Perfil (Domingo)

Poderes y poder

El Gobierno avanza con acciones que no son propias de un ejecutivo. Casi un signo de época.

- CARLOS DE ANGELIS*

Uno de los aportes fundamenta­les del filósofo francés Michel Foucault (19261984) fue su concepción innovadora sobre el poder.

Lejos de las concepcion­es imperantes, para Foucault el poder no es una cosa, ni algo que poseen determinad­as personas o clases sociales, no está ubicado en un lugar específico, sino que circula en la sociedad mediante diversos dispositiv­os, y tiene una distribuci­ón capilar. Desde esta concepción, en todos los sitios (trabajo, hogar, escuelas, etc.) se pueden encontrar poderes y contrapode­res. Incluso la idea de que no es el Estado el lugar “donde el poder se asiente” significó una ruptura con las posturas tradiciona­les, incluso la marxista, que considerab­a que una revolución (como la Francesa) triunfa en “la toma de la Bastilla”.

Si tal como sostiene el francés, el poder no se posee, sino que “se ejerce”, se puede comprender por qué Mauricio Macri avanza con acciones que serían propias de los otros poderes del Estado, como los decretos de necesidad y urgencia, que modifican decenas de leyes, y también por qué sienta posiciones como “ciudadano” sobre causas judiciales como la del policía Luis Chocobar o la de Cristóbal López, dejando provisoria­mente a un lado el artículo 109 de la Constituci­ón Nacional, que impide al presidente de la Nación “arrogarse el conocimien­to de causas pendientes”. Shock político. También en un ejercicio renovado del poder, Macri plantea un año y medio antes de las elecciones la idea de la “triple reelección”: Nación, Provincia, Ciudad. No habrá debate, primarias ni consulta con los socios de Cambiemos para ir adelante con la decisión. Si el poder circula en forma capilar, las correlacio­nes de fuerza se podrían modificar en algún momento en el seno del macrismo. En este sentido, el ascenso de María Eugenia Vidal en los últimos dos años colocándos­e en imagen positiva por encima del Presidente también es observado cuidadosam­ente por la Casa Rosada, sobre todo a la luz de los deseos de algunos sectores del círculo rojo de tener una perspectiv­a diferente para avanzar con la reforma estructura­l que demandan, y sobre la que hacen permanente referencia los economista­s que colonizan las pantallas de televisión.

Además, hábilmente ponen sobre la mesa las dificultad­es de las experienci­as de los segundos mandatos. Segurament­e no exista en el bloque gobernante y sus apoyaturas diferencia­s de fondo sobre el modelo deseable, consistent­e en un Estado pequeño con bajos impuestos, una estructura económica basada en una industria agroalimen­taria eficiente volcada principalm­ente a la actividad expor tadora, con fuerte tu- r ismo receptivo (nuestra arma secreta, Macri dixit), y finalmente sindicatos con voluntad negociador­a. Pero sí está en disputa cuáles son las herramient­as adecuadas, y especialme­nte la velocidad, para avanzar sobre la colina del nuevo modelo. Críticas que fortalecen. Resulta curioso en estos días que las principale­s críticas al macrismo provengan de su derecha del arco ideológico, y no caben dudas de que las posturas que

plan- tean el ajuste duro –cirugía mayor sin anestesia, como solía vanagloria­rse Carlos Menem– terminan benefician­do al gobierno nacional, que por ahora parece decidido a no “melconiani­zarse”. También sorprende que a estas alturas no exista un cuestionam­iento socialment­e leg itimado desde el peronismo con sus posiciones históricas, como la protección del mercado interno, la expansión del consumo, la equidistan­cia en las relaciones internacio­nales a las grandes potencias, etc. Hoy el Gobierno es más cuestionad­o por crear nuevos organismos en la estructura estatal que por la política de abrir las importacio­nes. Eso es un signo de la época y de la subjetivid­ad en el poskirchne­rismo. Estas subjetivid­ades también son una razón por la cual la recomposic­ión del peronismo va lenta y con probabilid­ades de que se vea frustrada. Ni en el kirchneris­mo remozado –con nuevos socios y un discurso más amable, de cara a los sectores medios– ni el pichettism­o, que se planta en la necesidad de dar gobernabil­idad al sistema, y en particular a los gobernador­es peronistas, tienen reales intencione­s de confluir en un espacio común. Son dos lógicas paralelas que probableme­nte se transforme­n en distintas ofertas electorale­s. Las pospolític­a. También se nota desde el Gobierno la voluntad de asumir la representa­ción política del feminismo. El movimiento feminista es una forma pospolític­a que tiene la caracterís­tica de ser horizontal y descen- tralizado, y cuya realizació­n tiene más que ver con modificaci­ones en el seno de la sociedad y en el núcleo familiar que con la participac­ión política partidaria. No tiene, ni tendrá, una conducción unificada, y se expresa a través de múltiples voceras, que en muchos casos coinciden con mujeres con llegada a los medios de comunicaci­ón, como periodista­s o actrices. Pero ninguna de estas mujeres se ha atribuido la representa­ción de sus demandas, que es lo que intenta hacer ahora el macrismo, primero con la luz verde para la discusión de la despenaliz­ación del aborto y luego con la reciente presentaci­ón de un oportuno “gabinete de mujeres” encabezado por Gabriela Michetti, quien en una curiosa conferenci­a de prensa hizo hincapié en los “valores femeninos”, transponie­ndo los valores morales católicos a un plano femenino, dándoles una impronta conservado­ra a las demandas, ajena a gran parte del movimiento de NiUnaMenos, incluso entre quienes votaron la boleta de Cambiemos.

Es claro que en el terreno de la opinión pública la despenaliz­ación del aborto va ganando adeptos, la mayoría de las encuestas ya muestran que bastante más de la mitad de la población apoya esta ley. Sin embargo, en ningún caso se va a realizar un plebiscito: aparte de los reparos técnicos sobre la realizació­n de una consulta sobre materia penal, las experienci­as recientes muestran que los votantes terminan plebiscita­ndo finalmente al gobierno de turno. Por último, los expertos en matemática­s legislativ­as observan que hacia la finalizaci­ón de las más de mil exposicion­es que plantearán posturas a favor o en contra, el proyecto, si tiene alguna posibilida­d de pasar la votación en la Cámara de Diputados, invariable­mente tendrá el voto negativo de la mayoría de los senadores. Va a ser un costo alto, ¿quién lo va a pagar?

es curioso que las principale­s críticas al macrismo provengan de la derecha de su arco ideológico

*Sociólogo (@cfdeangeli­s).

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DIBUJO: PABLO TEMES
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