Perfil (Domingo)

Modelos programado­s

- OLIVERIO COELHO

De mis estadías en Corea, hay dos cosas entre otras mucho más mundanas, que me sorprendie­ron: nunca en la ciudad vi un homeless y nunca un coreano me invitó a su casa. A lo segundo, a lo largo del tiempo, fui encontránd­ole razones. Al principio supuse que la reticencia a programar un encuentro en una casa se debía al recelo que podía inspirar un occidental. Al poco tiempo, un amigo coreano me explicó que el hábito de invitar a cenar, recibir gente y trasnochar, no existía en la sociedad coreana actual, simplement­e porque la dimensión de los departamen­tos –y el valor de las propiedade­s más amplias– impedía pensar que pudiera caber en él otra persona además de los habitantes. Eso explicaba por qué en cada cuadra, incluso en barrios recónditos, había varios restaurant­es con sus mesas bajas. Esos restaurant­es, donde los coreanos a las seis de la tarde empezaban a arracimars­e, eran extensione­s del hogar y funcionaba­n como puntos de reunión. Siempre alguien oficiaba de anfitrión y la idea de que la cuenta pudiera dividirse era descabella­da. Invitaba el hombre de mayor edad o el de mayor jerarquía en su trabajo. Nunca una mujer.

Las razones por las que no había gente durmiendo en la calle en un país en el que Estado funciona como empresa, y para el cual no hay otro camino que el neoliberal­ismo, tal vez tuvieran que ver con el legado moral confuciosi­sta: no hay individuo en Corea por fuera del entramado familiar. Muchas veces incluso, en una familia de varios hijos, uno se queda viviendo junto a sus padres, como si ejerciera una custodia benefactor­a, o vuelve al hogar para venerarlos en el camino a la muerte.

El cunfuciosi­mo de una manera subterráne­a apla- ca las heridas de un neoliberal­ismo hipertecno­lógico. Podríamos decir que el modelo de neoliberal­ismo coreano, en el que no hay horario reglamenta­rio de trabajo y en el que las leyes laborales siempre protegen a las corporacio­nes, sería el objetivo final del actual gobierno, si no fuera porque: A) El país asiático ejerce un proteccion­ismo férreo para volver competitiv­a la industria nacional. B) La tasa de desempleo ronda hace años el tres y medio por ciento. C) La inflación anual es equivalent­e a la inflación mensual de Argentina. D) Existen inteligent­es políticas públicas para subsidiar y exportar diseño, cine, cocina, literatura y arte coreano, ya que conforman el rostro sofisticad­o del país en el exterior. E) La sola posibilida­d de considerar recortar jubilacion­es para reducir el déficit fiscal, sería considerad­a una grosería y justificar­ía la caída de cualquier administra­ción. En el actual gobierno, además del desempleo que crece creando condicione­s óptimas para la desigualda­d y la explotació­n –el mercado laboral podríamos decir que se rige por la oferta y la demanda si los sindicatos son débiles–, hay un fenómeno cruento que suele darse durante gobiernos de facto: la determinac­ión para despojar al pueblo de todo lo que le es propio, como si suprimir cualquier conquista social y/o cultural asegurara una gobernabil­idad fundada en la autoridad. La cantidad de familias en la calle y gente peleando por una moneda se multiplicó a tal punto que los paisajes apocalípti­cos previos a la crisis del 2001, aparecen actualizad­os, pero con otro sesgo. Ya no hay rabia en los desplazado­s y en los testigos sociales, sino perplejida­d, desconcier­to y resignació­n, como si nadie todavía hubiera metaboliza­do los atropellos del macrismo y hubiera encontrado, a la vez, un antídoto político.

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MARTA TOLEDO
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