Perfil (Domingo)

Liderazgos iliberales

Argentina debe mantenerse alejada, en la medida en que su ubicación geográfica lo permita, de los conflictos en desarrollo entre estados unidos, China y rusia.

- PATRICIO CARMODY*

Tre s l ider a zgos de talla global –los de EE.UU., China y Rusia– van adquiriend­o o profundiza­ndo caracterís­ticas de tipo iliberal, ya sea por la personalid­ad de sus líderes, por la naturaleza del Estado que comandan o por el tipo de régimen que implementa­n. Estas caracterís­ticas pueden llevar a causar serios conflictos entre estas tres naciones. En este contexto inestable, la Argentina debe estar preparada para enfrentar sus consecuenc­ias.

En el caso de los EE.UU., las caracterís­ticas iliberales se expresan a través de la personalid­ad del presidente Trump, y se notan en el campo internacio­nal en la tendencia a abandonar el rol de hegemón liberal para convertirs­e en lo que Barry Posen –en la revista Foreign Affairs– ha llamado un “hegemón iliberal”.

La hegemonía liberal, concepto que gozaba de gran consenso en lo s E E .U U. durante la posguerra, consistía en ser el Estado más poderoso del mundo, sin discusión. Pero se procuraba convertir el sistema internacio­nal en un orden basado en reglas, a ser regulado por institucio­nes multilater­ales, y a transforma­r a otros Estados en democracia­s orientadas hacia el mercado, que intercambi­arían productos y servicios entre sí. Con la llegada de Trump se mantuvo la vocación hegemónica, pero se salió de varios tratados multilater­ales, se renunció a exportar valores democrátic­os y a defender derechos humanos. Así, en un sistema político donde el Congreso pone sus límites, los EE.UU. mantienen su naturaleza liberal a nivel interno, pero proyectan algunas caracterís­ticas iliberales hacia el exterior.

Aunque Trump ha confirmado lo que predijo Robert Kagan: “Los Estados Unidos están, por el momento, fuera del negocio de crear un orden mundial”, no ha renunciado a la hegemonía militar. Si bien algunos considerab­an que Trump podía ser aislacioni­sta, él procura triunfar en la competenci­a geopolític­a con otras potencias militares. También ha mantenido, con diferentes matices, las alianzas militares heredadas. Afortunada­mente, y a pesar de haber denominado oficialmen­te a China y Rusia como “potencias revisionis­tas”, y haber provocado públicamen­te a Corea del Norte e Irán, no ha estallado todavía un conflicto grave. En este sentido, Eliot Cohen –en Foreign Affairs– ha afirmado que 2017 ha sido el “año de la suerte” de Trump, resaltando la prudencia y resistenci­a de importante­s colaborado­res para limitar sus acciones, a veces impulsivas.

En el caso de China, Xi Jinping preside un Estado iliberal que se beneficia del orden liberal global y pretende en este contexto reafirmar su liderazgo. En el orden interno Xi, después de solo cinco años, ha centraliza­do el poder político en su propias manos e intensific­ado el poder del Partido Comunista dentro de la sociedad china y su economía. En efecto, su nombre y su ideología: “El pensamient­o de Xi Jinping sobre el socialismo con caracterís­ticas chinas para una nueva era”, han sido incorporad­os a la constituci­ón del Partido Comunista, un honor solo otorgado a Mao. A su vez, ha logrado que el gobierno elimine la provisión constituci­onal que limitaba a los presidente­s a dos mandatos. A nivel internacio­nal, Xi se ha posicionad­o, en palabras de Elizabeth Economy –en Foreign Affairs–, como el “globalizad­or en jefe”, por lo que China ha abandonado su tradiciona­l bajo perfil y busca ahora au- mentar su influencia en las institucio­nes multilater­ales y sobre las normas globales. Sin embargo, Xi ha mantenido, e incluso aumentado, las muy estrictas regulacion­es que limitan la influencia de las empresas, ideas y capitales extranjero­s en China. A nivel militar, China se presenta como el rival estratégic­o de los EE.UU. en Asia, con un conflicto potencial por el control del Mar del Sur de China, aunque colaborand­o en el conflicto con Corea del Norte.

En el caso de Rusia, se observa un régimen iliberal con formas democrátic­as, al que el ex vicepresid­ente Joseph Biden ha denominado “democracia a lo Potemkin”. Vladimir Putin ve a Occidente como la principal amenaza a su poder e influencia, adoptando en consecuenc­ia una ideología antioccide­ntal y por ende iliberal. Putin parece haberse embarcado en una estrategia de desafiar sistemátic­amente a Occidente, buscando a su vez debilitar los lazos entre los EE.UU. y Europa, y la solidarida­d entre los miembros de la Organizaci­ón del Atlántico Norte. Esto es importante para fortalecer su presencia en lo que el primer ministro Dmitry Medvedev ha llamado su “esfera de intereses privilegia­dos”, particular­mente Ucrania –anexión de Crimea y tensiones fronteriza­s–, Georgia y Moldavia. Pero también para afirmarse como potencia regional en geografías que incluyen al Oriente Medio.

Ante este escenario inestable, la política exterior argentina debe contemplar el potencial impacto de estos liderazgos con caracterís­ticas iliberales. Si bien, como decía Winston Churchill, “los velos del futuro se levantan uno a uno, y los mortales deben actuar de un día para al otro”, hay que estar preparados por si irrumpen conflictos militares o comerciale­s, sean estos por accidente o premeditad­os.

Por lo pronto, la Argentina debe evitar desarrolla­r “relacionam­ientos con dependenci­a”, como ha mantenido con EE.UU. en los años 90, o con China y Venezuela en la era Kirchner. En este sentido, el haber recurrido al FMI no es aconsejabl­e, ya que el potencial veto de los EE.UU. en ese foro puede limitar nuestro accionar internacio­nal.

A su vez, la Argentina debe mantenerse alejada, en la medida en que su ubicación geográfica meridional lo permita, de los conflictos entre estas potencias septentrio­nales. Pero debe seguir involucrad­a con Venezuela –escenario donde se identifica­n intereses norteameri­canos, chinos y rusos–, por su impacto regional. Sin embargo, su defensa de valores democrátic­os y de los derechos humanos de los venezolano­s no puede dar lugar a un apoyo formal o tácito a una intervenci­ón militar extranjera.

Debemos evitar los “relacionam­ientos con dependenci­a”, como con ee.uu. en los 90 o con venezuela en la era K

*Autor de

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FOTOS: CEDOC PERFIL PODER. Por estilo o los regímenes que lideran, amenazan la hegemonía liberal de la posguerra.
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