Marx y Marito
daría a la dictadura militar venezolana, más emparentada con Tachito Somoza que con el proletariado. No se ve en qué sitio de la obra de Marx ocuparía un lugar María Gabriela Chávez, hija del coronel Chávez con una fortuna de miles de millones de dólares y los demás revolucionarios multimillonarios que surgieron en los últimos años. Tampoco comprendería la defensa fanática de creencias religiosas de algunos de sus partidarios, ni a un presidente que se disfraza de cacique de una civilización de la que hay pocos registros, y que luce barras de oro para bailar cuando retoma periódicamente el mando de su país.
La verdad es que las categorías izquierda y derecha entraron en crisis a partir del Mayo Francés, cuando se plantearon en Occidente otras revoluciones en el campo del feminismo, el sexo, la literatura, la música y otros temas sobre los que era prohibido hablar en los países socialistas.
A propósito de las elecciones en Paraguay y de la crisis de la política latinoamericana, algunos quieren explicar lo que pasa hablando de maquina- ciones o equivocaciones de la derecha o de la izquierda. El uso de estas categorías sirve para descalificar preventivamente a quienes son clasificados como “derechistas”: se los define como gente que trabaja para los ricos, obedece al imperialismo, no es solidaria con la disuelta Unión Soviética, no aspira a que el Ejército Rojo vuelva a liberar a la Europa oriental.
Si se elige en Paraguay a un militante del Partido Colorado, “vinculado a la dictadura”, queda listo para que se lo ataque por cualquier cosa o para creer cualquier acusación en su contra. La verdad es que los conceptos arcaicos solo confunden, y es necesario analizar la realidad con herramientas que nos proporcionen datos concretos para comprenderla.
Las próximas elecciones presidenciales del Paraguay seguramente tendrán un vencedor: Mario Abdo, a quien todos llaman “Marito”. Eso no es un triunfo de la derecha, aunque se elegirá a un militante del Partido Colorado, que además es hijo de quien fuera secretario privado de Stroessner. Más allá de las generalidades, veamos qué pasa en este momento en ese país.
Desde hace unos 14 años la economía paraguaya crece constantemente. El guaraní no se devalúa, los indicadores económicos han sido buenos, pero los presidentes han terminado su mandato con enormes crisis de popularidad. Pasa lo mismo que en Perú, donde una política consistente ha logrado un crecimiento sostenido de la economía, al mismo tiempo que todos sus presidentes han sido mal evaluados y casi todos están en la cárcel o con orden de captura. Una cosa es que la economía esté bien y otra que eso tenga una consecuencia política positiva para los presidentes.
En cuanto a las percepciones, el Paraguay está peor para un 56% de habitantes y mejor para el 11%. Como en casi en todos nuestros países, la mayoría quiere que se produzca un cambio que debe ser radical para el 75%, moderado para el 23%, y prefiere que las cosas sigan como están el 1%. La población es crítica con la gestión de Horacio Cartes: dice que con su gobierno el país iba por una dirección correcta el 25% y que por una equivocada el 66%. En