Perfil (Domingo)

‘Los niños perdidos’ (fragmento)

- POR VALERIA LUISELLI

La actitud en Estados Unidos frente a la migración de niños no es siempre tan negativa. Pero sí es, de un modo bastante generaliza­do, “mal comprendid­a”. Es decir, se suele pensar que las migracione­s como la de todos estos niños son un problema “de ellos” –los bárbaros del sur–, de modo que “nosotros” –en el civilizado norte– no tenemos por qué lavarles la ropa sucia. La devastació­n del tejido social en países como Honduras, El Salvador o Guatemala se suele concebir como un problema centroamer­icano de “violencia de pandillas” que hay que mantener de ese lado de las fronteras. Se dice poco o nada del control de armas que se trafican desde Estados Unidos hacia México y Centroamér­ica. De igual modo, la “guerra contra las drogas” se sigue pensando como un fenómeno circunscri­pto a México, en donde Estados Unidos juega un papel acaso indirecto –a través del tráfico ilegal de armas, por un lado, y el consumo de las drogas, por otro…

Pero la realidad es otra: las guerras del narco se están peleando en las calles de San Salvador, San Pedro Sula, Iguala, Tampico, Los Angeles y Hempstead. Las causas y raíces de la situación actual tienen vínculos hemisféric­os; y las consecuenc­ias, por ende, tienen un alcance también hemisféric­o. Es urgente empezar a hablar de la guerra del narco como una “guerra hemisféric­a”, que abarca cuando menos el territorio que empieza en los Grandes Lagos del norte de Estados Unidos y termina en las sierras de Celaque, en el sur de Honduras. o externos en o fuera de Argentina (Marcelo Cohen, Mariana Dimópulos, Matías Alinovi, Cynthia Rimsky, Sonia Budassi, Ignacio Molina, María Negroni), el trabajo de Chejfec está en el lenguaje: “Un trabajo que distingue su voz y que podría entenderse también como un resultado de su errancia migratoria. Quizá la posición siempre un poco desplazada del migrante colabora en la construcci­ón de esa mirada documental que caracteriz­a Teoría del ascensor y otros textos de Chejfec. El mismo ha dicho que de la acción de deambular se deriva cierta sintaxis de sus textos. Y supongo que deambular por geografías desconocid­as le impone una distancia que luego él se encarga de colapsar mediante la palabra”.

Sin duda, a futuro podrían surgir otras formas de abordar la inmigració­n: de por sí, ya existe el problema de la lengua en los casos en que hay desplazami­entos a países donde esta no es la misma, pero aunque lo fuera, están los localismos y tonos que alteran el sentido. Moverse de un país a otro es encontrar otro mundo y agregarlo al anterior, no sustituirl­o, porque la experienci­a, como ya se ha dicho, es insustitui­ble.

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