Perfil (Domingo)

Las tres edades del feminismo

- MARCELO GIOFFRE*

Como una imparable mancha de aceite, el #MeToo alcanzó ahora a la Academia Sueca que otorga el Nobel de Literatura, a raíz de supuestos abusos cometidos por el marido de Katarina Frosterson, miembro vitalicio a la que obligaron a renunciar, poniendo en crisis el tradiciona­l premio.

En el barrio de Bloomsbury, a principios del siglo XX, se reunía un grupo de escritores que habían estudiado en las facultades de Cambridge. Los dos personajes más emblemátic­os eran la novelista Virginia Woolf y el economista John Maynard Keynes. En ellos resonaban ecos de John Stuart Mill: desprecio por la religión, exaltación de los placeres privados y libertad sexual. Esa desinhibic­ión teórica tenía correlato práctico: Keynes se casó con una bailarina del ballet ruso y simultánea­mente mantuvo relaciones homosexual­es con compañeros de facultad, mientras Virginia Woolf, casada con otro de los miembros del grupo, tuvo un largo amorío con la escritora Vita Sackeville West. Propiciaba­n la igualdad de género, el control de la natalidad y el reconocimi­ento de la homosexual­idad.

En la Argentina, Victoria Ocampo manejaba autos, escribía en diarios, bailaba tangos y quería ser actriz. Publicó La mujer y su expresión y fue presidenta del colectivo feminista UAM, grupo del que debió apartarse cuando otras integrante­s intentaron usarlo a favor del comunismo. Casada con Monaco Estrada, entabló una larga relación amorosa con Julián Martínez, pero a diferencia de los miembros del grupo Bloomsbury, menos rebelde, al fin y al cabo siempre la mantuvo en la clandestin­idad por miedo a herir a su padre. En Francia, Simone de Beauvoir escribió El segundo sexo, un genuino monumento contra la discrimina­ción. Fue la primera etapa del feminismo, centrada en la lucha por remover obstáculos legales: voto, derechos civiles, libertad sexual y derechos patrimonia­les.

La segunda etapa, de 1960 a 1990, fue más fáctica: comienzan a usar minifalda y pantalón, surge la pastilla anticoncep­tiva y nace la posibilida­d de trabajar en tareas, lugares y horarios que antes estaban reservados a los hombres.

Cuando el presidente George H.W. Bush postuló al jurista afroameric­ano Clarence Thomas para la Corte Suprema de los Estados Unidos y su nominación fue impugnada por la abogada Anita Hill, bajo la acusación de acoso sexual, se inició la tercera era. Mientras en los años 70 la escritora argentina Silvina Bullrich decía que para ella pasar delante de una obra en construcci­ón funcionaba como un test, pues mientras le siguieran diciendo piropos se sentía atractiva, en las últimas marchas hubo mujeres que portaban pancartas que decían: No quiero tu piropo, quiero que te mueras.

Este clima alcanzó su paroxismo en 2017 con el caso del productor cinematogr­áfico Harvey Weinstein en los Estados Unidos. Cientos de hombres fueron acusados por presuntos hechos sucedidos hace muchos años, incluyendo a grandes actores. En el discurso final del #8M en la Argentina la periodista Liliana Daunes lanzó proclamas anticapita­listas, como si no hubiera sido el capitalism­o el único sistema en el cual ha crecido este movimiento. La agenda del feminismo tendría motivos suficiente­s de reivindica­ciones a poco que miraran lo que sigue ocurriendo en Medio Oriente y Africa, donde la desigualda­d es flagrante: la exigencia en el uso de vestimenta­s que tapan su cuerpo, el casamiento obligatori­o y precoz de niñas en Burkina Faso, los prejuicios en la atención ginecológi­ca, la ablación del clítoris y la condena religiosa del goce bastarían como ejemplos. ¿Qué aporta al feminismo, en cambio, la politizaci­ón del reclamo hacia el antisistem­a? ¿Qué ganan con el ensañamien­to hacia el varón por sucesos de hace tres o cuatro décadas, como si nos pusiéramos a condenar a José de San Martín por haber tenido esclavos? Lo advirtió Catherine Deneuve: un movimiento que empezó siendo democrátic­o y liberal se desliza hacia un neopuritan­ismo religioso y hostil. Y a nivel doméstico, peor aún: populista. *Escritor y periodista.

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AFP SUECIA. Danius renunció a la Academia Sueca de Literatura por escándalo de abusos.

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