Guerra de espías por la ex SiDe
la interna entre la Afi y los agentes residuales, sin control
El escándalo mediático por la pedofilia puso al descubierto los choques y cómo el macrismo no consigue dominar los servicios de inteligencia a los que hasta ayer recurrió. La sombra de Stiuso.
Por si el festival de escuchas filtradas a la prensa había dejado alguna duda, la performance de Natacha Jaitt la despejó: el submundo del espionaje es un hormiguero, plagado de operaciones, de pujas políticas, de negocios, microemprendimientos y pillerías de bajo vuelo. Actividades hechas desde la informalidad, por agentes retirados, inorgánicos o en actividad. O directamente por personajes con algún tipo de contacto con los servicios de inteligencia.
Tal desorden, sumado a la opacidad propia de ese ámbito, atenta contra las lecturas lineales sobre los intereses en juego. Sobre cuáles son las víctimas reales y cuáles los autores en bambalinas de cada acción.
En 2014, la pelea de Cristina Kirchner con la conducción formal de la ex SIDE, encarnada por el mítico Jaime Stiuso, rompió un statu quo funcional. Un equilibrio que iba desde el edificio de la Agencia hasta los tribunales de Comodoro Py, pasando por la Rosada.
Desde ese momento, las expulsiones masivas de agentes y el cambio de clima político potenciaron la desintegración. El intento cristinista de camporizar la AFI duró poco más de un año. Seis meses después de que Cristina Kirchner abandonara la Rosada, los agentes de la AFI pinchaban online sus charlas telefónicas con Oscar Parrilli, último jefe de la ex SIDE kirchnerista. Y seis meses más tarde, esas escuchas se empezaban a difundir desde ciertos medios.
Con Mauricio Macri en la presidencia, el dúo Gustavo Arribas y Silvia Majdalani desplegó una purga de más de 900 espías. En esa lista figuró el único sobreviviente de la vieja guardia: Fernando Pocino, el ex número tres de la SIDE.
Pese a la pretensión refundacional del macrismo, algunos agentes históricos volvieron por goteo: el director de Finanzas, Juan José Gallea, y un personaje vinculado al ex subjefe de la SIDE en tiempos de la Alianza, el abogado Darío Richarte. De la mano del presidente de Boca, Daniel Angelici, muy cercano a Arribas, Richarte concretó su ingreso informal al PRO.
Antes de ser nombrada por Macri, Majdalani arrastraba cierta familiaridad con los servicios de inteligencia. Entre 2011 y 2015 fue la vicepresidenta de la comisión bicameral encargada de controlar a la ex SIDE. La Turca, además, era amiga del ex segundo de la Secretaría, Francisco “Paco” Larcher.
El macrismo, sin embargo, insiste en su desconexión con la “SIDE pasada”. Busca despegarse especialmente del ex director general de Operaciones y espía entre 1972 y 2014: el omnipresente Stiuso. Con ese objetivo, Arribas y Majdalani presentaron una suerte de autodenuncia judicial el viernes pasado. Rechazaron la posibilidad de que Stiuso lidere una banda de inteligencia ilegal, en sociedad con agentes actuales. O al menos negaron que lo hiciera con su aval. “Gustavo no se puede meter en lo que hacen los empleados en sus ratos libres”, ironiza un ex integrante de “La Casa”.
Arribas y Majdalani sugirieron por default que Stiuso, o un sector de su antigua tropa, podría haber motorizado la acusación múltiple de la modelo Natacha Jaitt sobre una supuesta red de pedofilia. Contratada por una empresa misteriosa, Jaitt incluyó al ex legislador Gustavo Vera como pedófilo, dentro de una larga lista de figuras públicas.
Vera es un denunciante permanente de la explotación se- xual y de Stiuso en particular, a quien le atribuye manejar prostíbulos con fines extorsivos. Además de Vera, Jaitt mencionó al periodista Carlos Pagni y a la gerenta de programación y alma del grupo América, Liliana Parodi. “Los destinatarios de una operación son siempre pocos. Pero se suman otros nombres para que no parezca tan direccionada”, revela un hombre que conoce de primera mano los códigos del espionaje.
Otra hipótesis respecto a la motivación de la denuncia, no excluyente con la anterior, es el efecto farandulización. La performance de Jaitt en el programa de Mirtha Legrand llegó inmediatamente después de que avanzara la investigación sobre una trama de prostitución y pedofilia, por la que está detenido un habitante de la noche porteña: el relacionista público Leonardo Cohen Arazi. Convertir ese delito en un reality show farandulesco podría diluir responsabilidades y vinculaciones de Cohen Arazi con personajes de la inteligencia.