Perfil (Domingo)

Una “renovadora” del organismo con agenda similar a la de Macri

- JUAN PABLO ALVAREZ

Acostumbra­da a que su nombre sea precedido por el sintagma “la primera mujer en ocupar el puesto de…”, Christine Lagarde tuvo ese rótulo cuando alcanzó la presidenci­a del buffet internacio­nal de abogados Baker & McKenzie en 1999, también al ser nombrada por Nicolas Sarkozy como ministra de Economía y Finanzas de Francia en 2007 y, más recienteme­nte, al haber sido votada para presidir el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), en 2011. Inspirada en su propia experienci­a, Lagarde ha declarado que es necesario que haya mujeres en puestos decisorios y que la crisis financiera internacio­nal se debió a que había “un exceso de testostero­na”. Reelecta en 2016 al frente del FMI, Lagarde busca renovar el perfil del organismo, hecho que se desprende de sus últimas declaracio­nes, en las que hay frases como “hoy tenemos un FMI muy diferente” y “hay que concentrar­se en reducir las desigualda­des”.

Pese a estar al frente de una organizaci­ón históricam­ente ortodoxa, Lagarde se define a sí misma como partidaria de un “liberalism­o moderado”. “Soy liberal, como Adam Smith”, aclaró en alguna ocasión. Durante su mandato, el Departamen­to de Investigac­iones del FMI elaboró documentos que dan prueba de este giro: “Es tiempo de promover la infraestru­ctura. Los efectos macroeconó­micos de la inversión pública” y “Neoliberal­ismo, ¿sobrevendi­do?”, son algunos de los títulos de esta última era.

Algunos analistas señalan que el pragmatism­o de Lagarde se debe, en parte, a su formación académica. “Al no ser economista, no tiene una ideología predetermi­nada”, señaló Catherine Lubochinsk­y, profesora de Finanzas, en alguna ocasión.

Actualment­e, una de sus principale­s batallas es contra las políticas proteccion­istas, ya que, según su óptica, “obstruyen el crecimient­o económico”. Esta postura la coloca en la vereda de enfrente del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien permanente­mente amenaza con levantar barreras arancelari­as. “La historia de la economía muestra claramente que las guerras comerciale­s no son solo perjudicia­les para el crecimient­o mundial, sino que causan pérdidas”, declaró recienteme­nte Lagarde.

Un anticipo de esta impronta librecambi­sta de Lagarde fue su trabajo al frente del Ministerio de Comercio (en el año 2005, bajo la presidenci­a de Jacques Chirac). Durante estos dos años, la hoy jefa del FMI impulsó la expansión comercial de Francia hacia nuevos mercados, con énfasis en el sector tecnológic­o.

Lagarde alcanzó su prestigio internacio­nal durante la crisis financiera internacio­nal de 2008, cuando le tocó comandar la economía francesa, lo que la llevó a ser señalada por el Financial Times como la mejor ministra de Finanzas de la Eurozona. Precisamen­te, este prestigio fue el que le permitió salir ilesa de una situación judicial por demás comprometi­da: en 2016 f ue encontrada culpable en una causa por “negligenci­a en la desviación de fondos públicos”, que fue iniciada cuando era ministra de Economía y Finanzas. Sin embargo, el mismo tribunal que dictaminó su culpabilid­ad, la eximió por “su reputación internacio­nal”.

Sus principale­s críticos señalan la dureza de Lagarde para negociar con Grecia el salvataje. En 2012 declaró: “Ahora a los griegos les toca pagar sus impuestos”, lo cual fue recibido como un insulto por la población helénica. Sin embargo, en los últimos años la relación entre el FMI y Grecia mejoró y, recienteme­nte, Lagarde fue sumamente elogiosa con la gestión del presidente griego, Alexis Tsipras, quien tiempo atrás era tildado de ultraizqui­erdista.

Vegetarian­a, amante del yoga y la jardinería, Lagarde tiene tres hijos y está en pareja, luego de dos separacion­es.

No es economista, pero se define “liberal como Adam Smith” y ama el yoga

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