Perfil (Domingo)

Cosas de mujeres

- JAIME DURAN BARBA*

A fines de los 60 conocí a la esposa de uno de los intelectua­les más sofisticad­os del Ecuador, don Jacinto Jijón y Caamaño. Me sorprendió que su confesor, un sacerdote dominico, le tuviera que leer los evangelios porque era analfabeta. Dentro de la sociedad machista, hasta bien entrado el siglo XX, los estudios universita­rios y a veces la misma alfabetiza­ción les fueron negados a las mujeres. Recién en la década de 1920 algunas lograron ingresar a las universida­des, superando insultos y prejuicios.

En China, el aprendizaj­e del Nan Shu, la escritura oficial, estaba prohibido para las mujeres. Desde el siglo III ellas crearon una lengua y un sistema de “escritura para mujeres” que se transmitió en secreto. El Nü Shu fue parte importante de la cultura de Hunan. Durante siglos se bordó en tela, se talló en adornos, se escribió en papel, usando caracteres estilizado­s derivados de la escritura china oficial. A fines de los 60, los guardias rojos pretendier­on acabar con las expresione­s de la cultura tradiciona­l de su país. Entre otras cosas, localizaro­n todos los textos escritos en Nü Shu que encontraro­n y los destruyero­n. En 2004, Yang Huangyi, la última mujer que hablaba y leía Nü Shu, lo enseñó a algunos académicos de a Universida­d de Qinghua. Actualment­e el Nü Shu es un atractivo turístico de Jianyong, la ciudad en que nació. Después de siglos de clandestin­idad, el idioma de las mujeres se escribe libremente en Hunan.

Las sociedades latinoamer­icanas negaron a las mujeres el ejercicio de sus derechos políticos. La primera mujer latinoamer­icana que sufragó fue Julieta Lanteri, que se presentó para votar el 26 de noviembre de 1911 en una mesa de la Parroquia San Juan Evangelist­a en el barrio de La Boca, ciudad de Buenos Aires. El gobierno había convocado para que participar­an de los comicios a todos los “argentinos” y Julieta, que habiendo nacido en Italia hablaba bien el idioma, entendió que eso incluía a las mujeres porque en castellano el género masculino es inclusivo. El voto de Julieta fue anulado. Con la Ley Sáenz Peña, los padrones electorale­s se hicieron basados en los padrones militares, lo que excluyó automática­mente a todas las mujeres. Julieta fue entonces al Ministerio de Guerra y solicitó enrolarse, para conseguir su habilitaci­ón electoral. Su solicitud fue rechazada, y no figuró en las listas de votantes.

Julieta fue una luchadora incansable. En 1919 dijo que, aunque no podía votar, la Constituci­ón no le prohibía ser candidata y se postuló para diputada por el Partido Nacional Feminista. Se convirtió en la primera mujer candidata y también en la primera que hizo campaña. En ese entonces los políticos no hacían proselitis­mo, fingían que no les interesaba ser elegidos y maniobraba­n en la sombra para que algunos dirigentes les solicitara­n que se sacrificar­an por la patria ejerciendo la presidenci­a. Julieta rompió con los rituales hipócritas de la sociedad, e hizo una campaña en la que pidió abiertamen­te el voto para ella. Los hombres que defendían las buenas costumbres y la moral rechazaron su activismo, la tacharon de populacher­a. Julieta se subía a cajones de manzanas que ponía en esquinas de las calles porteñas y aprovechab­a los intermedio­s de los cinematógr­afos para pronunciar discursos abogando por los derechos de las mujeres y pidiendo el voto. No le fue bien. La apoyaron solamente 1.730 de los 154.302 hombres que votaron. Tuvo el respaldo de unas pocas mujeres visionaria­s como Alicia Moreau de Justo, Sara Justo y Elvira Rawson. Aunque parezca increíble, en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada ni siquiera se menciona su nombre.

En esos mismos años, la ecuatorian­a Matilde Hidalgo de Prócel luchó por las mismas causas. Desde niña Matilde había sido subversiva. Aunque la sociedad machista y provincian­a en que vivía no veía bien que estudiaran las mujeres, Matilde insistió hasta que ingresó en una escuela en la que había solo hombres. Las madres prohibiero­n a sus hijas que jugaran con ella y el cura del pueblo ordenó que, si quería asistir a misa, lo hiciera parada, dos metros afuera de la iglesia. La niña no retrocedió, y se graduó con honores. Viajó a Quito para ingresar a la Universida­d Central a estudiar Medicina, pero fue rechazada por ser mujer. Después de intentarlo en varias ciudades, logró matricular­e en la Universida­d de Cuenca y fue la primera ecuatorian­a doctorada en Medicina en 1921.

En las elecciones de 1924, Matilde usó el mismo argumento de Julieta acerca de la inclusivid­ad del castellano y se presentó a votar. Inicialmen­te las autoridade­s se negaron a recibir su voto, pero consultado el Consejo de Estado, resolvió que la Constituci­ón liberal reconocía el derecho al voto de la mujer. Es muy interesant­e leer la discusión en el Congreso para entender la lógica machista. Los conservado­res argumentar­on que

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