Sobre el fútbol y la derrota humana
Cómo llegamos a la final de Wembley
A Day in Summer; A Season in Sinji; The Harpole Report; A Month in the Country; What Hetty Did Cómo el Steeple Sinderby Wanderers ganó la FA Cup es la traducción textual del título de esta novela, escrita en 1974. Su notoria calidad descriptiva tal vez disuadió al editor en nuestra lengua de utilizarlo y optó por un “llegamos” que no nos incluye, todo lo contrario. Ocurre que esta pequeña construcción pueblerina, cuyas ventanas asoman a un mítico heroísmo deportivo hoy imposible, tiene raíces en la más profunda tradición británica: la del campo, el que proveyó de toda la reinversión y reproducción de la riqueza económica haciendo posible la revolución industrial. Eso sí, en silencio, día tras día, de sol a sol, sin llamar la atención. El campo de los farm, condición en la que concluyó sus días nuestro Restaurador, Juan Manuel de Rosas, fuente y motivo del nacimiento de la narrativa argentina con El matadero. Tal vez por ello, cada uno de los personajes, como reconstrucción de un mosaico histórico, exhibe cualidades y defectos que, no lejos de la jovialidad irónica, remiten a cierto desapego por la importancia del destino individual. Porque ese punto final, a pesar del triunfo deportivo, es el fracaso en la muerte.
Esta novela consta de dos partes. La primera es un fresco de situación donde los personajes definen roles, valoración de sus capacidades, relaciones de poder; en sí, la posición de cada uno en el campo de juego y fuera, donde lo que está en juego es más intangible. Allí aparecen ciertos principios de un profesor extranjero, exiliado del Este europeo, que regirán la estrategia futbolística. Llama la atención la referencia de Carr respecto al silencio expectante que muestran las tribunas ante una jugada de gol inminente: solo en Argentina presenció semejante calma antes de la tormenta para el festejo o la frustración. La segunda parte describe la increíble campaña de este equipo de fútbol amateur hasta llegar a la final en la FA Cup, ese torneo inglés donde equipos de todas las categorías, de todos los rincones de las islas, buscan ser el mejor, más allá de las innumerables diferencias.
La forma de la prosa es la medida justa de lo que se puede expresar sobre personas que no tienen nada que perder, y si ganan, nada les cambiará la existencia para hacerlos famosos, notables, o darles un imperio de prosperidad. He ahí el pase mágico de este escritor entre costumbrista y melancólico, cierto escepticismo en el disfrute de una saga competitiva, porque debajo de la piel está la tradición, un fantasma que confirma el respeto por algo que conformó las personalidades y cuya pérdida resulta inminente. Algo está por desaparecer, cierta alquimia mágica de la humanidad, cierta pasión desorganizada en torno a un juego. Como consagración, el presidente de este pequeño club, un conservador bígamo, rico, flemático y orgulloso de sus raíces, vapulea en vivo, por la televisión, al más famoso entrevistador británico. La caja boba entra en escena, la que hará del fútbol (y tal vez, de todos los deportes) un placebo social de consecuencias nefastas. Este enfrentamiento define también qué es eso de narrar una saga deportiva. Carr utiliza las reseñas de una periodista publicadas en el diario zonal, las actas de la comisión directiva del pequeño club, los comentarios del narrador en torno
Para un territorio acostumbrado a ejercer la viveza como venganza por la propia mediocridad, estas páginas iluminan sobre cierta ética en el juego