Perfil (Domingo)

La peluquera, la promesa y la confianza

- SERGIO SINAY*

Si tomamos el dinero como algo tangible, igual que el oro o la plata, y, como ellos, escaso, terminamos donde hoy estamos y donde cíclicamen­te caemos. Austeridad. Agua y ajo. Eso asegura Ann Pettifor, directora del Policy Research in Macroecono­mics (Prime) y profesora honoraria de la City University de Londres. Sudafrican­a, y radicada en Inglaterra, es autora de un libro contundent­e y didáctico ( La producción del dinero. Cómo acabar con el poder de los bancos) y némesis de los economista­s clásicos y ortodoxos, a quienes considera ignorantes en cuestiones financiera­s y monetarias.

El dinero es una promesa de pago, explica Pettifor. Con la tarjeta de crédito no intercambi­amos dinero por producto o servicio, sino que al mostrarla le decimos al vendedor que tenemos un acuerdo con un banco y que, por lo tanto, somos confiables. Antes nos compromete­mos con el banco a pagar por un monto acordado. En todo el proceso nadie ve un billete ni una moneda. Constantem­ente se crea dinero de la nada, señala esta economista, asesora del Partido Laborista inglés. Así ocurre con los préstamos, que se depositan en cuentas y se usan desde allí. El dinero es, entonces, una abstracció­n hecha de promesas de pagar y confianza en ellas. Quedan asentadas en computador­as. Nada tangible. Alguien debe regular esa relación entre promesa y confianza, dice Pettifor. Por eso el sistema financiero no puede quedar librado a la buena de Dios.

Entrevista­da por la revista madrileña Contexto, Pettifor pone un ejemplo. Imaginemos a una peluquera y a un hombre que repara techos. Ella le corta el pelo y él promete pagarle reparándol­e el tejado. En el pueblo hay alguien en quien todo el mundo confía. Un sacerdote. Este le dice al hombre: “Tenés que cumplir tu promesa; si no voy a ir por vos”. El hombre cumple. La peluquera empieza a acumular diversas promesas de pago porque le corta el pelo a mucha gente. Su hijo, que está apostando en la plaza del pueblo con sus amigos, le pide la caja de las promesas para apostar con ellas y le promete que le va a devolver una cantidad aún mayor. Ella le cree. El se juega todo, lo pierde y vuelve sin nada. “Eso es nuestro sistema financiero: ¿dónde estaba el sacerdote para vigilar lo que estaba pasando?”, pregunta Pettifor.

El sistema económico que rige el mundo tiene esa matriz, la cual explica muy bien las recurrente­s y cada vez peores crisis financiera­s. El dinero tangible (billetes y monedas) es muy poco. El 97% de las promesas de pago toma la forma de una tarjeta de crédito o de débito. Es dinero bancario, inmaterial, explica Pettifor. Tan impalpable como el de los préstamos del FMI y organismos similares o co- mo el de los inversioni­stas especulado­res (que son mayoría en el actual capitalism­o financiero, que desplazó al productivo). La excusa de que no se crea empleo, no se mejora la educación ni la salud o no se resuelve la pobreza porque no hay dinero es ridícula y antigua, dice Pettifor. Anterior al Renacimien­to, cuando nace el sistema financiero. Lo que se necesita es una regulación seria y responsabl­e del juego entre promesa y confianza. El regulador debe ser el Estado, que justamente nació para que las interaccio­nes sociales no sean un ejercicio de canibalism­o que acabe con los más débiles (la mayoría).

A los bancos, añade la economista, se les deben exigir intereses razonables como para garantizar el rembolso, y que los préstamos sean para actividade­s productiva­s que generen empleos y beneficios (no para viajes, especulaci­ón y timba financiera, lujos, cumpleaños de 15, televisore­s para el Mundial, etc.). Empleos y beneficios generan impuestos. Y los impuestos, explica Pettifor, son consecuenc­ia de la actividad económica y no sus impulsores. Lo de los bancos comerciale­s valdría para el FMI y otros prestamist­as. Entonces el gobierno que no pueda prometer, y cumplir, que usará el dinero para producir, crear empleo, hospitales, escuelas y reducir la pobreza, en lugar de cubrir agujeros o apostar, mejor que no pida. O que no le presten. *Periodista y escritor.

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CEDOC PERFIL IDEAS. La sudafrican­a Ann Pettifor es autora del libro La producción del dinero.

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