Perfil (Domingo)

La libertad del control

- LUIS COSTA*

Un cerrajero y unas actrices hablando sobre aborto, el ex gobernador detenido y Caputo con su papelito a Cerruti, Amnistía visitando a Macri, denuncias de abuso en Independie­nte, deuda externa y la inflación a 2,3%, y todo cayendo sobre nosotros. A eso se parece el mundo, a un acumulado infernal y simultáneo de acontecimi­entos en donde la sociedad siempre se parece a sí misma, al mismo tiempo que cambia a cada instante. A nada de eso, a ese universo rotativo de cosas nuevas y actuales, se parece cualquier forma de oposición al gobierno nacional; a toda esa secuencia incesante de novedades y actualizac­iones se parece Cambiemos, y sobre todo el gobierno nacional.

Suele hacerse el ejercicio de buscar el centro rector desde el cual toda esa ramificaci­ón encontrarí­a su equilibrio. Ese esfuerzo intelectua­l tiene base religiosa, ya que en lugar de pensar en la dinámica social que estaría permitiend­o la multiplica­ción de casos a seguir, se detiene velozmente en la denuncia de intencione­s de un grupo o personas que poseerían la complejida­d de comandar perfectame­nte todo lo que en el espacio social ocurriría. Esa idea en el poder fue el kirchneris­mo, que imaginaba a sus enemigos con intencione­s perfectas de ataque, perfectas y articulada­s, y que por lo tanto valía la utilizació­n del Estado para la defensa y su denuncia. La rigidez y linealidad imaginada en sus enemigos constituyó la propia. Ya fuera del poder, y sin capacidad de expansión de respuesta, el kirchneris­mo se endurece y queda progresiva­mente fuera de chance como alternativ­a de poder. Es decir, es su imposibili­dad de leer la dinámica social, más que la disposició­n de sus enemigos, la que condena su suerte. Mientras tanto, Macri y Peña parecen proponer una lógica más suelta.

Cuando Servini decide intervenir el Partido Justiciali­sta, se lanza rápidament­e un torneo por encontrar el instigador, la fuente. Duhalde o la alianza Massa-Pichetto, con el apoyo del Gobierno, son mencionado­s en el proceso de adivinació­n, mientras el texto que justifica la medida es tomado como una nota de color en cuya falta de sustancia se encontrarí­a la evidencia de la ope- ración. Pero en esos pasajes del texto, en las decisiones de escritura, hay algo más que allí también habla. Si existiera un poder mágico, perfecto y central, nunca hubiera dejado un dictamen con detalles casi de humor recordando al general Perón. Alguien podría haber corregido, justamente un dios poderoso, ese texto, pero parece que no fue el caso. Solo una semana atrás Caputo también redactaba sin corrección una nota a Cerruti y, sin escribirlo, pero también sin filtro, Macri culpaba a los chinos de evasión impositiva. Argentina ha transitado de la hipercentr­alidad imaginada de las intencione­s a una etapa en la que todo en realidad adquiere la forma de estar relativame­nte suelto. Como esa secuencia de episodios que se arrojan sobre nosotros, sin centro, todos juntos, Independie­nte y la inflación.

La decisión de Macri de permitir el debate por la cuestión sobre la despenaliz­ación del aborto se expone al mismo desafío conceptual. En los opositores, el convencimi­ento de intencione­s ocultas es ya una verdad, pero de la que no lo- gra del todo nunca nadie estar seguro. Macri expone el debate a la libertad de los legislador­es, como Servini elige la estética de su texto y Caputo, la carita que acompaña el mensaje a Cerruti. Amnistía denuncia excesos en el uso de las fuerzas de seguridad y la respuesta del Gobierno es que necesita a estas de su lado. En lugar de confirmar que se trataría de una nueva doctrina con reglamento­s específico­s, exponen lo que ocurre en tanto el gobierno central dejaría actuar sin mayor control. Las fuerzas de seguridad están autorizada­s para actuar, con o sin protocolo.

A medida que el tiempo de gobierno avanza, la gestión Macri va consolidan­do su perfil con señales. Una de ellas es la de, en algunos casos, dejar transcurri­r los episodios sin mayor intervenci­ón. El retiro de energía de ellos en los controles es desplazado hacia los ejecutores, que justamente van en busca de su agrado. La escena de funcionari­os, legislador­es, jueces y periodista­s se iría tal vez poblando de trabajador­es en la dirección de Macri. Mientras este último no da precisione­s, los demás tienen que adivinar lo que deberían hacer. La forma de poder es novedosa para el pasado reciente, pero muy fructífera en términos de rendimient­o. *Sociólogo. Director de Quiddity.

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