Perfil (Domingo)

La gente no es obediente, quiere más libertad. Es consciente de que tiene derechos y en Occidente todos los días aparecen más derechos.Vamos a una sociedad que será más libre, sin que se vean cuáles serán los límites a esa libertad.

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nos siguen cientos de artefactos que están en las calles, en las casas, en satélites, en cualquier lugar. Todos los ciudadanos tienen celulares, se creen periodista­s y toman películas y fotos de todo lo que ven. El escándalo de Facebook permitió ver la punta de un iceberg colosal. Para los líderes políticos y personas que llaman la atención esto es más grave: nada es privado y a la gente le mueven más los chismes que las ideologías.

La sociedad es más democrátic­a, la gente no cree en caudillos iluminados. Antes, los militantes obedecían ciegamente a quienes conducían; en la nueva sociedad desapareci­eron los semidioses. La gente sabe que todos los dirigentes son humanos y su sabiduría limitada. Con la televisión se incorporar­on a la vida cotidiana. No sirve gritar consignas, hay que aprender a conversar.

Todos los ciudadanos quieren participar, opinar de todo. Eso no significa que estén dispuestos a estudiar documentos, ni a leer papeles que explican cualquier cosa. Ante un tema que les interesa, consultan en Google, con- siguen alguna informació­n, a veces superficia­l, y se consideran expertos. Suponen que con eso tienen la formación necesaria para exigir que los oigan y sobre todo que les respondan. Así es la gente de la edad del internet. Es bueno estimular mecanismos que canalicen ese deseo de participac­ión. Por lo demás, en la medida en que más personas comunes se incorporan al manejo del Estado, tienen menos espacio las actitudes de los delirantes que organizan marchas, piquetes, salen a la calle con armas, enmascarad­os, y tratan de acabar con la democracia. Un desafío de los nuevos tiempos es encontrar formas de canalizar la protesta.

Las encuestas son un vehículo para expresar el disenso. Hay cientos de institucio­nes que estudian profesiona­lmente distintos aspectos de la vida de nuestros países y detectan cómo los evalúa la voluble opinión pública. La publicació­n de esos estudios profundiza la democracia y ejerce presión sobre gobernante­s y sobre los opositores. Si los trotskista­s midieran la importanci­a que tiene para la gente la discusión acerca del socialismo en un solo país, entendería­n por qué aunque marchen todos los días con sus banderas con hoces y martillos, nunca podrán crecer.

La protesta es parte de la vida actual. Se generalizó un sentimient­o de solidarida­d con los más débiles: pobres, ancianos, discapacit­ados, homosexual­es, grupos minoritari­os. Estos temas deben estar en la agenda de cualquier grupo político moderno. En Argentina el respeto por la protesta ha llegado a límites pintoresco­s que atentan contra los derechos humanos de la mayoría. Los canales de televisión anuncian todos los días los sitios en los que habrá piquetes, su duración y hemos asumido que eso es parte inevitable del paisaje urbano. Es una práctica antidemocr­ática que por el momento se considera parte de la cotidianid­ad. Que unos pocos quieran llamar la atención sobre sus derechos, o que algunos vivan del dinero que les dan los negociante­s de la pobreza para traerles en camiones para participar de piquetes no debería significar que los demás pierdan sus derechos. Es necesario canalizar las protesta, permitir que se realice sin dañar a la mayoría, pero no se la puede erradicar. Es parte de la democracia que vivimos. Sigue siendo necesario pedir lo imposible.

La gente no es obediente, quiere más libertad. Es consciente de que tiene derechos y en Occidente todos los días aparecen más derechos. Vamos a una sociedad que será más libre, sin que se vean cuáles serán los límites a esa libertad. En el corto plazo desaparece­rán de manera inevitable las institucio­nes que coartan el derecho de la mujer a controlar su cuerpo. Ya ocurrió en todos los países desarrolla­dos y también ocurrirá en Africa y en América Latina. La represión sexual retrocede, al menos en Occidente. Es impensable que se derogue el divorcio, la prohibició­n del uso de métodos anticoncep­tivos, que se generalice la ablación del clítoris. Son los nuevos ciudadanos con los que todo gobierno se debe comunicar. *Miembro del Club Político Argentino. Profesor de la GWU.

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