Matteo Salvini, el líder antiinmigración que causa pánico a europa
Matteo Salvini, candidato a primer ministro de Italia en las elecciones de hoy, representa a la nueva derecha del país, ultranacionalista y xenófoba, que hace campaña contra los inmigrantes y los musulmanes. Salvini, de 44 años y diputado en el Parlamento Europeo desde 2004, dirige desde 2013 el partido separatista Liga Norte, en el que milita desde su juventud. El dirigente borró de hecho la palabra “Norte” de su sello partidario y se dirige ahora a toda la península, en especial a las regiones del Sur, donde rivaliza con su aliado conservador Silvio Berlusconi, con quien firmó un pacto electoral circunstancial.
Con la llegada de Salvini a la cúpula del partido, la figura del histórico líder nacionalista Umberto Bossi, enfermo y desacreditado, fue desapareciendo gradualmente. El lenguaje vulgar y los gestos maleducados típicos de Bossi quedaron atrás, y se enterró también el sueño de hacer del norte de Italia una Padania independiente. El enemigo dejó de ser el italiano del Sur, despectivamente llamado “terrone”, y pasó a ser el inmigrante, sinónimo de inseguridad y crímenes atroces para los simpatizantes de la derecha.
Con ese discurso, Salvini convenció a miles de italianos empobrecidos y subió rápidamente en las encuestas. En varias ocasiones ha confesado que su referente político es el Frente Nacional francés de Marine Le Pen y que admira a Vladimir Putin y a Donald Tr u mp. L a v irulencia con la que ataca a los inmigrantes, a los musulmanes y al euro lo han catapultado entre las personalidades más destacadas y controvertidas de la política italiana, y más temidas por el establishment europeo.
Omnipresente en los medios de comunicación y sumamente activo en las redes sociales, tiene casi 700 mil seguidores en Twitter y más de dos millones en Facebook. Habla con orgullo de sus dos hijos, nacidos de dos parejas diferentes, y se enoja cuando la prensa le pregunta sobre sus amoríos, aparentemente turbulentos, con una conductora de TV.
Con un discurso duro busca votos de italianos del Sur, viejos enemigos de su fuerza política