recuerda que “tenía dieciséis años... en mi corazón no conservaba un lugar en el que pudiera alojarse el sentimiento de la inocencia. Me reconocía como el cobarde, el traidor, el ladrón, el pederasta que los demás veían en mí. En mí mismo, con un poco de paciencia y reflexión descubrí bastantes razones para que me llamaran así. Estaba estupefacto al saberme compuesto de inmundicias. Me hice abyecto”. Cultivó su abyección para sumergirse en ella como el místico se pierde en Dios cuando experimenta un éxtasis. Sartre mezcló el materialismo y el psicoanálisis para analizar cómo la santidad y la perversión están tan intensamente implicadas, que finalmente todos los seres humanos somos la mezcla de un criminal y de una santa.
Al final de ese curso aprendimos que nuestra vida es contradictoria, no hay divisiones fáciles y lineales entre el bien y el mal. El maestro jesuita solía repetir que “eso de tener las cosas muy claras es propio de los tontitos”. Los caminos de la virtud. En 1486 dos monjes dominicanos, Heinrich Kramer y James Sprenger, publicaron el Malleus Maleficarum, un libro que analiza la acción del demonio, que a veces se encarna como súcubo en forma de mujer, a veces como íncubo con apariencia masculina, para inducir al pecado a los humanos. Consiguiendo semen como súcubo seduciendo a una mujer, para copular después como íncubo y llevar al infierno a todos los que pueda. Las mujeres y los judíos han sido las víctimas de las fantasías apocalípticas de los hombres virtuosos. El Malleus es un libro misógino, cruel, en el que se aprende cómo detectar a una bruja y los tormentos que deben sufrir las sospechosas para que confiesen sus males. La Bula de Inocencio VIII Summis desiderantes affectibus se inspiró en el Malleus para mandar a la hoguera a miles de mujeres, no solo a las que participaban en aquelarres durante los sábados, sino también a las que tenían una verruga o un lunar sospechoso. Cuando los justos gobiernan no hay términos medios, la menor sospecha conduce a la condena.
Poco después circuló en España la especie de que un grupo de judíos conversos había asesinado al Santo Niño de la Guardia durante un ritual. El mismo mito antisemita se reprodujo en los casos de Andresito Von Rihn, Simoncito de Trento, Guillermito de Norwick, Rodolfito de Berna y otros niños que fueron pretexto para quemar vivos o perseguir a judíos a los que se acusó de estos crímenes. Aunque se demostró que todo fue mentira, que los judíos fueron torturados y asesinados injustamente y que los niños nunca existieron, aunque algunos siguen siendo venerados todavía como santos. La mentira del Niño de la Guardia llevó a la promulgación del Edicto de Granada, que proscribió a los judíos españoles y provocó después su expulsión. El fraile Tomás de Torquemada convenció a Isabel de Castilla de que los judíos conversos realizaban ritos clandestinos judaizantes y promovió la creación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición que presidió, quemando vivos a cerca de 10 mil marranos. Sus biógrafos dicen que fue un fraile piadoso, que vivía con modestia, un hombre virtuoso que quiso salvar esas almas purificándolas con el fuego. Con frecuencia los virtuosos son antisemitas.
Históricamente las mujeres han sido y son víctimas del fanatismo y los mitos religiosos. Las sociedades antiguas creyeron que el cuerpo femenino era morada del mal, que no debían sentir placer sexual, que no debían controlar su cuerpo. Todavía hoy, millones de mujeres sufren cada año la ablación del clítoris, en muchos países no pueden escoger su pareja, visten con ropas que ocultan sus formas. En 2009 cinco mujeres fueron enterradas vivas en Baba Kot, Paquistán, porque pretendieron elegir su marido, sin aceptar la pareja que les habían asignado los hombre sabios de su tribu. La lapidación está vigente en Somalia, Irán, Sudán, Nigeria, Pakistán, Afganistán, Emiratos Arabes, Arabia Saudita, Indonesia y Yemen. La sharía condena a las mujeres que traicionan a su marido o tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio a ser enterradas hasta el cuello, para morir con la cabeza destruida a pedradas. Los primeros que deben apedrearlas son sus hijos y familiares íntimos. En 2001 la nigeriana Amina Lawal fue condenada a esta pena porque quedó embarazada sin estar casada. El caso provocó la primera cibermovilización mundial en contra de la pena de muerte: se consiguieron casi diez millones de firmas que detuvieron su ejecución. Pasó lo mismo con Sakineh Mohammadi Ashtiani y otras mujeres de Irán que a veces llegaron a recuperar la libertad. No tuvo la misma suerte Asha Ibrahim Dhuhulow, niña de 13 años lapidada en 2008 en un estadio de Somalia porque denunció que había sido violada. Los tribunales que las condenaron estaban compuestos por hombres virtuosos que querían defender las buenas costumbres de la sociedad.
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los seres humanos somos la mezcla de un criminal y de una santa