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Li Zhisui, recuerda en sus memorias que le inyectaron tanto formol que la cara “se le hinchó como una pelota de fútbol” hasta configurar un “cuadro calamitoso”. Según Li, el peor error fue la demora en extraerle los órganos vitales. Es que nadie había planificado qué hacer si el venerado presidente moría.
El cuerpo se preservó como se pudo. Desde 1977, los restos de Mao se conservan mediante una técnica de temperatura y humedad controladas, sobre la que casi no existe información oficial. Apenas se sabe que, al final de cada exhibición al público, el cadáver se pinta con un líquido protector especial y se guarda en un contenedor frío. Así es como Mao lleva más de cuatro décadas exhibido en un sarcófago de cristal.