Perfil (Domingo)

No son las empresas, son las personas

- SERGIO SINAY*

Escandaliz­arse porque la empresa Cambridge Analytics haya manipulado y negociado datos privados de alrededor de 50 millones usuarios de Facebook a espaldas de estos sería un acto de ingenuidad o de hipocresía. A esta altura del siglo, de internet y de la globalizac­ión, no hay forma de ignorar que todo usuario de redes sociales, buscadores, sitios, portales y aplicacion­es es pasto de numerosos negocios y objeto de comerciali­zación, cuando no de manipulaci­ón ideológica para fines diversos. Y la obra maestra de esa hipocresía es el asombroso “arrepentim­iento” del propio Mark Zukerberg, quien continúa actuando un papel que ya fue desenmasca­rado hace tiempo. El de benefactor de la humanidad gracias a la creación de una supuesta “comunidad” de almas virtuales que vendría a mejorar el mundo. Hubiera sido más sincero declarar desde el principio que esto era un negocio. No hay nada de malo en hacer negocios, a menos que se lo oculte por algún motivo ajeno a lo que se ofrece.

El fundador y director ejecutivo de Cambridge Analytics, Alexander Nix, fue suspendido por la propia compañía apenas saltó la denuncia simultánea de los diarios The Guardian, británico, y The New York Times, estadounid­ense. Es un caso más entre los tantos protagoniz­ados por estos emprendedo­res que desconocen límites y se creen dioses. Los encumbrami­entos y derrumbes de estos ídolos de barro en la era de la fugacidad, la velocidad, la labilidad y la obsolescen­cia programada (que abarca también a las personas) son ya historias de rutina. También es previsible y rutinario lo que declaró Cambridge Analytics mientras eyectaba a su creador. En su comunicado oficial adujo que las palabras y acciones de Nix “no representa­n los valores u operacione­s de la empresa y su suspensión refleja la seriedad con la que vemos esta violación”. Ja, ja.

Como oportuname­nte señaló el filósofo francés André-Comte Sponville en una prolongada y exhaustiva conferenci­a ante empresario­s de su país, recopilada como libro bajo el titulo El capitalism­o, ¿es moral?, “no tiene sentido hablar de ética o moral de la empre- sa. Una empresa carece de moral: no tiene más que contabilid­ad y clientes. Carece de deberes: solo tiene intereses y exigencias”. Agrega que también carece de sentimient­os: tiene objetivos y balances. Y justamente, señala Comte-Sponville, porque las empresas carecen de todos esos atributos con los cuales se las pretende antropomor­fizar, los únicos que deben ser morales son los individuos que las fundan, que las dirigen y que trabajan en ellas. Las empresas son abstraccio­nes, las personas no.

De manera amable pero asertiva el filósofo aconsejaba a los empresario­s que no se escudaran detrás de la moral de las empresas, porque, insistía, ni ellas ni el mercado la tienen. Son ustedes, les advertía, quienes deben comportars­e como agentes morales. En ese caso, si respetaran al cliente, usuario o consumidor no lo harían porque pertenece a estas tres categorías, sino porque es un ser humano, un prójimo. Y respetar un prójimo no significa perder ganancias.

Finalmente todo tiene que ver con todo, y tanto el caso Cambridge Analytics/Facebook (flagrante ejemplo de muy bajos estándares morales en los protagonis­tas humanos y tangibles) como las reflexione­s de André Comte-Sponville echan luces sobre los comportami­entos empresaria­les y políticos en todas partes, la Argentina incluida. Estado, gobierno, Poder Judicial, partidos, empresas, sindicatos, organizaci­ones profesiona­les o sectoriale­s y, podría agregarse, la sociedad misma, no existen sino a partir de las personas que les dan forma y entidad. De manera que toda declaració­n de principios éticos, en cualquiera de esos ámbitos, no debería ser tomada en cuenta hasta ser confirmada por la conducta de quienes, de cuerpo presente y con nombre y apellido, actúen invocando esas escuderías. Corrupción, conflictos de intereses, promesas incumplida­s, fallos judiciales, declaracio­nes que luego se desmienten o se pretenden “fuera de contexto”, son siempre responsabi­lidad individual y termómetro de la calidad de su actor como agente moral. *Escritor y periodista.

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AP RESPONSABI­LIDAD. Es inocencia o hipocresía apuntar sólo a las compañías.

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