Perfil (Domingo)

Arranque de campaña y reclamo de ladridos

- JAVIER CALVO

A 1.500 kilómetros de Buenos Aires y de manera casi i mpercept ible, Mauricio Macri inició el viernes 1º de junio en Sa lta el pr imer gesto de su campaña por la reelección, al encabezar un encuentro de la mesa nacional de Cambiemos en la capital provincial. El Presidente no hacía algo así desde las elecciones legislativ­as de octubre pasado, en las que recibió un claro respaldo.

Por más que los voceros oficiales de esta ocasión intentaron esmerarse en convencern­os que el tono de la reunión era sobre la gestión (palabra endiosada sobreactua­damente por el macrismo), a más de uno no se le escapó el significad­o proselitis­ta: Macri detesta ese tipo de convites, salvo que pueda sumar votos. La nueva política será nueva pero no tonta.

Dos apostillas refuerzan esa idea. Una. Se hizo en Salta, provincia gobernada por el presidenci­able peronista Juan Manuel Urtubey, de buen diálogo con el Gobierno y súbito destinatar­io de la bronca oficialist­a, tras considerar­se traicionad­os por él en la discusión del aumento de tarifas. Dos. Habló una media hora en privado con el intendente salteño, Gustavo Sáenz, quien le prometió ser el candidato de Cambiemos a la gobernació­n. La lista salteña de Sáenz venció en las legislativ­as, luego de que su líder fue candidato a vicepresid­ente en 2015 en la fórmula con otro peronista presidenci­able, Sergio Massa. No solo el peronismo hace travesuras.

Acaso el Presidente haya buscado en estos frescos aires norteños (como en la cumbre del G7 de fin de esta semana en Canadá) tomar distancia de las calientes turbulenci­as políticoec­onómicas que padece en los recientes tiempos porteños.

Estos remolinos no solo afectan la imagen presidenci­al y reflotan las esperanzas de un peronismo atomizado y sin liderazgos creíbles para gran parte de la sociedad. También le han provocado a Macri enojos más habituales de lo acostumbra­do (según se reveló aquí el fin de semana pasado) y se cobran algunos pases de facturas internos, como los dirigidos estos días en voz muy baja por algunos funcionari­os contra Marcos Peña y Rogelio Frigerio, a quienes responsabi­lizan del fracaso de las negociacio­nes con gobernador­es y senadores para evitar la ley antitarifa­zo.

“Está bien que nuestro estilo es muy distinto al de (Carlos) Corach o Aníbal Fernández, pero necesitamo­s tener voceros públicos que defiendan con más vehemencia la gestión y al Presidente, para preservarl­o de que él vaya al choque como le pasó en el discurso contra Cristina”, explica un hombre muy cercano al jefe del Poder Ejecutivo. Sigue: “¿Sabés por qué no tenemos? No porque no haya dirigentes de esas caracterís­ticas en nuestro espacio, sino porque acá está mal visto que alguien sacrifique su ima- gen pública para defender el proyecto. Y eso es un error que deberíamos rectificar en algún momento. Nos falta un malo, alguien que ladre, todos quieren ser buenos y agradables”.

De acuerdo a esa visión, Cambiemos debería apelar a los ladridos en su pelea con el peronismo, sobre todo si se mantuviera un clima social cada vez más hostil con el oficialism­o, de la mano de un 2018 que terminará con ma- yor inflación y menor actividad económica que lo previsto por el Gobierno. Ergo: como ya viene pasando, habría que dar por descontado que crecerá la conflictiv­idad social.

El interrogan­te que empieza a atravesar algunos despachos oficiales es si con un caldo previsible­mente más espeso habrá lugar para relatos solo buena onda y de expectativ­as por un futuro mejor. O habrá que ladrar un poco.

Macri se relanzó en la Salta de Urtubey y acordó con el ex dos de Massa. No solo el PJ es travieso

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