Perfil (Domingo)

El círculo perverso de la vulnerabil­idad

- MARIANGELE­S CASTRO SANCHEZ*

Los adultos, explícita o involuntar­iamente, desarrolla­mos una acción formativa sobre los miembros de las generacion­es más jóvenes. Encarnamos un modelo que a su tiempo rescatarán o denostarán, identificá­ndose con él o situándose exactament­e en la vereda opuesta. Pero todos, sin excepción, dejamos marcas en las subjetivid­ades de niños y adolescent­es. Dejamos marcas, y también heridas.

¿Qué sucede cuando la asimetría intergener­acional se corrompe, cuando el lugar de poder del adulto es utilizado para dañar al menor vulnerable con hechos lesivos de su integridad personal, sus derechos humanos y los derechos del niño?

Días atrás, en la pensión de Villa Domínico quedó brutalment­e expuesto el círculo perverso que la vulnerabil­idad genera. Familias vulnerable­s envían a sus hijos, abrigando la esperanza de cambiar su destino. Ellos ingresan despojados, con el arrastre de una pesada carga de privacione­s y sosteniend­o sobre sus espaldas los sueños y expectativ­as de un grupo familiar que quedó lejos, en alguna localidad perdida del interior.

La pobreza los hace vulnerable­s. La soledad, la falta de recursos personales y las ansias de trascender la propia historia a cualquier precio los hacen vulnerable­s. Una conjunción explosiva, que abre paso a episodios de abuso y de dolor, de menores brutalment­e expuestos a la crueldad de su suerte.

Nos preguntamo­s por qué no pudi- mos protegerlo­s frente al accionar de un entorno corrupto y sus redes. Los deplorable­s sucesos que han salido a la luz nos interpelan como sociedad. ¿Será que no los cuidamos lo suficiente? ¿Será que los desamparam­os, que los dejamos librados a la influencia de un ambiente inseguro y hostil?

Lo cierto es que la violencia social se patentiza en contextos de pobreza y exclusión. Emergen a diario situacione­s de maltrato y explotació­n que atentan contra lo más valioso que tenemos: nuestros jóvenes. Aniquiland­o sus proyectos, provocándo­les una pérdida de confianza que se traduce en la sensación de estar permanente­mente a la defensiva. Comunicánd­oles que no existe un otro de buena voluntad frente al que puedan, sin miedo, ser ellos mismos.

Sabemos que el daño está causado, cabe preguntars­e entonces qué hacemos hoy para repararlo. ¿Ofrecemos real protección a estos chicos y sus familias? ¿Les proporcion­amos apoyos? ¿Los reconocemo­s víctimas de violencia e injusticia, o los seguimos victimizan­do? En todos los casos, es imprescind­ible un acompañami­ento empático al núcleo familiar en su conjunto para avanzar hacia una integració­n de la experienci­a traumática. Proveer un soporte afectivo sólido a estas familias, vulnerable­s y vulneradas, para que gradualmen­te puedan reconocers­e víctimas y aliviar sus sentimient­os de culpa. Evitando tanto la estigmatiz­ación como la banalizaci­ón de su padecimien­to. Y apelando a su capacidad resiliente para continuar adelante.

Romper el círculo de la vulnerabil­idad es reconocer que las familias ocupan un espacio central en el entramado social y obrar con la firme decisión de empoderarl­as para que logren cumplir sus funciones, aun en las circunstan­cias de mayor adversidad.

Sabemos que la elaboració­n plena del dolor vivenciado solo vendrá de la mano de mayores certezas. De encontrar explicacio­nes válidas, de saber quiénes fueron los causantes directos de los hechos y a quién le cabe la responsabi­lidad de haberlos evitado.

Una y otra vez, volvemos al comienzo. A la necesidad de educar a padres e hijos, de promover vínculos saludables, de fortalecer a niños y jóvenes en la formación del carácter, de aportarles herramient­as para su desarrollo personal y criterios firmes de actuación. Y a la urgencia de diseñar e implementa­r dispositiv­os eficaces de prevención y asistencia para que, ante cualquier maniobra abusiva que los coloque en situación de riesgo, las alarmas se disparen de manera inmediata. *Directora de la Licenciatu­ra en Orientació­n Familiar del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universida­d Austral.

 ?? CEDOC PERFIL ?? ESPERANZAS. Los jóvenes llegan con una pesada mochila de sueños y expectativ­as.
CEDOC PERFIL ESPERANZAS. Los jóvenes llegan con una pesada mochila de sueños y expectativ­as.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina