Linda forma de apagar faroles
El debate por las tarifas terminó en las primeras horas del pasado miércoles. Los diarios no trajeron una buena síntesis de lo que se dijo esa noche. Y, para el viernes a la mañana, después del veto presidencial, los discursos de los senadores ya eran noticia vieja. Sin embargo, quien los escuchó podría objetar al periodismo este descuido provocado por su vocación por “lo último”, que puede saltearse “lo penúltimo”. Unos pocos ejemplos.
La intervención del senador Omar Perotti (justicialista de Santa Fe) fue reflexiva y equilibrada. Su voto era contrario a los deseos del Gobierno, pero antes de emitirlo, le recordó al Presidente que el muy favorecido sector financiero es mucho más grande y poderoso que el energético; que las tasas de interés están de- vastando a las Pymes, que no pueden cambiar sus cheques con descuentos del 60%; que, con los precios de la energía, muchas de esas empresas no podrán seguir produciendo (ya que, además, compiten, con importaciones responsables de un dumping, respecto del cual el gobierno de Macri no se preocupa en lo más mínimo). Perotti recordó también que, en 2016, había propuesto un Acuerdo del Bicentenario, por el que no se interesó nadie en el Poder Ejecutivo.
Una hora después habló el senador de Unión por Córdoba, Carlos Caserio. Acusó al Gobierno por no habilitar una discusión prolongada para encontrar una alternativa a los aumentos; le recordó la velocidad con que el ministro Dujovne respondió a una queja del sector agrario y la debilidad o la inexistencia de puentes con otros sectores que, hoy, sufren más que los cultivadores de soja. Le enseñó a Macri que los senadores no son títeres del gobernador de su provincia: “Yo no le tengo que preguntar a Schiaretti; y el día que tenga que pedirle permiso al gobernador, me voy de la política”.
Finalmente, a la una de la mañana, Pino Solanas comenzó un discurso apasionado, colérico y lleno de datos. “Sin proyecto energético, no hay proyecto de industria, ni proyecto de país”, dijo Solanas. Cito estas tres intervenciones porque su muy diferente estilo indica que el Senado tuvo una noche de reflexión sobre los acuerdos posibles; de inde- pendencia frente a los poderes ejecutivos nacional y provinciales; de memoria histórica y conocimiento de las amenazas presentes. Supongo que los discursos flotan por ahí en Youtube. Fundamentalismo. Macri no negocia los proyectos que envía al Congreso. La secuencia es la siguiente: los envía primero; cuenta los votos que le faltan; lo manda a Frigerio a ver si puede enmendar un rechazo previsible; presiona a los gobernadores, ignorando que éstos no manejan por control remoto a los senadores. Si estas sutilezas no obtienen resultados, recurre al veto. Ya lo hizo como jefe de Gobierno de la Ciudad.
Está convencido de que la razón cae siempre de su lado y que los opositores no comprenden las necesidades de la Argentina. Alguien convencido de que tiene razón siempre es, entre otras cosas desagradables, un fundamentalista. El perfil de Marcos Peña responde bien a esta antipática cualidad. Frigerio, que proviene de una familia política, no despierta el temor que suscitan los fundamentalistas, que se creen impulsados por una fuerza superior a ellos mismos: Dios, el Pueblo, el Líder, la Tierra, el Mercado o lo que fuera. El populismo puro y duro es fundamentalista. La democracia no debería serlo.
Macri no conoce bien las complejidades reales del sistema federal y tiende a pensarlo como piensa las relaciones dentro de su gabinete. Por lo tanto, apalabra gobernadores creyendo que ellos dirigen del mismo modo a quienes son senadores. En realidad, Macri es un dirigente centralizador. Preferiría no vetar la Ley de tarifas, pero actúa para que todo lo conduzca a vetarla.
Esta semana les dijo a los peronistas que no hicieran caso de las “locuras de Cristina”. Un insulto poco esperable de alguien educado en el Cardenal Newman, que no tomó en cuenta varias cosas: 1. Que los kirchneristas habían sido una presencia numerosa en el acto del viernes 25 de mayo. 2. Que no se caracteriza a un adversario político como chiflado. 3. Que ese adversario es más hábil en su respuesta y, ahora, además de Mmlpqtp, Macri cargará con “machirulo”. 4. Que se trata de una mujer que fue presidente de la república (no importa el juicio que se tenga sobre su gestión).
Tantos errores juntos parecen el acto de un torpe. Me inclino a pensar, sin embargo, que esa torpeza es la consecuencia de la insensibilidad que caracteriza al sectarismo. Macri no tiene entrenamiento
Macri no conoce las complejidades del sistema federal y tiende a pensarlo como a su gabinete