El prestigioso neurocientífico advierte del riesgo de la soledad crónica en nuestras sociedades que, en particular, golpea a los adultos mayores, y pide una intervención pública.
nos acompaña al médico si estamos enfermos, a quien le contamos –y que sabemos que nos escuchará– nuestros problemas más sentidos, por ejemplo) y la interacción social (saludar amigablemente al mozo del bar cuando entramos a tomar un café, charlar con el diariero cuando compramos una revista, comentar el partido del día anterior con nuestro vecino).
Este contacto debe ser personal, ya que, lo sabemos bien, no es lo mismo interactuar en redes sociales o por chat que cara a cara. En las interacciones personales, se libera una cascada de mensajeros químicos –neurotransmisores– que refuerzan, así como las vacunas, nuestro sistema inmunológico para el presente y para el futuro. Por lo tanto, tenemos que propiciar este contacto social. Nos hace bien mirar a la cara a una persona, dar la mano o un abrazo. Y también le hace bien al otro. Se trata de situaciones que liberan oxitocina, bajan los niveles de cortisol, que reduce el estrés, aumentan los niveles de confianza y liberan dopamina, que nos produce sensación de placer e influye sobre el dolor.
Según las estadísticas, la soledad crónica es una problemática que está aumentando en los países industrializados, lo que trae como consecuencia un impacto en la salud física y mental de sus comunidades. Por eso, en países como el Reino Unido, se ha creado un Ministerio de la Soledad, cuyo objetivo es resolver los problemas sociales relacionados con esta epidemia a través de programas multidisciplinarios que aborden la cuestión habitacional, educativa, sanitaria y social. Alguno podría preguntarse por qué debería el Estado involucrarse en algo tan íntimo. Precisamente, porque se trata de una institución que fue creada para cuidar y promover el bienestar de las personas a lo largo de toda la vida. Además, los problemas asociados a esta condición demandan muchos recursos a los sistemas de salud.
Las estrategias de intervención dirigidas a esta cuestión son indispensables. Una opción viable es ampliar las oportunidades para realizar trabajo voluntario para así promover la interacción social a la vez que se brinda colaboración con otras personas o causas, ambas muy beneficiosas para la sensación de bienestar. Sabemos que el altruismo activa circuitos del cerebro que producen placer, tanto como comer algo rico o ganar dinero. Además, el trabajo voluntario luego del retiro laboral ayuda a los mayores a mantener un propósito en la vida. Desde ya, es importante desarrollar estrategias amplias, y seguir recolectando estadísticas y evidencia sin perder de vista a las personas que sufren. El puente entre la ciencia y la política pública debe ser cada vez más fuerte. Y, en tal caso, dejar para el mundo de la literatura esa condena a cien años de soledad para ciertas estirpes sin siquiera una segunda oportunidad sobre la Tierra.
El Estado debe involucrarse en algo tan íntimo como la soledad: fue creado para cuidar a las personas
Facundo Manes es doctor en Ciencias de la Universidad de Cambridge, neurólogo, neurocientífico, investigador del Conicet y del Australian Research Council (ACR) Centre of Excellence in Cognition and its Disorders, presidente de la Fundación Ineco y profesor de la Universidad Favaloro (Argentina), University of California San Francisco –UCSF–, Medical University of South Carolina (EE.UU.) y Macquarie University (Australia).