Perfil (Domingo)

Una tradición roja

- F. F. B.

si el mismísimo Mao estuviera aquí presente. Y dejan las flores que compraron hace un minuto en una caja de madera lista para el gesto de respeto. Cientos y cientos de flores igualitas que, con toda probabilid­ad, por la tarde regresarán a los puestos de venta para volver a servir en el pequeño homenaje hasta que se pudran. El GranTimone­l. Mao Zedong es naranja. El reflejo de las luces sobre la película del líquido que protege su rostro produce un efecto visual que resulta, como mínimo, llamativo. La cara regordeta y anaranjada es lo único que tiene al descubiert­o. Se asemeja mucho a un muñeco de cera. Una estética parecida a la de Silvio Berlusconi en los últimos tiempos, pero muerto. Una bandera roja del Partido Comunista tapa el resto del cadáver. Dicen que Mao medía 1,75 metros. Visto así, en posición horizontal y en una caja de vidrio, parece más petiso.

Si hay algo que define lo que Mao significa para los chinos que vienen a verlo, es la desproporc­ión entre la fila larguísima que tienen que hacer y el tiempo que se les permite contemplar el cuerpo. El segundo hall, contiguo al de la estatua, es un espacio donde apenas caben el sarcófago de cristal y un pasillito por el que circulan los visitantes. Dos soldados formados custodian a Mao y otros dos apuran a la gente. Está prohibido frenar el paso. Ni hablar de sacar fotos. Con suerte, son diez segundos de contacto visual con el Gran Timonel. Pero qué diez segundos: la sala está dispuesta de tal forma que apenas un metro separa a Mao de su pueblo. Ayer y hoy. A la salida, en la parte trasera del edificio, varios puestos de merchandis­ing maoísta esperan a los peregrinos. Cuadros de Mao, estatuilla­s de Mao, relojes de Mao, tazas de Mao, collares de Mao, lapiceras de Mao, encendedor­es de Mao. El contraste entre el adentro y el afuera del mausoleo es una buena síntesis de la manera en que China se entiende hoy con su pasado. Adentro, el gran líder socialista bajo custodia, preservado y eterno. Afuera, el mercado y el afán de consumo sin comple- Mao Zedong no es el único líder socialista que fue embalsamad­o por sus herederos. Los cadáveres conservado­s con pretension­es de posteridad fueron parte de una tradición arraigada en los partidos comunistas del siglo XX. La URSS inauguró la costumbre en 1924, cuando se decidió exhibir con fines propagandí­sticos el cuerpo de Vladimir Lenin en un imponente mausoleo en la Plaza Roja de Moscú. Tres décadas después, el rito se repetiría con Stalin.

A fines de los 60, el vietnamita Ho Chí Minh corrió la misma suerte. De hecho, el equipo médico que embalsamó a Mao en 1976 recibió asesoramie­nto de expertos de Vietnam. Para ese entonces, las relaciones entre China y la URSS ya se habían puesto tensas.

Con mayor o menor éxito, otras figuras socialista­s preservada­s para la eternidad fueron el checoslova­co Klement Gottwald, el búlgaro Giorgi Dimitrov y el angoleño Agostinho Neto. jos, como si la revolución contra el capital hubiera sido en otra vida.

Otra vez bajo el sol de Tiananmén, el fenotipo occidental vuelve a llamar la atención de los chinos. El que se acerca ahora a pedir una selfie es el señor Wu, de 80 años, nativo de la provincia de Jiangxi. A cambio de la foto acepta contestar una –solo una– pregunta.

—¿Usted prefiere la China de Mao o la China de hoy?

—En la época de Mao había pobreza, sí, pero vivíamos más tranquilos. Ahora tenemos desarrollo económico, tecnología y todo eso. Pero las personas tienen cada vez menos paciencia. * Desde Beijing

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 ??  ?? PUESTOS. En la zona se pueden compran reliquias del líder de la Revolución. También se venden flores ju hua, que se usan en el país para honrar a los muertos.
PUESTOS. En la zona se pueden compran reliquias del líder de la Revolución. También se venden flores ju hua, que se usan en el país para honrar a los muertos.

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