CINCO AÑOS
del presidente Mauricio Macri. Ya hace unos pocos años (dos o tres) apareció el texto en Facebook, Twitter y WhatsApp con un mensaje común del tipo “me mandaron esto y no lo conocía”. Una linda historia, muy bien contada, que prendió rápidamente en la gente y hasta fue replicada por Casa Rosada. Pero, ¿qué hay de cierto en esto? Un simple rastreo del origen de la historia no permite conocer al autor, ni las fuentes, ni publicación alguna más allá de dos o tres años. Las lecturas de las crónicas de época no hacen siquiera alguna mención de los “siete veteranos guerreros vestidos en sus raídos uniformes que aparecieron de la nada para custodiar toda la noche los ilustres restos mortales y que al amanecer desaparecieron en sus cabalgaduras”. ¿Es posible que hubiese sobrevivientes de aquellos legendarios Granaderos a caballo cuyo regimiento se disolvió en 1826 por orden del presidente Rivadavia? Obviamente que la respuesta es sí, los había, incluso presentes en los actos oficiales como los generales Pedernera y Frías; o el propio Gerónimo Espejo (cronista de la campaña de los Andes), como otros nombres que sería largo enumerar. ¿Es posible que tuvieran aún sus uniformes? La lógica indicaría que no, pues hay documentos que señalan que fueron devueltos junto con las armas en 1826. Algunos la defienden como “tradición oral”, pero ¿de quien? ¿Cómo? ¿Es posible que a los periodistas e historiadores de la época se les pasara por alto semejante acontecimiento? ¿Que publicaciones prestigiosas, años después, no conocieran este relato? La respuesta es no. ¿Y por qué? Porque esta historia no era conocida, como no fue conocida durante más de un siglo hasta que fue publicada en internet anónimamente. Por supuesto que pueden aparecer historias nuevas de tiempos pasados, la historia es dinámica, pero siempre respaldadas en documentos o testimonios inéditos, cosa que, en este caso, no registra siquiera una cita. En base a una historia seria y documentada, debemos observar que el bello relato de los siete granaderos es ficción o una leyenda, hasta que aparezca prueba documental al respecto, o una fuente para verificar, o que el autor anónimo se digne a “confesar” su creación. Roberto Colimodio Historiador robertocolimodio @yahoo.com.ar Cumplido un quinquenio de un papado con varias polémicas, algunas reformas y muchas presiones conservadoras, una gran porción de los argentinos continúa preocupándose por el viaje de Bergoglio a nuestro país (tema que en lo personal no me interesa demasiado, puesto que no le encuentro relación a una visita papal con el reconocimiento, la simpatía o el golpe de efecto que pueda significar para el mismo); hay que apartar los tantos. Sí, le puede convenir políticamente al gobierno de turno; si es obligación del Papa opinar sin tapujos sobre irregularidades graves, no siempre lo hace, o sin el vigor necesario, como en el caso de Venezuela, Siria o Rusia, entre tantos otros países. En estos cinco años han continuado arrastrándose el prestigio y la credibilidad de la Iglesia; en gran parte por la cantidad de abusos sexuales de menores por parte de integrantes del clero, tragedia que se vio acrecentada en la reciente visita a Chile y con su defensa de monseñor Barros, quien niega haber visto algo inapropiado hasta hoy. Cabe recordar el caso Karadima, obispo con múltiples acusaciones, quien después de varios años fue procesado por el Vaticano, que lo condenó a “una vida de silencio y arrepentimiento” (cuántos delincuentes quisieran este castigo). De paso sea dicho, me hace recordar a las penas impuestas a los jueces corruptos (por lo liviana). No tendría que preocupar tanto el pensamiento político de Bergoglio; sí el hecho de recibir a personajes, de cualquier tendencia, largamente sospechados, y que más allá de su intención militante encubren a individuos con un cholulismo a prueba de balas. “Este es tiempo de luz, de Justicia en la Iglesia”, dijo en Chile. Deberá confirmarlo, y no tardíamente, pues su figura y su prestigio han sufrido daños difíciles de revertir. Carlos Alberto Ferrer carlosferrer4010 @hotmail.com