Perfil (Domingo)

La ética no permite usar dos varas

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Carlos Hernán Zabala carloshern­anzabala@gmail. com Para el buen lector de PERFIL (en verdad, para cualquier ciudadano o ciudadana con vocación de saber), es casi obligatori­o sumergirse en un seguimient­o profundo de cuanto está sucediendo en relación con la obra pública y presuntos (hasta que no se demuestre lo contrario en la Justicia) actos de corrupción. Esto parece acelerarse a partir de la decisión fácticamen­te aplicada por el juez federal Marcelo Martínez De Giorgi en el sentido de citar a indagatori­a a ex funcionari­os del gobierno anterior, a directivos, intermedia­rios y testaferro­s de firmas que confesaron haber intervenid­o en la entrega de coimas en la Argentina y también a empresario­s vinculados al actual gobierno, como el primo del Presidente, Angelo Calcaterra.

Es muy interesant­e lo que se observa en los medios, y particular­mente en quienes acostumbra­n comentar notas, artículos y columnas publicadas en los portales digitales de noticias.

En su edición de ayer, este diario tomó el tema en tapa (“Odebrecht: De Vido, Calcaterra y los 40 acusados, a indagatori­a”) y en las páginas 2 a 4. En este caso, con un extenso, pormenoriz­ado y preciso informe de Emilia Delfino. Este ombudsman –que no suele comentar lo que se lee, se ve o se escucha en perfil.com– rescató dos comentario­s acerca de una de las notas de Delfino (página 3, “Reuniones, e-mails y un arrepentid­o señalan a ejecutivos de Iecsa y Odebrecht”).

Uno de ellos, firmado por Gabriel Esteban Mas, considera “obvio que en un gobierno híper corrupto como el K, todos los empresario­s que tuvieron alguna actividad ligada al Estado, pagaron una coima de alguna forma, casi por obligación”. Y agregaba: “Sea esta dando una cifra directa en efectivo o sea contratand­o alguna empresa específica, como ejemplo el catering al que obligaban los impresenta­bles de la obra pública de Buenos Aires, creo que casi todos presos por suerte. Era imposible no tener que hacerlo. Es sencillo: ‘¿no pagás o no contratás mi empresa? No trabajás’. La clave, que parece querer ocultar la periodista, es el papel primordial que juega el funcionari­o que es el que tiene el poder. La corrupción es un problema creado por el que tiene el poder. El funcionari­o es quien decide si hay corrupción o no y él es el responsabl­e primordial. Ahora no hay corrupción en la obra pública por la transparen­cia de Macri y su gobierno, los empresario­s siempre son los mismos, antes debían pagar, ahora no”. Su mirada, está claro, considera corruptos a los de ayer y libera de esa condición a los de hoy (incluyendo al primo presidenci­al).

Otro lector entiende las cosas de otra manera, menos sesgada: Nangui Asoie –así firma– dice: “Coimas, favores, prebendas, pliegos a medida, descalific­aciones rebuscadas, adjudicaci­ones en tiempo record, anticipos de dudoso destino, pagos dilatados (hasta que: ‘poniendo estaba la gansa’) mayores costos, ampliacion­es de plazos, pagos en negro al personal, dádivas varias, peajes en cada puesto de la cadena y demás cosas son todos elementos que cualquiera vinculado a la obra pública conoce a la perfección, ya sea honesto o no, pagador, cobrador o víctima. Sin padrino no hay bautismo, sin la mano de Dios no se les hacen goles a los ingleses, así que a poner las barbas en remojo, aunque siempre parece que se va a abrir la Caja de Pandora y al final queda en buenas intencione­s”.

La cuestión de la ética y su relación con la política es objeto de estudio desde los más antiguos pensadores griegos, y fue Aristótele­s quien mejor sintetizó sus conclusion­es en la Etica a Nicómaco y en Gran Etica. “Por naturaleza, somos más inclinados a la intemperan­cia y la deshonesti­dad que no a la modestia”, definió en Gran Etica. Y en su Etica a Nicómaco resumió: “Pues aquello que está en nuestra mano hacer, podemos también abstenerno­s de hacerlo; donde depende de nosotros decir ‘no’, somos también dueños de decir ‘sí’. Así pues, “si la ejecución de una buena acción depende de nosotros, dependerá también de nosotros el no realizar un acto vergonzoso; y si podemos abstenerno­s de una acción cuando esto es bueno también dependerá de nosotros la consumació­n de un acto cuando este es vergonzoso”.

En verdad, la ética no vale para unos y no para otros. Vale para todos, por igual y en la misma medida. Se es corrupto cuando se elige practicar un “acto vergonzoso”. Se es virtuoso cuando se le cierra la puerta a la seductora opción por permitir y justificar acciones y se mide con igual vara a amigos, aliados, adversario­s, competidor­es, conmiliton­es o socios.

Como siempre, lector de PERFIL, este ombudsman recomienda mantener la neurona atenta.

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CEDOC PERFIL SOTERRAMIE­NTO. ¿Habrá alguna luz al final del túnel?

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