Perfil (Domingo)

La realidad desborda el relato

- BERNARDA LLORENTE*

Las crisis confunden. Mucho más si quienes las generan están poco acostumbra­dos a pilotear en cielos turbulento­s. Los traspiés que viene exhibiendo el Gobierno desde que se desató la corrida cambiaria muestran las limitacion­es de una política pensada como “infalible” y sobre la cual no se conciben ni correccion­es ni cambios.

Tal vez ello explique la persistenc­ia en el error, al exponer a un presidente de lectura dificultos­a y oratoria escasa a “profetizar” acerca de las bondades del FMI, el ahorro con el uso de lamparitas led o las “mieles” del ajuste. Sus últimas aparicione­s han mostrado a un Macri cada vez más parecido a sí mismo, en el que cuesta descubrir resabios del personaje danzarín y afable de campaña, que parecía sobrevolar la realidad con la liviandad de los globos amarillos. Hoy, su impronta gélida y adusta, por momentos amenazante y “gastadora”, desnuda la transmutac­ión del político del “futuro” al propagador y defensor de alquimias revestidas de pasado.

Ese discurso deshilacha­do y recortado, en el que sus partes nunca configuran el todo, no logra ocultar ni el ensimismam­iento de un gobierno con altísimas dificultad­es para escuchar, ni la defensa profundame­nte ortodoxa e ideológica de los intereses que defiende y representa. La crisis económica por la que atraviesa descascaró la fachada de un andamiaje político que prometía sentar las bases de una Argentina “verdadera”, “normal”, “previsible”. El encanto del PRO, que supo encandilar a algunos comunicado­res en la búsqueda de fenómenos rupturista­s con las pautas de los partidos tradiciona­les, consistió en presentars­e en sociedad como una nueva derecha, abierta, dialoguist­a y sin pesadas mochilas históricas o pendientes.

Hoy, el relato gubernamen­tal parece alcanzar sus propios límites. ¿Cómo entusiasma­r con la “utopía” del ajuste, construir la “mística” del desencanto o apasionars­e con ser el verdugo de uno mismo? El Gobierno no ha perdido legitimida­d y credibilid­ad por convocar al sacrificio. El mayor error que cometió son sus evidentes inequidade­s, arbitrarie­dades y excesos. En las restriccio­nes no entran ni las retencione­s, ni las exorbitant­es ganancias de las empresas be- neficiadas con los tarifazos, ni la minería, ni la bicicleta financiera, ni la dilapidaci­ón de 10 mil millones de dólares para “mantener” un dólar que se sigue disparando. Ni los amigos del Gobierno ni los poderosos de siempre. La foto de este proyecto de país en blanco y negro da cuenta de una decepción profunda de la que aún no se conoce su dimensión exacta.

La derrota autoinflig­ida en la aprobación de la ley que frena el aumento de tarifas y sus múltiples consecuenc­ias habla de impericia, además de un grosero error de cálculo en la lectura de la realidad y en la correlació­n de fuerzas. Solo la cultura empresaria­l devenida en política puede suponer que una “oposición racional” consiste en no participar­la en las decisiones, pero exigir que comparta sus costos. Y el catálogo para persuadir voluntades es “la caja”, la presión o el carpetazo.

A la oposición no la une el amor pero tampoco el “espanto”. Fue capaz de aunar voluntades porque ve que un 2019 es posible.

La aprobación de la gestión presidenci­al araña el 26%, mientras el veto a la ley que aprobó el freno al tarifazo provoca un rechazo del 88% según las últimas encuestas. El costo político que pagará el oficialism­o parece demasiado alto para un mandatario que hace de su inflexibil­idad y terquedad un mérito: si hoy la realidad no se adapta a sus deseos, en algún momento lo hará.

María Eugenia Vidal, la figura de recambio, tambaleó con declaracio­nes poco atinadas e inoportuna­s. Hace unos días legitimó la mentira como una picardía y un estilo del gobierno. También desconoció a los miles de chicas y chicos que tienen el orgullo de ser los primeros en sus familias en ingresar a las universida­des públicas del Conurbano, desafiando la predestina­ción de la pobreza.

Los problemas de comunicaci­ón de Cambiemos –que hizo del marketing su eje– muestra, a las claras, desconcier­to. La realidad se ha escapado del relato y camina libremente por las calles. *Politóloga. Experta en medios, contenidos y comunicaci­ón.

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