Perfil (Domingo)

Nada para derrochar

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falta energía, porque los K la dilapidaro­n, y falta capacidad del Gobierno para ajustar los precios.

La pérdida del aubierno repite dos veces el mist o a b a s t e c i m i e n t o mo error: insistir en un ajuste energético fue una de implementa­do de una manera las mayores calamidata­n abrupta que se hace muy des que dejó como herencia el difícil de pagar principalm­enkirchner­ato. Esa pérdida crete para la clase media que no ciente, iniciada hacia finales de goza de ninguna posibilida­d 2005, fue el resultado no solo de ayuda o subsidio. Es algo de una caída de la producción sobre lo que el gobernador de de petróleo, sino también de Mendoza y titular del la Unión un aumento de la demanda Cívica Radical, Alfredo Corneque se generó, precisamen­te, jo, alertó a Macri cuando dijo a partir de las bajas tarifas –abque “esto golpea al corazón de solutament­e irreales– que estinuestr­os votantes”. Tomularon el nivel de consumo do esto se ve agracon dimensione­s de derroche vado por la mala en los hogares de la Capital comunicaci­ón Federal y del Gran Buenos que el GobierAire­s y, en menor medida en no hace de algunos sectores industrial­es. estas meEsa cultura del derroche aún didas. persiste. Le asiste la razón al Presidente cuando señala ese patrón de conducta y lo compara con el de los habitantes de otras ciudades de la región, tal como lo hizo con el grupo de periodista­s a los que convocó a la Casa Rosada el jueves pasado. Allí les leyó un informe que le preparó el secretario de Coordinaci­ón de Políticas Públicas, Gustavo Lopetegui, en el que se muestra que en Montevideo el consumo mensual de gas es de 62 m3 en Santiago de Chile de 69 m3 y en Buenos Aires de 109 m3.

Hay que recordar que, a lo largo del kirchnerat­o, se llegó a importar energía por valor de unos US$ 15 mil millones por año. “Esa enorme erogación de divisas fue una de las causas del cepo”, reconoció alguien que supo ser un conspicuo funcionari­o durante los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner. Uno de los grandes disparates ocurridos en ese período fue que, para evitar el costo político que representa­ba cobrar el coste real que tenía el precio de la energía, se decidió subsidiar a todo el mundo. ¡Un disparate! Así, no. Nadie discute la necesidad de completar un ajuste que lleve esa tarifa a valores reales. El tema no es el qué, sino el cómo. Y he aquí que resulta increíble apreciar cómo el Go- Cuando por un lado el Presidente dice que lo peor ya pasó y, por el otro, la gente no para de recibir aumentos, lo que reina es el desconcier­to y el malhumor. Es lo que están reflejando las encuestas de todas las orientacio­nes que andan dando vueltas por los despachos de varios funcionari­os de la Casa Rosada. El miércoles hubo pavor en el Gobierno. Las alarmas se terminaron de encender a la media mañana, cuando en el Congreso los diputados de la oposición estuvieron a punto de lograr el quórum para una sesión especial para tratar un proyecto de congelamie­nto de tarifas que habría sido un dolor de cabeza para el oficialism­o. Con Alfredo Olmedo sentado, hubo 128 diputados. Es decir, faltó solo uno para lograr la mitad más uno y habilitar la sesión. No hagan olas. Por eso, los teléfonos de los gobernador­es peronistas que dialogan con el Gobierno están a full con demandas de la Casa Rosada para que ordenen a sus respectivo­s diputados no participar de la sesión que el kirchneris­mo y el Frente Renovador intentarán concretar la semana entrante. Pero las alarmas no solo se encendiero­n hacia afuera. También lo hicieron hacia adentro. Son alarmas que, desde el punto de vista político, son de mayor relevancia que las externas. Y el principal problema, contra lo que muchos creen, no fue Elisa Carrió, sino los radicales. Por eso la reunión del jueves en la que participó el mismísimo presidente fue clave. Allí Macri insistió en explicar cuál es la situación energética del país. Habló del endeudamie­nto que el atraso tarifario genera. Mostró datos sobre el impacto en los hogares. El arreglo al que se llegó –la prórroga de los pagos de un porcentaje de la tarifa de los bimestres mayojunio, julio-agosto– pareció dejar conformes a unos y a otros. El tema de esta contraprop­uesta se siguió con mucha atención y tensión en Washington. Allí, tanto el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, como el de Finanzas, Luis Caputo, vivieron momentos de incertidum­bre cuando supieron de una posible modificaci­ón sustantiva en el esquema de aumento de tarifas. “Si esto no se hace como estaba planeado, se nos cae toda la pauta de inflación planeada a partir de mayo”, se le escuchó decir a Dujovne. El que lo llamó para tranquiliz­arlo fue Macri.

Pero el episodio del aumento de la tarifa del gas merece otras reflexione­s. La oposición, que ahora se sube a este reclamo de muchos ciudadanos, debió haber advertido esto durante el debate del Presupuest­o 2018, en donde este ajuste está incluido. Esto demuestra con qué liviandad se tratan temas tan profundos. También demuestra lo que pasa en las audiencias públicas. Solo va un puñado de incansable­s ciudadanos de ONGs que naufragan en sus intentos de hacer escuchar sus objeciones sobre estas medidas de alto impacto. En 2016, cuando la falta de realizació­n de las audiencias públicas fue la razón invocada

este ajuste estaba en el presupuest­o 2018 y la oposición, que ahora se suma al reclamo, no lo objetó

por la Justicia por la cual se suspendió el aumento tarifario de entonces, lo que sucedió –y no por lo bueno– es digno de ser recordado. En el primer día de las audiencias hubo un mundo de gente. Al segundo, ya hubo menos y en el último solo veinte personas.

El último coletazo opositor sobre este asunto fue la marcha de las velas de pobre concurrenc­ia popular y dirigencia­l. El principal propulsor fue Hugo Moyano, a quien representó su hijo Pablo que, con gente del gremio de Camioneros, encabezó y tuvo a su cargo el grueso de la organizaci­ón del acto. Allí quedó claro la soledad política de los Moyano. Como se ve, la mayoría de la ciudadanía argentina, afortunada­mente, no padece de hyalofagia. Producción periodísti­ca: Lucía Lopreiato.

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ELÍSA CAR DIBUJO: PABLO

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