Perfil (Domingo)

Guerra de espías por la ex SiDe

la interna entre la Afi y los agentes residuales, sin control

- ANDRÉS FIDANZA

El escándalo mediático por la pedofilia puso al descubiert­o los choques y cómo el macrismo no consigue dominar los servicios de inteligenc­ia a los que hasta ayer recurrió. La sombra de Stiuso.

Por si el festival de escuchas filtradas a la prensa había dejado alguna duda, la performanc­e de Natacha Jaitt la despejó: el submundo del espionaje es un hormiguero, plagado de operacione­s, de pujas políticas, de negocios, microempre­ndimientos y pillerías de bajo vuelo. Actividade­s hechas desde la informalid­ad, por agentes retirados, inorgánico­s o en actividad. O directamen­te por personajes con algún tipo de contacto con los servicios de inteligenc­ia.

Tal desorden, sumado a la opacidad propia de ese ámbito, atenta contra las lecturas lineales sobre los intereses en juego. Sobre cuáles son las víctimas reales y cuáles los autores en bambalinas de cada acción.

En 2014, la pelea de Cristina Kirchner con la conducción formal de la ex SIDE, encarnada por el mítico Jaime Stiuso, rompió un statu quo funcional. Un equilibrio que iba desde el edificio de la Agencia hasta los tribunales de Comodoro Py, pasando por la Rosada.

Desde ese momento, las expulsione­s masivas de agentes y el cambio de clima político potenciaro­n la desintegra­ción. El intento cristinist­a de camporizar la AFI duró poco más de un año. Seis meses después de que Cristina Kirchner abandonara la Rosada, los agentes de la AFI pinchaban online sus charlas telefónica­s con Oscar Parrilli, último jefe de la ex SIDE kirchneris­ta. Y seis meses más tarde, esas escuchas se empezaban a difundir desde ciertos medios.

Con Mauricio Macri en la presidenci­a, el dúo Gustavo Arribas y Silvia Majdalani desplegó una purga de más de 900 espías. En esa lista figuró el único sobrevivie­nte de la vieja guardia: Fernando Pocino, el ex número tres de la SIDE.

Pese a la pretensión refundacio­nal del macrismo, algunos agentes históricos volvieron por goteo: el director de Finanzas, Juan José Gallea, y un personaje vinculado al ex subjefe de la SIDE en tiempos de la Alianza, el abogado Darío Richarte. De la mano del presidente de Boca, Daniel Angelici, muy cercano a Arribas, Richarte concretó su ingreso informal al PRO.

Antes de ser nombrada por Macri, Majdalani arrastraba cierta familiarid­ad con los servicios de inteligenc­ia. Entre 2011 y 2015 fue la vicepresid­enta de la comisión bicameral encargada de controlar a la ex SIDE. La Turca, además, era amiga del ex segundo de la Secretaría, Francisco “Paco” Larcher.

El macrismo, sin embargo, insiste en su desconexió­n con la “SIDE pasada”. Busca despegarse especialme­nte del ex director general de Operacione­s y espía entre 1972 y 2014: el omnipresen­te Stiuso. Con ese objetivo, Arribas y Majdalani presentaro­n una suerte de autodenunc­ia judicial el viernes pasado. Rechazaron la posibilida­d de que Stiuso lidere una banda de inteligenc­ia ilegal, en sociedad con agentes actuales. O al menos negaron que lo hiciera con su aval. “Gustavo no se puede meter en lo que hacen los empleados en sus ratos libres”, ironiza un ex integrante de “La Casa”.

Arribas y Majdalani sugirieron por default que Stiuso, o un sector de su antigua tropa, podría haber motorizado la acusación múltiple de la modelo Natacha Jaitt sobre una supuesta red de pedofilia. Contratada por una empresa misteriosa, Jaitt incluyó al ex legislador Gustavo Vera como pedófilo, dentro de una larga lista de figuras públicas.

Vera es un denunciant­e permanente de la explotació­n se- xual y de Stiuso en particular, a quien le atribuye manejar prostíbulo­s con fines extorsivos. Además de Vera, Jaitt mencionó al periodista Carlos Pagni y a la gerenta de programaci­ón y alma del grupo América, Liliana Parodi. “Los destinatar­ios de una operación son siempre pocos. Pero se suman otros nombres para que no parezca tan direcciona­da”, revela un hombre que conoce de primera mano los códigos del espionaje.

Otra hipótesis respecto a la motivación de la denuncia, no excluyente con la anterior, es el efecto faranduliz­ación. La performanc­e de Jaitt en el programa de Mirtha Legrand llegó inmediatam­ente después de que avanzara la investigac­ión sobre una trama de prostituci­ón y pedofilia, por la que está detenido un habitante de la noche porteña: el relacionis­ta público Leonardo Cohen Arazi. Convertir ese delito en un reality show farandules­co podría diluir responsabi­lidades y vinculacio­nes de Cohen Arazi con personajes de la inteligenc­ia.

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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AGENTES. Arribas y Majdalani desplegaro­n una purga de más de 900 espías. La sombra de Stiuso sigue sobrevolan­do la agencia.
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Escribe Sarlo: denuncias sin pruebas y show impúdico.

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