Perfil (Domingo)

El anonimato de los fondos

- JAIRO STRACCIA

La transforma­ción de la cooperativ­a láctea Sancor, que iba a cumplir 80 años en septiembre, en una sociedad anónima controlada por la firma Adecoagro, propiedad de un conglomera­do de inversores qataríes, holandeses y estadounid­enses, no hace más que confirmar a esta etapa económica como una verdadera era de los fondos de inversión.

De hecho, ¿quiénes si no este tipo de jugadores están protagoniz­ando las principale­s noticias de negocios? El fondo PointState, con Darío Lizzano a la cabeza, viene de comprar vía TGLT la constructo­ra Caputo y el Hotel Sheraton; antes, otro fondo, el Grupo Emes, de Marcelo Mindlin, se quedó a través de Pampa tanto con los activos de la brasileña Petrobras como con la constructo­ra Iecsa, que supieron manejar desde Franco Macri hasta el primo del Presidente, Angelo Calcaterra.

De rostros y sedes fiscales muchas veces desconocid­os y ágiles para entrar y también para salir de los negocios, los fondos de inversión son los que interpreta­n de manera más clara el pensamient­o político y económico del Gobierno. Tal vez, porque está expresado justamente por gente que viene de ese palo, como Mario Quintana, el vicejefe de Gabinete, que de hecho se hizo rico manejando un fondo de inversión como Pegasus, o como Horacio Reyser, ex asesor de inversione­s extranjera­s del Presidente y hoy secretario de Relaciones Internacio­nales de la Cancillerí­a, que viene de ser muchos años el capo del fondo Southern Cross, de Norberto Morita.

Los fondos de inversión, universos heterogéne­os donde fluye el anónimo dinero desde familias que ahorran en el primer mundo hasta grandes inversores institucio­nales, son los que le vienen financiand­o el gradualism­o al Gobierno, los que le arman los foros de autobombo en el exterior y por último, los que le responden comprando empresas para apostar en sectores con garantías fuer tes desde el Estado: construcci­ón, con beneficios en la participac­ión público privada; turismo, con apertura aérea total, y energía, con tarifas a precios internacio­nales.

Y son también el semillero donde muchos de los funcionari­os que hoy manejan la economía hicieron su carrera y se consustanc­iaron con sus reglas, valores y principios. Así, está claro que a los Luis Caputo o a los Nicolás Dujovne les resulta mucho más fácil empatizar con un manager de inversione­s de Wall Street que con una pyme del Conurbano, hablar de due diligence que de mercado interno. Por eso les hincha tanto tener que aclarar que una cuenta offshore es lo más normal del mundo, porque para ellos es lo más normal del mundo, en el mundo de los fondos de inversión, que en un punto son siempre anónimos, opacos. Yo te vi abrazar a Marcelo. Pero pasar desapercib­idos, hay que decirlo, es un objetivo que persiguen no solo los inversores financiero­s, sino la mayoría –salvo algunas excepcione­s– de los grandes dueños del capital en todo el mundo. Y en Latinoamér­ica todos los años hay una muestra de ello, cuando se reúnen los mayores magnates del continente en un encuentro reservadís­imo que se hace desde 2003, conocido como Padres e Hijos. Este año el meeting será la semana que viene en la ciudad de Antigua, en Guatemala, siempre con la presencia del creador del espacio, el mexicano Carlos Slim, dueño de América Móvil (Claro en la Argentina). En ediciones anteriores, desde la Argentina participar­on entre otros Alejandro Bulgheroni, Gustavo Grobocopat­el o Eduardo Elsztain. Y hay ediciones que ahora mejor no recordar: en 2012, muchos quedaron inmortaliz­ados en cálidas charlas junto a Marcelo Odebrecht, hoy preso por corrupción en Brasil, a quien, claro, ahora nadie conoce.

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CEDOC PERFIL POSTAL. Sancor, una cooperativ­a que nació en 1938 y ahora será sociedad anónima.
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