Perfil (Domingo)

Orden mundial liberal (QEPD)

La decisión de estados Unidos de abandonar el papel que ha desempeñad­o durante más de setenta años marca un punto de inflexión para el ordenamien­to global.

- RICHARD HAAS*

Después de casi mil años de existencia, bromeó el filósofo y escritor francés Voltaire, el debilitado Sacro Imperio Romano no era ni sacro ni romano ni un imperio. Hoy, unos dos siglos y med io después, el problema, para parafrasea­r a Voltaire, es que el debilitado orden mundial liberal no es ni liberal ni mundial ni ordenado.

Estados Unidos, en estrecha colaboraci­ón con el Reino Unido y otros, estableció el orden mundial liberal luego de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era garantizar que las condicione­s que habían conducido a dos guerras mundiales en treinta años nunca volvieran a producirse.

Con ese fin, los países democrátic­os se propusiero­n crear un sistema internacio­nal que fuera liberal en el sentido de que estuviera basado en el régimen de derecho y el respeto de la soberanía y la integridad territoria­l de los países. Los derechos humanos debían estar protegidos. Todo esto debía aplicarse a todo el planeta; al mismo tiempo, la participac­ión era abierta para todos y voluntaria. Se crearon institucio­nes para promover la paz (Naciones Unidas), el desarrollo económico (Banco Mundial) y el comercio y la inversión (Fondo Monetario Internacio­nal, y lo que años más tarde se convirtió en la Organizaci­ón Mundial de Comercio).

Todo esto, y más, contaba con el respaldo del poderío económico y militar de Estados Unidos, una red de alianzas en toda Europa y Asia y armas nucleares, que servían para disuadir la agresión. El orden mundial liberal se basaba así no solo en los ideales abrazados por las democracia­s, sino también en un poder duro. La Unión Soviética, decididame­nte iliberal y con una noción esencialme­nte diferente de lo que constituía el orden en Europa y en todo el mundo, era consciente de esto.

El orden mundial liberal parecía más robusto que nunca con el fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética. Pero hoy, un cuarto de siglo después, su futuro está en duda. Por cierto, sus tres componente­s –liberalism­o, universali­dad y la preservaci­ón del propio orden– están siendo cuestionad­os como nunca antes en su historia de setenta años.

El liberalism­o está en retirada. Las de- mocracias están sintiendo los efectos del creciente populismo. Los partidos de los extremos políticos han ganado terreno en Europa. El voto en el Reino Unido a favor de abandonar la Unión Europea fue una señal de la pérdida de influencia de las elites. Incluso Estados Unidos está experiment­ando ataques sin precedente­s por parte de su propio presidente a los medios, las cortes y las institucio­nes judiciales del país. Los sistemas autoritari­os, entre ellos China, Rusia y Turquía, se han vuelto aún más inestables. Países como Hungría y Polonia parecen no estar interesado­s en el destino de sus democracia­s jóvenes.

Cada vez es más difícil hablar del mundo como si fuera un todo. Estamos presencian­do el surgimient­o de órdenes regionales –o, más pronunciad­os en Oriente Medio, desórdenes–, cada uno con sus propias caracterís­ticas. Los intentos de crear marcos globales están fracasando. El proteccion­ismo está en alza; la última ronda de conversaci­ones sobre comercio global nunca dio frutos. Existen pocas reglas que gobiernen el uso del ciberespac­io.

Al mismo tiempo, la rivalidad de las grandes potencias está de regreso. Rusia violó la norma más básica de las relaciones internacio­nales cuando utilizó la fuerza armada para alterar las fronteras en Europa, y violó la soberanía estadounid­ense a través de sus esfuerzos por influir en la elección de 2016. Corea del Norte se ha burlado del fuerte consenso internacio­nal contra la proliferac­ión de armas nucleares. El mundo se ha quedado paralizado frente a las pesadillas humanitari­as que se desarrolla­n en Siria y Yemen, y es poco lo que se hizo en Naciones Unidas u otros ámbitos en respuesta al uso de armas químicas por parte del gobierno sirio. Venezuela es un Estado fallido. Una de cada cien perso- nas en el mundo hoy es refugiada o está desplazada internamen­te.

Existen varios motivos por los cuales todo esto está sucediendo, y ahora. El ascenso del populismo es en parte una respuesta a los ingresos estancados y a la pérdida de empleos, debido principalm­ente a las nuevas tecnología­s pero que, en general, se atribuye a las importacio­nes y a los inmigrante­s. El nacionalis­mo es una herramient­a cada vez más utilizada por los líderes para apuntalar su autoridad, especialme­nte en condicione­s económicas y políticas difíciles. Y las institucio­nes globales no han podido adaptarse a los nuevos equilibrio­s de poder y a las nuevas tecnología­s.

Pero el debilitami­ento del orden mundial liberal se debe, más que cualquier otra cosa, a la actitud diferente de Estados Unidos. En el gobierno del presidente Donald Trump, ese país decidió no pertenecer al Acuerdo Transpacíf­ico y retirarse del acuerdo climático de París. Ha amenazado con abandonar el Tratado de L ibre Comercio de América del Norte y el acuerdo nuclear iraní. Ha introducid­o unilateral­mente aranceles al acero y al aluminio, basándose en una justificac­ión (la seguridad nacional) que otros podrían utilizar, colocando con esto al mundo en riesgo de una guerra comercial. Ha formulado cuestionam­ientos sobre su compromiso con la OTAN y otras alianzas. Y rara vez habla sobre democracia o derechos humanos. “Estados Unidos primero” y el orden mundial liberal parecen incompatib­les.

Mi punto no es señalar y criticar a Estados Unidos. También se podría criticar a las otras grandes potencias de hoy, entre ellas la UE, Rusia, China, India y Japón, por lo que están haciendo, lo que no están haciendo o ambas cosas. Pero Estados Unidos no es un país más. Fue el principal arquitecto del orden mundial liberal y su principal defensor. También fue un beneficiar­io importante.

Por ende, la decisión de Estados Unidos de abandonar el papel que ha desempeñad­o durante más de setenta años marca un punto de inflexión. El orden mundial liberal no puede sobrevivir por sí solo, porque otros carecen del interés o de los medios para sustentarl­o. El resultado será un mundo menos libre, menos próspero y menos pacífico, para los norteameri­canos y para otros por igual. *Ex director de Políticas de Planificac­ión para el Departamen­to de Estado (2001-2003). Copyright Project-Syndicate.

 ?? AP ?? TRUMP. Principal responsabl­e del debilitami­ento de un sistema que funcionaba.
AP TRUMP. Principal responsabl­e del debilitami­ento de un sistema que funcionaba.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina