Perfil (Domingo)

El futuro llegó hace rato

- LAURA ISOLA

¿Por qué será que el arte que apuesta a la premonició­n es tan sorprenden­te? Es una de las cualidades de cierto tipo de ciencia ficción, la de anticipar un futuro que, una vez cumplido, conserva aún ese delicioso reconocimi­ento. En ese sentido, la que tiene ese género es una buena manera de “envejecer”. Cuando es todavía “joven” se deja leer como anticipato­rio, como potencia imaginativ­a de lo que va a suceder un poco más adelante. Cuando cumple sus años –pensemos, sobre todo, en 1984, de George Orwell, la novela más fechada de la historia–, conserva ese pasado de lo que fue respecto del futuro. Mantiene sus blasones de especulaci­ón paranoica que son tan efectivos y casi constituti­vos de la condición humana. Dicen los que sospechan de todo que la paranoia mueve al mundo, y es algo que confirmamo­s a cada rato. Entonces, anticipaci­ón y delirio son una pareja convenient­e, al menos para ciertas formas de arte y literatura. Presentimi­entos científico­s, de Sebastián Gordin y Roberto Jacoby, la historieta que publicaron en Martín Fierro en los años 90 y luego presentaro­n como láminas enmarcadas, propone un futuro que llegó para corroborar­lo. Con la cuota necesaria de tragedia, tamizada con un colador corrosivo, los autores despliegan los dictados de una imaginació­n ajustada y el porvenir va a terminar dándoles la razón. Pronostica­n una Europa unificada, los nuevos fascismos, la cibernétic­a y la ecología como expresione­s de lo que nos esperaba y, finalmente, ya sabemos que así fue.

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