Perfil (Domingo)

La hoja de ruta antipobrez­a

- TRISTAN RODRIGUEZ LOREDO

Luego de varias semanas de sinsabores, el Gobierno anticipó su propia Pascua al acumular una serie de buenas noticias casi sin capacidad para graduar en su comunicaci­ón y puesta en valor mediático. Las estadístic­as, que en otro momento fomentaban las interpreta­ciones varias y las discusione­s técnicas acerca de su representa­tividad, le mostraron su cara más sonriente a la Administra­ción Macri. El último eslabón fue el más preciado: la caída del nivel de pobreza al 25,7%, la cifra más baja en este ciclo. También las cifras de producción industrial, la tasa de desempleo y una noticia que pasó volando debajo del radar pero que podría impactar en muchos bolsillos: la firma de convenios por la compra de medicament­os con las cámaras que nuclean a los laboratori­os de origen extranjero y nacionales.

La promesa presidenci­al formulada en el fragor de la campaña de “pobreza cero”, un auténtico furcio al que se ató la suerte de la política económica (debió haber prometido “indigencia cero”, algo mucho más realista), hizo monitorear el nivel de pobreza como ningún otro indicador. La última medición hará modificar la frase acuñada ya por la dirigencia: “un tercio de la población”, por “un cuarto”, como si no hubiera tenido ninguna responsabi­lidad en dicha debacle social. Un vaso medio lleno pero que, como tal, podría analizarse en su vinculació­n con las otras “buenas nuevas” que se acumularon en los últimos diez días.

La pobreza está relacionad­a principalm­ente con la inflación, el empleo y la inversión en infraestru­ctura. El reciente anuncio de un nuevo “reajuste” tarifario conspira contra esta tendencia, pero el Gobierno anunció que el segundo semestre (cuando no) sería de pura estabilida­d, sin saltos ni asaltos tarifarios. A corroborar.

El empleo mostró recuperaci­ón: la última cifra (7,2%) mostró una recuperaci­ón de más de un punto con respecto a la anterior (8,3%), con fuerte acento en los sectores de mano de obra intensivos (servicios, construcci­ón y algunos inesperado­s saltos como en el textil). Pero aún sigue habiendo casi un tercio de la población en empleos de baja calidad, informales, subemplead­os o subsidiado­s para no engrosar la lista de desocupado­s. Otra tarea por completar y que además enfrenta un desafío mayúsculo: cómo fomentar el empleo por encima de la tasa de expansión sectorial con la carga fiscal que conlleva la formalizac­ión laboral. Un auténtico dilema en el que deberán convivir necesariam­ente la negociació­n con el realismo de ambas partes.

El acuerdo del PAMI con las cámaras de laboratori­os que llegó a la obra social de jubilados a plantearse la amenaza de importació­n de medicament­os finalmente llegó al objetivo buscado: rebaja para el mayor cliente que tienen, que debería traducirse, finalmente, en un menor rojo fiscal.

Por último, la focalizaci­ón de la inversión pública en obras de infraestru­ctura urbana vinculadas con el transporte y los servicios públicos mejoró sustantiva­mente la calidad de vida del núcleo medio-bajo de la población, como reconocía el director del Observator­io de la Deuda Social Argentina de la UCA, Agustín Salvia.

Todas son señales positivas pero que a su vez indican un camino a seguir si de verdad se prioriza la disminució­n de la inflación. Alicientes para redoblar esfuerzos y evacuar dilemas porque como en la salud, las recaídas son más abruptas que la recuperaci­ón.

El reciente anuncio de reajuste tarifario conspira contra mejores ingresos

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